No es el fin del mundo

No seré yo quien les venga ahora a decir que es primavera. Sí, si uno busca los nubarrones en el horizonte los puede encontrar de todos los colores. Y razones hay para preocuparse, y para ocuparse, en un buen montón de frentes de batalla. Metafóricos unos, literales otros.

Pero si me lo permiten vuelvo hoy, tras el parón de agosto, con ganas de venderles algo de optimismo. O al menos de realismo. Aunque no sea fácil: de toda la vida de Dios los pesimistas han gozado de mejor prensa, y más en este oficio.

Cierto, hay una guerra en el este de Europa que nos está removiendo todo, desde la fibra moral a la caldera de casa. Y aunque nada hay bueno en una guerra, esta nos ha servido para varias cosas apreciables. Una, para que toda Europa vuelva a unirse en su reacción, de un modo ágil y poderoso. Otra, para que, si quedaba duda, las democracias se den cuenta del peligro que supone gente como Putin y de hasta dónde llega su inmoralidad. Y otra, para que se acelere una transición pendiente que tiene muchas otras consecuencias: la de la energía. No sé si Putin se dará cuenta, o si le importará, pero probablemente esté haciendo más por el cambio europeo hacia fuentes de energía mejores y mas autosuficientes que décadas de avisos de los expertos.

Mientras, ese embate energético nos está empujando la inflación demasiado arriba. Pero no es algo que nunca hayamos vivido. No había pasado hace mucho, lo cual habla bien de cómo podemos defendernos de esas cosas. Y pasará. Ojalá lo peor haya quedado atrás.

Ese cambio energético del que hablaba antes (e incluso el ahorro al que nos obliga este invierno) no es malo para el que sí es el gran desafío de esta generación, que es la emergencia climática. Ojalá este verano nos sirva para darnos cuenta de que hay cosas que podemos hacer y de que debemos hacerlas.

No es el fin del mundo. Acabamos de vencer a una pandemia por el poder de la unión y la ciencia. Recuerden el miedo del encierro, y salimos. Saldremos también de este invierno, y será primavera.

El viernes por la mañana, el diputado 'popular' Garrido acusaba a la presidenta socialista Andreu de estar «en modo campaña». Es una acusación rara: pues claro. En qué iba a estar si no, a nueve meses de las elecciones. El hecho de que los populares no parezcan darse cuenta, y sigan deshojando su extraña margarita, no cambia la realidad.

Mientras, sí, lanzados ya a la carrera, Concha Andreu y su equipo juegan un extraño partido contra nadie. El viernes por la tarde montaron un escenario con ministra incluida para celebrar sus tres años de gobierno. Hubo algo en el discurso que me pareció raro. Que en lugar de arrancar por el qué bonitos somos, Andreu lo hiciera con una exigencia que luego repetiría: que le apoyen para los presupuestos que vienen.

Tiene su sentido. El PSOE parece estar temiendo que el apoyo de Henar Moreno no esté tan garantizado como antes. La de IU sin duda sí se habrá dado cuenta de lo de la campaña, y es hora de sacar perfil propio o de pescar alguna victoria parcial. Y ojo: a Andreu probablemente no le valga con prorrogar las cuentas anteriores teniendo a mano tanto dinero.

A todo esto, los populares. Tras demasiados meses de no decir que no, Génova por fin aceptó que Cuca Gamarra no está para venir a La Rioja. Cosa que deja al PP regional donde estaba: en mitad de la nada. Así las cosas, y con los 'bretonistas' marcando territorio de inicio, quedan claras dos cosas: que habrá primarias, y que cuanto antes llegue el congreso, mejor para los de la gaviota. Que haya candidatos, que uno gane, y que el principal partido de la oposición intente dejar atrás esta legislatura que está siendo tan desastrosa para ellos.La última vez no les salió el intento nada bien. Veremos qué pasa ahora.