El libro 'El mapa del talento sénior', del que es coautor el presidente de UNIR, llama a derribar prejuicios sobre el rol de los más veteranos en el mercado laboral y su valiosa función social
Si el colectivo de las personas mayores merece de por sí un reconocimiento público, la escalada en el número de quienes engrosan cada año este segmento de población obliga a una atención inequívoca. Por parte de todos, empezando por la Administración, continuando por las empresas y sindicatos, prosiguiendo por los propios trabajadores. Y además, interiorizando que poner el foco en aquellos que han superado los 65 años nada tiene de asistencial o conmiserativo. Tampoco cabe colgar sobre esa estrategia una mochila de tópicos y lugares comunes pero huecos como que son menos productivos, carecen de la ilusión de los jóvenes, resultan más caros para el sistema, están superados por la tecnologías... Recelos y estereotipos que amenazan con alimentar un discurso discriminatorio que ya tiene un nombre propio: edadismo.
«Los equipos que incluyen jóvenes y mayores son más eficaces y productivos»
Superar estos tópicos, combatir el relato de la minusvaloración por razón de edad, poner en valor el activo que siguen representando nuestros mayores. Estas son algunas de las intenciones que fluyen en las páginas de 'El mapa del talento sénior', la obra de la que Rafael Puyol es coautor y que en el actual contexto resulta referencial. Catedrático de Geografía Humana y autor de más de 200 artículos y 19 libros sobre su especialidad –las migraciones y el envejecimiento demográfico–, el también presidente de UNIR advierte del papel «imprescindible» de las personas mayores en el mercado laboral a medio y corto plazo. Por múltiples razones. De una parte, la evolución demográfica marcada por una acusada caída de la natalidad y una mayor longevidad; por otra, el catálogo de virtudes que el colectivo atesora y sigue siendo capaz de desplegar. «Los conocimientos adquiridos, la experiencia acumulada, la capacidad relacional, la entrega...», enumera Puyol a la vez que desmonta los mitos que penden sobre los aludidos. «No son nativos digitales, por supuesto, pero es incierto que estén al margen de las tecnologías», indica para rebatir a la vez que la continuidad en sus puestos de trabajo cierre la puerta a nuevas incorporaciones. «Solo hay que atender a los datos y mirar la realidad de los países nórdicos», apunta el catedrático, rehuyendo concebir un mercado laboral cerrado. «Su estructura debe ser fluida, con equipos intergeneracionales que demuestran aportar eficiencia y productividad», señala en la convicción de que la combinación de edades «no solo es compatible, sino complementaria y muy enriquecedora».
Para que la teoría tenga traducción en el plano práctico, Puyol introduce otra clave: la necesidad de una legislación laboral que favorezca continuar en su puesto de trabajo a quien desee hacerlo. «Estimular y bonificar a la empresas y empleados que lo quieran, en vez de alentar la situación opuesta», concluye.
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.