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Almeida, durante el juicio por el crimen de la inmobiliaria. L.R.
Un monstruo narcisista sin remordimientos

Un monstruo narcisista sin remordimientos

Los forenses de la cárcel de Segovia rechazan que Almeida sufra alteraciones psicopatológicas y concluyen que sabía lo que hacía

Luis J. Ruiz

Logroño

Jueves, 21 de julio 2022, 02:00

Sabe lo que hace y cuando lo hace es porque quiere», concluyeron los forenses durante el juicio del conocido como crimen de la inmobiliaria. A los 22 años agredió sexualmente a una menor, a los 31 acuchilló, mató y violó a la empleada de una inmobiliaria y a los 54 asesinó –todavía presuntamente– a un niño de nueve. «No tienen ningún tipo de problema. Estamos convencidos de que no estamos ante un enfermo sino ante un monstruo. Uno de los forenses que en su momento hicieron un informe pericial de parte ya lo dijo», recuerda Alicia Redondo, letrada de la acusación particular y popular por el asesinato de Álex el 29 de octubre de 2021. Por eso, sostiene que en absoluto le sorprende el contenido del informe forense realizado por los facultativos del Instituto de Medicina Legal de Segovia –desvelado por el diario El Mundo– en el que trataron de adentrarse en los demonios de Almeida.

En línea con lo que ya hace más de 20 años sostuvieron los forenses riojanos que le escrutaron, sus homólogos segovianos son claros: «Podemos concluir que no hay diagnóstico psiquiátrico alguno ni alteración psicopatológica [...] Se puede considerar que sus capacidades cognitivas y volitivas se encontraban indemnes en el momento de los hechos». Sabía lo que hacía y lo hizo porque quiso. «Soy un peligro para mí mismo y para terceros», confesaba en el año 2000 tras asesinar y violar a la trabajadora inmobiliaria. Entonces, cuando tras cumplir dos años en prisión provisional el tribunal tuvo que pronunciarse sobre su situación, el propio Almeida allanó la decisión apuntando que no se consideraba preparado para regresar a la sociedad e incluso reclamó un tratamiento médico para los presuntos problemas físicos y mentales que padecía y que los forenses descartan.

El documento que se ha incorporado al expediente judicial lo presenta como un recluso que sufre insomnio (por el que recibe tratamiento), que tiene un alto concepto de sí mismo, que no se arrepiente de sus hechos y que lo único que le perturba es no haber conseguido un trabajo fijo en su vida (la mitad en un centro penitenciario por los delitos cometidos), lo que le ha impedido tener independencia. Insisten en que Almeida es perfectamente capaz de distinguir el bien del mal y consideran que sabía lo que hacía con el menor además de destacar su perfil narcisista: «Manifiesta un positivo autoconcepto atribuyéndose adjetivos positivos».

Quienes lo trataron dicen de él que frente a la impresión que transmite de ser una persona retraída, en la distancia corta se transforma en un alguien expansivo e incluso lenguaraz (tiene un cociente intelectual de 122, superior a la media pero sin llegar a la superdotación y pese a padecer una sordera severa cursó hasta cuarto de solfeo en el Conservatorio oficial de música). En todo caso, desde su juventud arrastró fama en el vecindario de ser un tipo turbio y de actitudes inquietantes al que era mejor evitar.

Ingresado en la enfermería del centro penitenciario de Segovia (en una celda individual apartado del resto de reclusos, paradójico, apuntan fuentes del caso, cuando no padece patología alguna) y con nula capacidad de arrepentimiento, solo tiene una preocupación, su seguridad personal. No en vano sus delitos atacan esas leyes no escritas del entorno carcelario que marcan en rojo a violadores, maltratadores, pederastas o asesinos de niños. No tardó en darse cuenta: en la cárcel de Logroño fue recibido entre gritos e insultos tras el crimen de Álex. Refiere «preocupación por su seguridad en relación con sus compañeros de prisión», dice el informe.

Su perfil, en todo caso, le aleja del de un recluso que, en un momento dado, pudiera tomar una decisión drástica quitándose la vida. «No se aprecia ideación ni planificación suicida. Niega la ideación autolítica», cita la información de El Mundo.

«Una cosa es la conducta anormal –apuntó ya el forense en el juicio del crimen de la inmobiliaria– y otra el tipo de personalidad y de mente; no hay nada que diga que no puede controlarse». Dos décadas después, el monstruo sigue siendo igual de peligroso.

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