Miércoles
A veces el cuerpo le pide a uno hacer burradas. Es una cosa natural: no somos seres de luz, sino más bien de barro recocido, y nuestra parte visceral suele sacar de nosotros cosas que luego hay que corregir. Somos contradicciones andantes, en parte gracias ... a la historia que llevamos escrita en los genes: lo que era una ventaja evolutiva para traernos hasta aquí nos hará, sin embargo, destruirnos si no lo frenamos.
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Ustedes perdonen, que me he ido del tema. Desde luego, no va a ser el curioso caso el cuadro titulado «Maristas» uno de esos que destruyan el mundo. Pero me vale como ejemplo.
En la pintura se ve a un niño desnudo en la tarima, junto a la pizarra, ante la imponente figura a contraluz de un cura que le toma la lección. David Lapeña lo pintó hace 25 años, recordando lo que él sentía cuando subía a ese entarimado.
Aunque el cuadro ha estado en muchos sitios, estos días estaba expuesto en la biblioteca Rafael Azcona. Allí lo vio alguien del colegio Maristas. No se sabe quién, lo que sí se sabe es que le molestó. Uno es libre de que cualquier cosa le ofenda, incluso una alegoría tan inocua. Pero ya no tanto de intentar eliminar aquello que a uno le ofende porque sí.
Hubo pues una protesta, nunca pública sino soterrada, y alguien del Ayuntamiento decidió primero cargarse la cartela con el titulo del cuadro y luego el cuadro del todo.
Dos reacciones muy tristemente humanas: querer acallar lo que nos resulta disonante, aunque por el camino nos carguemos la libertad de expresión y de creación artística.
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Y ahora, la re-reacción. No fue muy espontánea, pero fue: primero el autor se quejó en redes, y luego mi compañero Jonás Sáinz hizo lo que se debe hacer, o sea, preguntar. Las versiones municipales fueron atropelladas y algo contradictorias, pero al final el propio alcalde (exalumno marista él, dato relevante) se puso al teléfono y dijo que había sido un error, y que el cuadro volvía a su pared. Y volvió. Aunque sin cartelito. Luego, con la historia publicada en el periódico, Maristas tuvo otra segunda reacción: mandó un comunicado que sorprendía por impecable. Reconocía haberse quejado, reconocía que había sido un error, lamentaba las consecuencias y pedía perdón al artista.
Orgulloso me quedé del colegio (soy también exalumno marista, dato no tan relevante) y algo esperanzado: en un mundo en el que reinan las reacciones primarias, que vivan las secundarias.
Martes | Trump
Me gustaría poder ver menos noticias: me espantan muchas de las cosas que leo. Me gustaría no tener que leer cada mañana la burrada diaria de Trump, empeñado en parecerse tanto al Hitler de principio de los años 30 que produce un pavor inmenso. Casi tanto como el que producen los que, igual que a Hitler en los años 30, le aplauden en países como el nuestro.Mientras decide si invade o no Canadá (el cuerpo le pide hacerlo, de eso no hay duda) ha salido la ocurrente idea de vaciar Gaza y de convertirlo en un resort de playa. Con el aplauso de otro personaje de excelente currículum inmundo como Netanyahu. Ahí queda eso: echemos a dos millones de personas de sus casas, del lugar donde han vivido sus familias desde siempre, mandémoslos a tomar por donde amargan los pepinos y construyamos hoteles horteras. Limpieza étnica, racismo desenfrenado, crueldad absoluta, genocidio, desvergüenza de billonario. Y los hay que aplauden eso.
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Jueves | Madrid
Y para terminar, fútbol. Ya que se acaba el mundo, al menos distraigámonos con tontadas. Claro que para tontada gorda la que ha cometido mi equipo de toda la vida, el Madrí. Comunicado incendiario, victimismo y palabras gruesas tan fuera de onda que han conseguido cabrear a todo el mundo. Ay, qué difícil es ser merengue a veces. A uno estas cosas le recuerdan al primo de Harry Potter, el bellaco aquel que unas navidades la liaba parda porque solo había tenido 37 regalos, cuando el año anterior habían sido 38. Qué penica.
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