La magia viva de los humedales

Reductos de agua en pequeñas dosis se extienden por la región como un espacio de encuentro entre especies acuáticas y un gran número de aves de paso

Sergio Martínez

Logroño

Domingo, 2 de febrero 2025, 08:17

Doñana, la Albufera o las Tablas de Daimiel son grandes referentes del patrimonio natural español. Hábitats enormemente ricos, ecosistemas con sus propios ciclos, fuentes de ese agua que llama a la vida en ingentes cantidades. Pero ya sea en esos extensos parques naturales o minúsculas charcas, los humedales despliegan su magia y encanto. Y aunque sea a pequeña escala, La Rioja se ve salpicada por estos espacios que reivindican su trascendencia como punto de fértil biodiversidad. Ahora, más apreciados y protegidos, buscan dejar atrás esa época en la que fueron esquilmados por el ser humano y enfrentarse con garantías conservacionistas a la creciente amenaza del cambio climático.

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El Día Mundial de los Humedales es un buen momento para conocer estos entornos y a quienes los habitan. Desde hace años, la efeméride es aprovechada para concienciar y divulgar. Este patrimonio natural solo abarca una milésima parte de la superficie riojana, sin embargo, a la hora de enumerar sus características y beneficios su esencia se multiplica.

«Son ecosistemas ricos y diversos, desde cantidad de plantas y musgos a su fauna, con especies acuícolas, que necesitan el agua para vivir, y otras ligadas a ella, como las aves migratorias, que aprovechan esta red de distribución de humedales para descansar, recargar energía y continuar su viaje», explica Carlos Muro, jefe del Servicio Conservación, Naturaleza y Planificación de la Consejería de Agricultura y Medio Ambiente. Añade, además, que «son sumideros de carbono, importantes como reguladores del cambio climático».

La Rioja cuenta con 49 humedales registrados en el Inventario Español de Zonas Húmedas, cada uno con su relevancia y sus peculiaridades. Los hay naturales o artificiales; que tienen siempre agua o de forma temporal; de alta montaña y de ribera; alterados por la acción humana o conservados... Balsas, lagunas, embalses, pantanos o carrizales.

Los más recónditos de todos ellos forman también el conjunto más especial de la geografía riojana, casi a dos mil metros de altitud, los humedales de Urbión, en Viniegra de Abajo, están incluidos en la lista Ramsar, catalogados de importancia internacional. Este conjunto de charcas y lagunas tiene origen glacial, por lo que son entornos en destacado peligro de extinción a causa del cambio climático.

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Pero otros humedales singulares, y más accesibles, jalonan La Rioja. La laguna de Hervías, enclavada en un paisaje agrario, «la única de origen endorreico, cuya inundación se produce por el aumento del nivel freático y aportaciones de la cuenca», señala Carlos Muro. El carrizal de Cofín, en Alfaro, una zona desecada para arrozales y recientemente recuperada «en un entorno mediterráneo de elevada aridez». Los Hoyos de Cebollera o el Iregua, en Villoslada, turberas que esconden una microscópica vida vegetal. El Recuenco, la Degollada y el Perdiguero en Calahorra, parada obligatoria para la gran avifauna. Los sotos del Ebro en Alfaro, enormes y admirables, y que gracias a proyectos como Ebro Resilience están recuperando el terreno robado.

Cada uno cuenta una historia y forma su propio microcosmos. La biodiversidad, de unas u otras especies, es el punto común. La fauna cuenta con algunos vecinos habituales, especialmente en lo que respecta a reptiles –lución o culebra viperina, por ejemplo– y a anfibios: rana común, sapo partero, ranita de San Antonio, tritón jaspeado...

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Más atención reciben las aves, que se reparten de forma variada, si bien algunas zonas como La Grajera, las de Calahorra y los sotos del Ebro concentran la mayor variedad. Según confirman los censos, el más común es el ánade azulón, aunque también muy repartida está la focha común, la cerceta o algunas limícolas –que se alimentan fundamentalmente de invertebrados en las orillas– como el chorlito dorado, el andarríos, el avefría europea o la agachadiza común.

Los principales focos, sin embargo, se detienen en las aves de mayor envergadura, las más majestuosas, esas garzas reales o imperiales, la garcilla bueyera o el cormorán grande. Sus rutas de migración pasan por aquí y nuestros humedales sirven como apreciadas estaciones de servicio. Además, acogen a algunas especies en peligro de extinción en La Rioja como el avetoro, el porrón pardo o el galápago europeo

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«Las zonas húmedas multiplican la flora y fauna, son ecosistemas muy completos. Desde el punto de vista científico, lugares únicos para trabajar, y para el ciudadano común, espacios espectaculares en los que conocer muchas especies», comenta David Ijalba, presidente de la Asociación de Ambientólogos de La Rioja (Adalar), que destaca especialmente la repercusión de aquellos humedales de carácter natural, «que van a regular mejor los servicios ecosistémicos, la asimilación de carbono, el ciclo del agua... Debe ser prioritario mantenerlos y potenciarlos».

Agua que proteger

La concienciación sobre estos entornos apunta en la línea de la conservación –con figuras de protección y planes de gestión– después de décadas en los que eran consumidos, principalmente para actividades agrícolas, hasta desecarlos. «Existe especial sensibilidad hacia los entornos de agua, es difícil pensar que se permita realizar ahí una acción contaminante o que perjudique al paisaje», aprecia Ijalba.

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Nuevas amenazas se ciernen ahora en estas zonas, que siguen en claro retroceso a nivel mundial. «Una de ellas es el cambio climático, con más sequías y temperaturas más altas, que provoca su desecación. También la invasión de especies exóticas que está acabando con algunas autóctonas y, en el caso de las vegetales, provocando afecciones en la vida en las aguas al expandirse y acaparar oxígeno», subraya Carlos Muro, que alude a un próximo objetivo: la recuperación de las turberas de la sierra.

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