El mosquito tigre se establece en La Rioja

Sin alarmismos, pero con preocupación y la guardia alta. Es una amenaza remota, pero real. Viejo conocido de los riojanos que disfrutan de su segunda residencia en Salou o Cambrils o de aquellos que optan por el Mediterráneo como destino estival, el Aedes albopictus, conocido popularmente como mosquito tigre, ha decidido también 'empadronarse' en La Rioja.

La especie, originaria del sudeste asiático, fue detectada en España por primera vez en Cataluña, en 2004 y, tras conquistar todo el litoral mediterráneo, comenzó una expansión imparable. Hoy, al menos, está en otras ocho comunidades autónomas: La Rioja, País Vasco, Navarra, Aragón, Castilla-La Mancha, Extremadura, Madrid y Galicia.

«El mosquito tigre está establecido en La Rioja y, además, se está extendiendo», asegura Arantza Portillo, doctora en Bioquímica y Biología Molecular e investigadora del Cretav (Laboratorio de Patógenos Especiales-Centro de Rickettsiosis y Enfermedades Transmitidas por Artrópodos Vectores) del Cibir, que se encarga de vigilar, además de esta especia, a otros artrópodos vectores.

El programa de vigilancia, en el que colaboran de forma coordinada Salud Pública y Epidemiología, Agricultura y Medio Ambiente y el Cretav-Cibir, se puso en marcha en La Rioja en 2016 con el trampeo en diversas zonas de ocho municipios: Alfaro, Arnedo, Calahorra, Cirueña, Ezcaray, Haro, Logroño y Sojuela.

Su detección era cuestión de tiempo y la alerta saltó en el verano de 2020 con el hallazgo de un huevo en Haro. Gracias a la puesta en marcha de las medidas de control en la zona, en 2021 no hubo noticias, pero un año después, en 2022, se confirmó un nuevo caso también en la capital jarrera. Desde entonces se contabilizan una veintena de episodios –11 en Haro, siete en Logroño y 2 en Calahorra– a la espera de los datos de la campaña actual, que se prolongará hasta noviembre.

El mosquito tigre, que apenas vuela más allá de 200 o 300 metros, se aprovecha de los medios de transporte humanos y de mercancías para extenderse por el planeta, con el cambio climático y la globalización como cómplices idóneos. Además de su enorme facilidad de adaptación y de su agresividad –las hembras precisan de la sangre para la puesta de huevos–, los temores hacia esta especie tienen que ver con su capacidad para transmitir algunos virus causantes de enfermedades tropicales graves.

Aunque en laboratorio se ha demostrado experimentalmente que es capaz de infectarse con hasta 22 virus diferentes, en la práctica, las principales patologías que puede transmitir son dengue, zika, chikungunya y fiebre amarilla.

Pese a que la inmensa mayoría de casos de enfermos diagnosticados de dengue en España en los últimos años han sido importados (el paciente ha sido infectado en otros países) sí que desde 2018 se han confirmado ya 16 casos autóctonos (el contagio se produjo en el territorio nacional), con 5 en Murcia, 6 en Baleares y 5 en Cataluña. En La Rioja solo hay constancia de cuatro pacientes, en 2022, todos casos importados.

El dengue, una enfermedad que habitualmente cursa leve, con síntomas similares a los de la gripe, suelen durar de dos a siete días, tras un periodo de incubación de entre cuatro y diez días después de la picadura de un mosquito infectado. Aunque la mayoría de las personas se recuperan aproximadamente en una semana, en algunos casos los síntomas empeoran y desembocan en una forma grave de la enfermedad que se conoce como dengue severo o fiebre hemorrágica del dengue, una complicación potencialmente mortal debido a hemorragias graves, dificultades respiratorias, pérdida de plasma, acumulación de líquidos...

«Una vez que está aquí, el mensaje debe ser de tranquilidad. Se intensifica la vigilancia y desde el ámbito de la investigación lo que tratamos es de adelantarnos», explica la doctora Portillo, quien aclara que «sabemos que existe la posibilidad de que estos mosquitos den problemas de salud, el riesgo está latente porque hay virus que están circulando en otros países y, en un momento dado, los pueden traer viajeros. Tratamos de tener las técnicas adecuadas y las herramientas necesarias en el laboratorio para poder detectar estos virus antes de la aparición de casos».

«Es casi imposible acabar con él», alertan los expertos, que aseguran que «solo cuando se detecta pronto y a un nivel local es posible controlarlo mediante la eliminación de los focos de cría con bioinsecticidas». Por ello, la especialista del Cretav-Cibir aboga por «sensibilizar a la población porque al margen de las medidas que dependen de las administraciones, todos podemos colaborar».

En este sentido, además del uso de la aplicación Mosquito Alert, recuerda algunos consejos sencillos, pero imprescindibles, como no dejar recipientes con agua estancada (los típicos platillos bajo macetas); limpiar los canalones de los tejados; cambiar a menudo el agua de los bebederos de animales; limpiar las fuentes, piscinas y toldos; y no dejar a la intemperie o tapar cualquier objeto en el que pueda acumularse agua, como juguetes, recipientes, neumáticos... «En unos pocos centímetros cúbicos de agua, incluso el tapón de plástico de una botella, el mosquito puede poner huevos y empezar a multiplicarse sin control».

Lo primero es reconocerlo. Se trata de un mosquito, de entre 6 y 9 milímetros de longitud, que presenta una línea de color blanco en la parte posterior de la cabeza y el tórax y manchas blancas en sus patas. A diferencia de otros mosquitos, el mosquito tigre es diurno, con gran actividad a primera hora de la mañana y sobretodo por la tarde hasta la caída del sol. Su época de actividad comienza a finales de abril y puede alargarse hasta principios de noviembre, aunque su abundancia suele ser máxima justo ahora, a finales de agosto y septiembre.

Para minimizar el riesgo del ataque es conveniente el uso de repelentes, prendas de manga larga, mosquiteras… En caso de picadura, no hay que rascarse para evitar la infección y lavar con jabón y agua fría la zona. Si se da una reacción muy intensa y malestar acuda a su médico.

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