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Juan Marín
Al mejor perro asistente se le agota la vida

Al mejor perro asistente se le agota la vida

Sandra Cortés padece parálisis cerebral y vive sola gracias a su perrita, Gema, que ya tiene doce años y sufre un cáncer terminal

Sara Zarzoso

Logroño

Domingo, 23 de julio 2023

Soy Sandra. Soy una persona totalmente independiente y vivo sola. La perra es de asistencia y puede ir a todos los sitios, tanto públicos como privados. Las personas que me quieran ayudar o hablar conmigo, bienvenidos seréis, pero el que llame a la Policía porque crea que soy tontita y que debo ir acompañada, mejor absténgase», clama un cartel colocado en el respaldo de la silla de Sandra P. Cortés, de cuarenta años. A su lado, Gema, su perra, permanece tumbada en el sofá.

La primera vez que Sandra fue a una protectora de animales en La Rioja, quince años atrás, tuvo dificultades para adoptar. El motivo: va en silla de ruedas y tiene parálisis cerebral.

Lejos de conformarse –y viéndose totalmente capaz de hacerse cargo de una mascota– movió cielo y tierra para darle un hogar a la pequeña Gema, que posteriormente sería adiestrada por su amigo Chemi para ser convertida en un perro asistencial.

«Desde que adopté a Gema en la protectora, no nos hemos separado. Gracias a ella soy capaz de vivir»

Sandra P. Cortés

Informática

«Después de meses llamando a asociaciones, pido por favor que alguien la escuche y ayude»

Arantza Díaz

Amiga de Sandra

«Como no me querían dar ningún perro, puse una reclamación a la protectora. Al final me lo dieron y, a día de hoy, mantenemos buena relación», explica orgullosa en el salón de su casa. «Desde entonces, Gema y yo no nos separamos. Gracias a ella soy capaz de vivir. Me coge cosas si se me caen, me ayuda a quitarme el abrigo, abre las puertas si se quedan atascadas y pide ayuda a ladridos cuando sabe que lo necesito», agrega con una sonrisa, mostrándose enormemente agradecida.

En este sentido, para Sandra –informática y educadora social– su perrita «no es un capricho, es una necesidad». Sin embargo, esta fiel aliada tiene doce años y un cáncer terminal.

Burocracia en las asociaciones

Al enterarse de la noticia –hace ya varios años– Sandra comenzó a solicitar ayuda de inmediato, sabiendo que cuando su perra no estuviera necesitaría otra mascota adiestrada que la acompañase de la misma manera que ha hecho Gema todos estos años: brindándole la independencia y apoyo que toda persona necesita. Lo que no imaginaba, llegados a este punto, es que terminaría viéndose de nuevo involucrada en una eterna burocracia con asociaciones y Ayuntamiento.

«Llevo cuatro años llamando a protectoras y a asociaciones como Aspace, la ONCE o el Seprona y ninguna es capaz ayudarme. Me derivan continuamente a otras organizaciones o me exigen miles de euros por no cumplir con sus requisitos de persona beneficiaria», denuncia. «La última asociación a la que llamé, Kuné, me explicó que hay una ley que les impide darme un perro adiestrado por no pertenecer a la Federación Internacional de Perros Guía (IGDF) y por no tener presencia en La Rioja».

Gema posa ante la cámara con su dueña Sandra detrás. Juan Marín

En efecto, esta ley –la Ley 8/2017 de perros de asistencia de La Rioja– establece que «serán reconocidos como centros de adiestramiento los que tengan su domicilio o desarrollen su actividad principal en La Rioja, los que pertenezcan como miembros de pleno derecho a la IGDF o a ADI, y los centros de la ONCE». Por ello, ninguna asociación que no cumpla dichos requisitos podrá entregarle un perro guía a Sandra, independientemente de la urgencia de su situación.

Una amistad eterna

Junto a su silla –al otro lado del sofá– se encuentra Arantza, antigua amiga de Sandra de la universidad. Hace poco se reencontraron y se pusieron al día. Hoy, Arantza se sienta a su lado para denunciar la misma situación que lleva Sandra denunciando varios años.

«Cuando me contó lo que ocurría pensé que estaba exagerando. Cómo le iban a negar un perro de asistencia conociendo su situación y sus dificultades económicas. Ahora, después de meses llamando a asociaciones junto a ella, pido por favor que alguien tome cartas en el asunto, la escuche y ayude», reclama.

En esta lucha interminable, ya hace tiempo que Sandra descartó contratar a un entrenador particular. El costo que exigen puede llegar a alcanzar varios miles de euros, y el tiempo necesario de adiestramiento resulta siempre indeterminado. Algunos, como destaca Arantza, «piden hasta 200 euros la hora, precio que Sandra, con una pensión vitalicia por discapacidad, no puede pagar».

Desgraciadamente, sin un perro como Gema, Sandra no podrá seguir viviendo sola como ha hecho hasta ahora gracias a ella.

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