Ya es Navidad en la Cocina Económica
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Los menús, para atender a una media de 120 personas, ya están preparados: «Aquí se come como en cualquier casa de Logroño»Secciones
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Los menús, para atender a una media de 120 personas, ya están preparados: «Aquí se come como en cualquier casa de Logroño»A pesar del coronavirus, la actividad no para en la Cocina Económica, preparada ya para dar de comer estas Navidades a una media de 120 personas diarias. Los menús ya están elegidos y, gracias a las donaciones y al buen hacer de las Hijas de la Caridad y de los voluntarios de la casa, que no entienden de festivos, nadie se quedará estás fechas sin comer caliente como en cualquier otro hogar riojano. «Al centenar de comensales que solemos tener a diario se suelen sumar esos días entre 15 y 20 más. Son personas que, aunque tienen para comer en sus casas, se encuentran solos y se acercan para compartir con nosotros la celebración. Es una noche para estar en compañía y al final la animación está garantizada, siempre viene a visitarnos algún grupo musical y acabamos cantando villancicos», explica Emilio Carreras, presidente de la entidad.
A diferencia del año pasado en el que las plazas del comedor se limitaron a 30 y se optó por el reparto de bolsas de alimentos (hasta después del verano solo entraban los 'sintecho'), en esta ocasión el cupo fijado se ha ampliado hasta el 75%. Volverán a un servicio presencial. El presidente de la Cocina Económica, Emilio Carreras, nos canta el menú: «En Nochebuena se servirá un plato de entrantes fuerte, a base de fritos, pimientos rellenos, langostinos y alguna cigalita, y después habrá bacalao a la riojana». Y, para que nadie eche de menos el dulce, de postre se servirá flan y turrones.
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El día de Navidad los entrantes serán muy parecidos, aunque «con un consomé previo y el cordero asado, que es lo típico de este día». La cena de Nochevieja será similar, pero esta vez el bacalao será en salsa verde. «Aquí se va a comer como en cualquier casa de Logroño. Se servirán los menús en el comedor, pero también se seguirá con el reparto de los táperes. Las familias acogidas al servicio van a comer lo mismo».
Estos días, la imagen vuelve a ser la acostumbrada en Rodríguez Paterna, con filas entre semana que casi llegan a la trasera de San Bartolomé. Dentro, en el interior del comedor, el aforo es del 75 %, lo que permite atender a una media de cien personas para comer y cenar. «En Navidades seremos unos poquitos más». En las filas se ve de todo, desde personas que ya eran vulnerables –madres con niños, inmigrantes, mayores, solas, dependientes...– a otras que se estrenan en esta situación.
A todos ellos se les facilita la comida para mediodía y la noche. Además, se mantiene el servicio de táperes a las familias con hijos menores. «Repartimos entre 30 y 35 menús diarios listos para que sólo los tengan que calentar en su casa». «Con el comienzo del COVID mucha gente se quedó sin trabajo y nos vimos desbordados, últimamente parece que está disminuyendo un poquito la afluencia. Hay gente que ha conseguido un trabajillo y ha dejado de venir».
Aun así, la situación sigue siendo delicada, tal y como transmiten a pie de puerta los propios de usuarios del comedor. «Soy pensionista y cobro una paga mensual de 400 euros, que es lo mínimo. La mitad es para pagar la habitación y el resto para tabaco y algo de comida. Si no fuera porque aquí nos dan de comer, seguramente muchos de los que hacemos fila estaríamos atracando o haciendo maldades por ahí», declara un viejo amigo de este servicio, natural de Entrena.
El paro es el principal factor que se adueña de estas filas. Aguardando su turno se encuentra una camarera, «de toda la vida» y desempleada, que, tras el cierre del último bar donde estuvo trabajando, se ha visto como muchos abocada a acudir a esta iniciativa solidaria. Lleva varios días yendo. como una más: «Sin vergüenza» y «con la cabeza alta». «Solo es una ayuda temporal, confío en salir de esto», dice animada.
Pocos metros más adelante, un joven logroñés, de origen ruso, aguarda a sus 19 años su turno. «Me echaron de casa a los 18 años y me tuve que buscar la vida, mi hermano también viene a diario. No he seguido estudiando y tampoco trabajo, así que salgo adelante como puedo», se sincera consciente de que su 60% de discapacidad –por la que, dice, no cobra ninguna ayuda– es una barrera añadida que no hace sino complicarle su futuro.
Disfrutando de su reciente libertad se encuentra un expresidiario gallego. Salió de la cárcel hace un mes y medio y ahora su objetivo es sobrevivir. «Entre el centro de acogida de Cáritas en La Estrella y las comidas que nos sirven aquí, me siento bien atendido».
No les cuesta sincerarse sobre sus propias vivencias personales, por duras que sean. Al contrario, en cierto modo parece que les alivia compartir sus experiencias. «Son todos, casi sin excepción, muy cariñosos y agradecidos. La gente que vemos aquí es gente muy digna que, por las circunstancias que sean han necesitado pedir ayuda. Continuamente nos están dando las gracias y si te ven por la calle no dudan en llamarte. Están muy necesitados de cariño, por lo general se encuentran solos en la calle y esto les acaba afectando. Para nosotras es una satisfacción muy grande poder servirles. Algunas veces tienen algunas cosas, pero como las tenemos todos. Las Hijas de la Caridad hemos tomado la opción de dedicarnos a ellos y es un orgullo», relata la Hermana Julia Fernández, desde hace nueve años en La Rioja, a donde llegó procedente de Puertollano (Ciudad Real). Allí estuvo 13 años, aunque anteriormente dedicó 40 años de su vida a los niños de un centro de protección de Madrid.
«Siempre ha habido necesidades, la pobreza no termina nunca. He estado con niños muy muy pobres», relata la religiosa, quien confiesa haber sido muy feliz en todos los destinos trabajando con los más vulnerables y con quienes tienen mayores necesidades.
Desde el inicio de la pandemia también ha constatado un incremento de los problemas de salud metal entre quienes acuden a la Cocina Económica, aunque puntualiza que «nos está ocurriendo a todos, también a los que estamos bien situados nos ha afectado psicológicamente. Hemos estado demasiado tiempo encerrados y esto nos ha afectado a todos», resume.
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David Fernández Lucas | Logroño
Almudena Santos y Lidia Carvajal
Rocío Mendoza | Madrid, Álex Sánchez y Sara I. Belled
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