A Carmen Olivenza, riojana de 27 años, le detectaron el pasado verano un linfoma no Hodgkin, un cáncer agresivo pero curable. La noticia, como a todos los que lo padecen, fue una bomba para la enferma y su familia. Su padre, Juan, confiesa que «se ... te rompe el alma» y también reconoce que no sabía cómo ayudar a su hija, que se enfrentó a seis sesiones de quimioterapia, una cada 21 días. Acostumbrado a correr largas distancias, «no sé si por impotencia o miedo, decidí hacer un reto mientras ella estaba en tratamiento».
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Así el primer día, tras una sesión, corría 1 kilómetro, el segundo, dos, y así sucesivamente hasta el medio maratón que completaba la última jornada del ciclo. El pasado domingo 22 de enero finalizó el reto personal con una emotiva salida en la que el padre estuvo acompañado de un grupo de amigos, corredores populares, que le acompañaron hasta La Grajera, donde su hija le esperaba junto a la imagen de la Virgen del Rocío, a la que Juan, malagueño que lleva treinta años residiendo en La Rioja, profesa gran devoción.
En total, durante estos seis meses, Juan ha recorrido 1.400 kilómetros, incluyendo el Doñana Trail Marathon, prueba de 67,5 kilómetros que completó en menos de 8 horas el 5 de noviembre, si bien la mayoría de sus salidas se han localizado por la Vía Romana del Iregua, por los alrededores de Villamediana, donde reside. «Correr me hacía desconectar porque, lo confieso, soy muy sentimental, y cada día, aunque no me apeteciera, porque nevaba o hacía mucho frío, me servía porque creo que la apoyaba, aunque al final ha sido ella quien me daba ánimos a mí», explica Juan.
«Me gusta correr porque es como la vida, siempre hay que seguir adelante. La vida te cambia en un segundo y mi hija me ha enseñado mucho. Estuve con ella en una sesión de quimio y vi que había mucha gente joven sonriente, y eso me llamó mucho la atención», recuerda. Por tanto, su pereza y su cansancio pasaron a un segundo plano porque «ella se levantaba con dolores, se le cayó el pelo y, con todo, quería avanzar, que esto no le trastocara mucho la vida; la que estaba jodida era mi hija y tiraba para delante, así que cómo no iba yo a correr».
Carmen Olivenza | Enferma de linfoma no Hodgkin
Juan Olivenza | Padre de Carmen
Subraya Juan que buena parte de la superación es la actitud. «Cuando empecé el reto Carmen me dijo que estaba loco, que no hacía falta. Solo le pedí que me esperase el último día junto a la Virgen», recuerda. Y allí se encontraron. «La sensación no se puede explicar. Mi meta fue la sonrisa de mi hija», destaca Juan, quien admite que los familiares a menudo se sienten impotentes y esta fue su válvula de escape, su autoayuda y parte del apoyo a su hija. «Ha sido un reto mental y físico, pero podía más la cabeza», declara.
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Carmen parece ya recuperada. Finalizada ya la quimioterapia, el 16 de febrero espera el resultado que asegure que ya se ha eliminado el linfoma. Del reto de su padre asimila que «quizá no tenía otra forma de afrontarlo, lo ha pasado mal y ha terminado cansado, pero ver que, aun así, estaba conmigo, ha sido un gran apoyo, yo al menos así lo sentía». Carmen habla desde unas pequeñas vacaciones que se ha tomado, su voz irradia satisfacción, quizá por dar fin al tratamiento y porque perdura la emoción. «No me lo esperaba, y aunque sí quería que estuviera allí, fue un detalle del grupo que lo acompañaran. Verlos fue muy emotivo», afirma.
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