No sé quién es el médico
EL REPASO ·
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EL REPASO ·
De cómo la cosa de la medicina se soluciona solo de una manera. Y usted sabe cuál esEl otro día fui al médico con mi hijo. No es algo raro: el chaval tiene sus complicaciones, así que ha visto más batas blancas en su vida que la mayoría de la gente a los 60.
Me permitirán que no entre en detalles, pero ... sí les cuento que entre los variados especialistas por los que pasa hay uno que es, digamos, el principal. Ese que debería conocerse la historia del crío, de dónde viene, a dónde va, cuál es el plan que tenemos con su medicación, con otras terapias y con la evolución de lo suyo.
El caso es que teníamos cita. Pero resultó que había un problema. Su médico iba a faltar y alguien no gestionó bien lo de avisarnos de que la cita se anulaba. El caso es que cuando pregunté qué había pasado, una amable sanitaria me hizo una pregunta en apariencia simple. «¿Como se llama su médico?».
No supe responderle. Porque no lo sé. El crío empezó con una estupenda médica que se jubiló, y a partir de ahí comenzó un desfile de caras al que, en realidad, le he perdido la pista. No sé quién es el médico, como tampoco él sabe quién es mi hijo. Y lo más probable es que no esté por aquí el tiempo suficiente para retenerlo.
Leo un poco más allá el estupendo reportaje de mi compañera Carmen Nevot sobre los médicos riojanos en el exilio, y encuentro una cara conocida: un oftalmólogo que también trataba al pequeño hace unos años. Lo perdimos después de vista, y ahora veo que anda por Suecia. Por allá supongo que estarán también los otros especialistas a los que hemos ido perdiendo de vista. O quizá más cerca, en Pamplona, en Bilbao.
No sé. Lo que cuentan esos médicos es que están hartos de vivir peor y trabajar con peor calidad. Y que se van donde eso no sea así. Luego busco estadísticas, y veo que esos países dedican alrededor de dos puntos de PIB más a sus respectivas sanidades, y más del doble en euros por habitante. Y pienso: coño. Igual resulta que para que tengamos una sanidad de calidad, con especialistas que se queden y tengan el tiempo como para conocer a sus pacientes, igual hay que gastar más.
Claro que para gastar más hay que recaudar más. O sea, pagar impuestos. Dos datos que les dejo. El 23% de la economía española sigue sumergida, compuesta de cositas sin factura y sueldos en sobre. Y las empresas grandes-grandes pagan un tipo efectivo del 15,8% de impuestos. Menos que usted, eso se lo voy asegurando.
Si queremos que la cosa cambie, ha de cambiar la política de gasto. Y la de ingreso. Mientras, no le extrañe si pregunta por su especialista y le pasa lo que a mí: que está en Suecia.
VIERNES
El 25N, día contra la violencia machista, pasó por La Rioja dejando una sensación un poco agridulce. La manifestación de esa noche, por ejemplo, fue un tanto bluf: mucha menos gente que otros años, por ejemplo, incomparable con lo de antes de la pandemia. Todas las causas pierden su novedad, eso es cierto, aunque esta no debería. Pero también es verdad que en este tema hay tanto ruido, tanto partidismo y tanta brocha gorda que no es de extrañar que mucha gente ande entre desconcertada y algo desilusionada.
No creo que en lo básico haya debate: defender la igualdad radical de hombres y mujeres (o sea, eso que se llama feminismo) sigue siendo básico en un país en el que tantas mujeres siguen sufriendo a manos de sus parejas. Más de 600 tienen orden de protección en La Rioja, que se dice pronto.
A partir de ahí, métodos y personas siempre son discutibles. Pero que la ministra Montero sea una gestora no muy fiable, visto lo visto, no debería desviar el tiro de lo importante: que esto sigue pasando, y que quienes lo niegan solo consiguen perpetuarlo. Y en nombre de no entiendo muy bien qué.
MIÉRCOLES |
Llega el miércoles, juega España en el Mundial. Esa mañana, al seleccionador español le caen zurriagazos como si no hubiera mañana. Creo que un rollo del color del pantalón, no me pregunten demasiado. No es que sea algo nuevo. Por estos barrios, darle cera al seleccionador, sobre todo si el tipo es tan poco dado a la amabilidad mediática como Luis Enrique, es un deporte de la prensa deportiva. Y no sé, a mí siempre me ha parecido fatal. Uno es libre de pensar que el seleccionador es un capullo pero, qué quieren que les diga, me parece que mientras esté ahí, es nuestro capullo. Nuestro hombre en el frente. A por Alemania.
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