NOMBRES PROPIOS

Al cabo de pocos años, pudimos establecer un número de cosecheros que, por su esmero en vinificación, no incurrían en defectos.

Uno de Briones era Carlos, de Villalba, Jesús, y otros dos de Labastida y de San Vicente. De estos no recuerdo el nombre.

Y una vez conocidos estos asiduos ya pusimos determinar cada año si la cosecha era excelente o no.

Se trataba de vinificaciones en tinto, en todo caso tempranillo y maceración carbónica.

Cada noviembre, después de considerar las calidades de estos pequeños elaboradores, podíamos calificar la añada y hasta comunicarlo en general y, entre otras, calificamos la mítica de 1964, pues entonces no había calificación oficial.

Para nosotros, atender a los elaboradores modestos era una satisfacción, pues permite el beneficio anímico de servir a los que no tienen poder.

Recordamos que en octubre de 1978 impartimos una charla en Toro para inducir a la creación de una DO. Después de la charla, como es habitual, unas siete personas nos pidieron una continuidad por teléfono para ayudarles en sus temas técnicos.

Pero además nos lo pidió una octava persona que resultó ser de la administración de un «grande de España». Al mes manteníamos conexión con los seis agricultores, pero pronto se cortó con el administrador del grande de España, pues cayó sobre él un enjambre de catedráticos que posiblemente lo harían mejor que nosotros.

Resulta para nosotros deprimente que el pensamiento no sepa resistir ante el magnetismo del poder.

Es una constante de los 2000 años de nuestra civilización, atender al débil.