«Estamos morados de tanto apretarnos el cinturón»
Más allá del IPC ·
El pequeño comercio siente que no cesa el temporal, aunque culpan más al COVID y a las ventas 'on line'Más allá del IPC ·
El pequeño comercio siente que no cesa el temporal, aunque culpan más al COVID y a las ventas 'on line'Diríase que sobre el comercio local ha caído una maldición. Llegaron primero las grandes superficies, luego triunfó la venta por internet, más tarde se expandió el coronavirus y se sucedieron los confinamientos y ahora, con la sociedad todavía azotada por Ómicron, se disparan los costes ... de la luz y de las materias primas. El IPC vuela hacia alturas no vistas desde que el euro sustituyó a la peseta y los comerciantes, como todos los ciudadanos, se vuelven locos haciendo sumas y restas. De momento, y a la espera de cómo evolucione la situación económica, las restas van ganando.
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«Nos estamos apretando tanto el cinturón que ya estamos morados», resume Luz María Baños, de la tienda L.M.&Company. En los escaparates de todos los comercios hay pegados carteles de vistosos colores que anuncian las rebajas: abultados porcentajes, cifras tachadas, lemas irresistibles. A estas horas –la una de la tarde– no hay mucha gente en las tiendas. Nuria Alonso, dependienta de Vilagallo, se esfuerza por ser optimista, pero es el suyo un esfuerzo casi épico, que contrasta con el desánimo general que se percibe en la calle. «Es cierto que se ha notado un bajón tremendo con respecto al año pasado –reconoce– y se respira un ambiente negativo. A veces incluso tengo que hacer de psicóloga de las clientas. Quienes vienen aquí tienen poder adquisitivo, pero les ha afectado la pandemia», apunta Nuria.
La subida del IPC y de la electricidad ha sido el último ladrillo en el muro, pero no el más importante. «Lo que más se ha notado son las ventas 'on line'. Al final se mantendrán en Logroño cuatro tiendas, se comprará todo por teléfono y aquí nos quedaremos como en cualquier ciudad del Norte de Europa», vaticina Chelo Ruiz. Chelo lleva cuarenta años trabajando en su boutique y siente que ya no le salen las cuentas. «No cierro porque no me apetece pasarme todo el día en casa en camisón..., pero a esto no le veo futuro. Lo que más me solivianta es que la gente crea que las tiendas 'on line' son más baratas. ¿Nadie se pregunta por qué? Ya no tenemos fábricas de tejidos en España», lamenta.
A pocos pasos de Chelo, José María Fernández, en el mostrador de la tienda Occur, culpa de la atonía más a la pandemia que a la brusca subida de los precios. «Todo influye, pero creo que la gente está cansada del virus. Eso es lo que está marcando todo», zanja. Como Nuria Alonso, José María quiere ver la botella medio llena: «Con la pandemia la gente ha estado ahorrando. Yo creo que si finalmente la incidencia remite la cosa irá algo mejor». Tras un diciembre malo y un enero poco prometedor, Nuria confía en la primavera: «¡Quiero que llegue ya marzo! –sonríe–. Si el virus no nos da otro achuchón, ese puede ser el momento de resurgir».
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No lo ve tan claro Luz María Baños, que piensa que los nubarrones de tormenta que se ciernen sobre el pequeño comercio van más allá del COVID y de la subida de los precios: «Estamos abocados a la extinción. Buscamos ofrecer algo que los demás no dan, pero... Yo creo que esto no se va a arreglar. Esto ya no es lo que era», resuelve.
Entre tanto, llueven los recados para el Ayuntamiento de Logroño. Nuria Alonso pide que mejore la iluminación para la calle Juan XXIII y Chelo, una mayor atención municipal para el Paseo de las Cien Tiendas: «El Ayuntamiento tiene una zona peatonal, pero la tiene echa polvo».
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