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Hace años, cuando Pedro Sanz y aquel PP que parecían eternos, monopolizaban los principales centros de poder de La Rioja y, habida cuenta el carácter intervencionista que distinguía al entonces presidente, su antecesor José Ignacio Pérez tuvo una de esas humoradas tan suyas y le ... preguntó en el Parlamento si también tenía pensado ocupar la silla episcopal con sede en Calahorra. La verdad es que Sanz daba el tipo de obispo. Que desde ayer es casi el único cargo que en la región no luce las siglas socialistas gracias al indesmayable tesón que distingue a Concha Andreu, cuya trayectoria obliga a darle una vuelta conceptual al viejo axioma: detrás de una mujer, en este caso se adivina al menos la sombra de tres hombres.
Por orden de aparición en este mundo. El propio Pérez Sáenz, ayer henchido de satisfacción siguiendo en primera línea el triunfal acceso a la Presidencia de su apadrinada, aquella Concha Andreu en quienes hubo muy pocos que creyeron que rescataría de las tinieblas al socialismo riojano. Desde su presentación en sociedad, en una sala de un hotel logroñés donde la hoy presidenta llegó precedida de las palabras de bienvenida de su mentor (el ahora delegado del Gobierno subrayó aquella mañana un dato que luego se convirtió en decisivo: la condición de mujer de Andreu, muy pertinente para el nuevo tiempo que llegaba), hasta estos días de gloria, la pareja de calahorranos ha ido de la mano por un camino muy rico en sobresaltos, sin que tanto contratiempo perturbara el propósito con que se lanzaron hacia el Palacete.
Que ayer coronó Andreu gracias a la sólida e imperturbable apuesta de otro hombre: Francisco Ocón apareció en la sala de máquinas del partido, se hizo el amo de sus fogones (condición que ahora pretende trasladar al Gobierno) y como jefe de la organización interna desplegó una estrategia pródiga en zancadillas hacia el sector rebelde que tuvo no obstante la virtud de despejar el ascenso de su protegida hasta la cumbre donde anoche durmió. Ocón, ya como secretario general del PSOE, completó su jugada con otro golpe maestro: apuntaló la labor de desgaste al Gobierno del PP desde la oposición y contribuyó a continuación a remover del todo los viejos tics del socialismo riojano. Movió sus piezas hasta dar con candidatos municipales a su medida, tejió alianzas en Logroño y resto de cabeceras para alcanzar el poder local y pudo dedicarse en exclusiva a forjar la tormentosa coalición con Podemos, pendiente siempre de un hilo. Ayer hubiera querido pedir hora en un balneario pero la temporada de relajación tendrá que esperar.
Y el tercer hombre. César Luena. Que fue el promotor de este complicado rompecabezas con final feliz. Fue quien renovó aquel PSOE que heredó hasta depositarlo en manos de sus sucesores con una línea estratégica definida y despojada de los antiguos estigmas que olían a derrota. De todos aquellos fracasos primerizos emergió un liderazgo renovado y un partido mejor adaptado a la cambiante realidad a todas las escalas. El cuádruple éxito electoral del PSOE durante la pasada primavera, con los triunfos sucesivos en cada convocatoria electoral, le deben bastante al hoy eurodiputado. Otro de los invitados a la toma de posesión que sonreía con aire más triunfal.
Una mujer. Y tres hombres. Aunque en su fuero interno, como admiten los más lúcidos de sus rivales políticos, Andreu debería reconocer que una buena parte de su victoria, como suele suceder, obedece también a los deméritos de sus adversarios. Del PP que Sanz convirtió en una máquina de ganar elecciones nada se sabe. Queda como herencia un partido en busca de su identidad perdida, extraviado como su actual líder. A quien Andreu tanto debe.
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