«Descubrí San Millán de niño y aquí estoy como en mi casa»

Miguel Ibáñez | riojano ilustre ·
El filólogo de Badarán ha recogido el galardón con guiños a las tres pasiones que han marcado su vida y su obra: los monasterios, la lengua y el vino

Pío García

Logroño

Miércoles, 9 de junio 2021, 13:05 | Actualizado 20:58h.

Miguel Ibáñez Rodríguez, filólogo natural de Badarán, ha recogido este miércoles la distinción como Riojano Ilustre en un lugar que conoce al dedillo. «Aquí estoy como en mi casa», reconoció. Ibáñez descubrió San Millán de niño, cuando el maestro de su pueblo ... los llevó de paseo a visitar los monasterios. Quedó prendado de las explicaciones del histórico guía de Suso, Tarsicio Lejárraga, y empezó a leer todo lo que cayó en sus manos sobre los conventos de la Cogolla. En su juventud llegó incluso a ejercer como guía del monasterio de Suso y se doctoró con una tesis sobre la influencia de la literatura cortés en la obra de Gonzalo de Berceo. Su labor profesional le llevó más tarde a tierras castellanas (es profesor titular de la Universidad de Valladollid), pero nunca dejó de entusiasmarse por el milenario legado emilianense. Buceó en la biblioteca de Yuso, escrutando entre las líneas de aquellos venerables códices las huellas del antiguo arte de hacer vinos, y hoy sigue explorando las sutilezas filológicas de un idioma, el castellano, que no solo se enseña en las escuelas, sino que también brota de la tierra, crece en las vides, fermenta en lagos y acaba envejeciendo en barricas.

Toda esta biografía tan íntimamente ligada a los monasterios emilianenses vertebró el discurso de agradecimiento de Miguel Ibáñez. Ha dedicado el título a su familia y a todos los riojanos, pero hizo especial mención tanto a los monjes de San Millán como a su pueblo, Badarán, lugares de nacimiento de sus pasiones más perdurables: la lengua, los monasterios, el vino. «Pertenezco a una generación en la que faltar a la escuela para ir a vendimiar estaba bien visto», ha señalado. Y ha recordado cómo su madre, doña Amalia, que ya va por los 96 años, en esos veranos aplastantes de la niñez, le recomendaba que leyera libros para huir del aburrimiento. Ibáñez siguió su consejo y este miércoles le ha agradecido que fuera ella quien le colocase en el camino del conocimiento. Esa senda le llevó hacia la biblioteca de Yuso, con cuyo custodio, el padre Olarte, compartió muchas horas de estudio en un empeño compartido por «desvelar las miles de historias que se encierran en los muros de estos monasterios».

«¿Por qué no subir otro escalón y conseguir que el español sea lengua de conocimiento?»

Ibáñez ha citado el primer tratado sobre la vid y el vino, publicado por Gabriel Alonso de Herrera en 1503. En los anaqueles de San Millán reposa una edición de 1769. «Más de 580 millones de personas hablan español hoy. Ya es lengua de negocios. ¿Por qué no subir otro escalón y conseguir que el español sea lengua de conocimiento? Es un proyecto que podría liderarse desde La Rioja. Si en algo puedo ayudar, aquí está mi modesto ofrecimiento».

El vídeo muestra a Ibáñez en el monasterio de Suso. Justo Rodriguez

Riojano Ilustre | Miguel Ibáñez Rodríguez

Un filólogo nacido en tierra de viñas

Miguel Ibáñez Rodríguez, nacido en Badarán, es doctor en Filología y profesor titular de la Universidad de Valladolid, en cuyo campus de Soria, sede de la Facultad de Traducción e Interpretación, da clases.

Los secretos de la lengua del vino

A Ibáñez se le reconoce, según elGobierno riojano, por haber «tejido un puente entre la lengua y el vino». Es el creador del grupo GIRTraduvino, que investiga sobre el léxico vitivinícola y sus traducciones.

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tratados de enología descubrió Ibáñez en la biblioteca de Yuso, a los que hay que añadir otro más identificado por el padre Olarte. Los dos más antiguos datan del siglo XVI.