Ana, en el momento de llegar a Filipinas y antes del confinamiento.

«Aunque tuvimos nuestros momentos de angustia, siempre fuimos optimistas»

Ana Benítez | Siete semanas sin poder volver a Logroño desde Filipinas ·

«Solo podía salir una persona a hacer la compra con un pase especial y te controlaban la temperatura por la calle», afirma la joven

Benjamín Blanco

Logroño

Viernes, 1 de mayo 2020, 19:55

Boracay, Palawan, El Nido, Coron... Nombres paradisiacos para una pesadilla con final feliz. Después de dos años trabajando en Australia, Ana Benítez y unas amigas decidieron tomarse unas vacaciones y volar hasta Filipinas, un destino habitual para los 'ozzies'. Llegaron el día 5 de ... marzo –cuando la pandemia todavía no abría los informativos– y, para el día 10, las aguas azul turquesa, la playas de fina arena y los atardeceres de ensueño se fueron convirtiendo en pases especiales, controles de temperatura y horas de espera en aeropuertos.

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«Cuando llegamos a Filipinas –explica Ana ya desde su domicilio en Logroño y 17.000 kilómetros después– pudimos disfrutar de cinco días en Boracay, pero todo se empezó a complicar y nos vimos envueltas en una situación bastante crítica de un día para otro. Filipinas cerró el espacio aéreo y el aeropuerto de Cebú también fue clausurado. Nos encontrábamos en esa isla, por lo que nos quedamos atrapadas sin posibilidad de salir». Esta logroñesa recuerda que, aunque pasaron momentos de «angustia y bajón», se enfrentaron a la situación con tranquilidad: «Actuamos rápidamente y decidimos alquilar un 'aribnb' económico para largas estancias porque sabíamos que iba a ir para largo. Al principio las medidas de la cuarentena eran bastante flexibles, podías salir por el día hasta las 10 de la noche. Pero poco a poco y a medida que los casos en Filipinas iban creciendo, las medidas empezaron a ser mas estrictas, solo podía salir una persona por apartamento, con un pase especial que nos facilitaron, a hacer la compra al supermercado (con mascarilla obligatoria). Había puntos de control por el pueblo, en los que nos medían la fiebre y acreditábamos que teníamos el pase para poder salir de casa».

Cincuenta días aislada

Para más inri, Australia también cerró su espacio aéreo por seis meses. Había que regresar a España. «Desde un primer momento estuvimos en contacto por WhatsApp con un grupo de españoles en Filipinas, de unas 200 personas, en el que actualizábamos noticias, e intercambiábamos posibles opciones de cómo salir de ahí. Tras muchos días y conversaciones con el Ministerio de Asuntos Exteriores y con la embajada española de Manila, y tras mucho pelear, nos pusieron un avión de repatriación desde Manila (620 euros) con la compañía Iberia, que no operaba en Filipinas, pero vino con un vuelo especial. Antes tuvimos que coger un vuelo desde Cebú a Manila, vuelo también de repatriación, puesto que el aeropuerto de Cebú no estaba operativo (por un precio máximo de 250 euros).

Aunque pasaron momentos de «angustia y bajón», se enfrentaron a la situación con tranquilidad»

Cincuenta días después de estar confinada en los confines de la Tierra, Ana descansa en Logroño y se queda con lo bueno de la experiencia: «Hubo momentos muy caóticos, y de mucha incertidumbre, pero si me tengo que quedar con algo de un país del que no pude conocer casi nada, es con su gente. La amabilidad con la que nos trataron me la llevo conmigo para siempre. Nos ayudaron en todo lo posible y se sentían mal porque nuestra experiencia en su país hubiese sido de esta forma. Y por si fuera poco, a modo de despedida, el último día nos llevaron al apartamento un pack de 24 cervezas San Miguel y lechón, todo muy típico de allí».

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