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Doñana, la Albufera o las Tablas de Daimiel son grandes referentes del patrimonio natural español. Hábitats enormemente ricos, ecosistemas con sus propios ciclos, fuentes de ese agua que llama a la vida en ingentes cantidades. Pero ya sea en esos extensos parques naturales o minúsculas charcas, los humedales despliegan su magia y encanto. Y aunque sea a pequeña escala, La Rioja se ve salpicada por estos espacios que reivindican su trascendencia como punto de fértil biodiversidad. Ahora, más apreciados y protegidos, buscan dejar atrás esa época en la que fueron esquilmados por el ser humano y enfrentarse con garantías conservacionistas a la creciente amenaza del cambio climático.
El Día Mundial de los Humedales es un buen momento para conocer estos entornos y a quienes los habitan. Desde hace años, la efeméride es aprovechada para concienciar y divulgar. Este patrimonio natural solo abarca una milésima parte de la superficie riojana, sin embargo, a la hora de enumerar sus características y beneficios su esencia se multiplica.
«Son ecosistemas ricos y diversos, desde cantidad de plantas y musgos a su fauna, con especies acuícolas, que necesitan el agua para vivir, y otras ligadas a ella, como las aves migratorias, que aprovechan esta red de distribución de humedales para descansar, recargar energía y continuar su viaje», explica Carlos Muro, jefe del Servicio Conservación, Naturaleza y Planificación de la Consejería de Agricultura y Medio Ambiente. Añade, además, que «son sumideros de carbono, importantes como reguladores del cambio climático».
La Rioja cuenta con 49 humedales registrados en el Inventario Español de Zonas Húmedas, cada uno con su relevancia y sus peculiaridades. Los hay naturales o artificiales; que tienen siempre agua o de forma temporal; de alta montaña y de ribera; alterados por la acción humana o conservados... Balsas, lagunas, embalses, pantanos o carrizales.
Los más recónditos de todos ellos forman también el conjunto más especial de la geografía riojana, casi a dos mil metros de altitud, los humedales de Urbión, en Viniegra de Abajo, están incluidos en la lista Ramsar, catalogados de importancia internacional. Este conjunto de charcas y lagunas tiene origen glacial, por lo que son entornos en destacado peligro de extinción a causa del cambio climático.
Pero otros humedales singulares, y más accesibles, jalonan La Rioja. La laguna de Hervías, enclavada en un paisaje agrario, «la única de origen endorreico, cuya inundación se produce por el aumento del nivel freático y aportaciones de la cuenca», señala Carlos Muro. El carrizal de Cofín, en Alfaro, una zona desecada para arrozales y recientemente recuperada «en un entorno mediterráneo de elevada aridez». Los Hoyos de Cebollera o el Iregua, en Villoslada, turberas que esconden una microscópica vida vegetal. El Recuenco, la Degollada y el Perdiguero en Calahorra, parada obligatoria para la gran avifauna. Los sotos del Ebro en Alfaro, enormes y admirables, y que gracias a proyectos como Ebro Resilience están recuperando el terreno robado.
Cada uno cuenta una historia y forma su propio microcosmos. La biodiversidad, de unas u otras especies, es el punto común. La fauna cuenta con algunos vecinos habituales, especialmente en lo que respecta a reptiles –lución o culebra viperina, por ejemplo– y a anfibios: rana común, sapo partero, ranita de San Antonio, tritón jaspeado...
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La fauna en los humedales
de La Rioja
Gráfico: J.A. Salazar
Fuente: Elaboración propia
Aguilucho lagunero
Avefría europea
Garza real
Garcilla bueyera
Focha común
Chorlito dorado
Martín pescador
Agachadilla
común
Cormorán
Grande
Ánade
azulón
Somormujo Lavanco
Lución
La fauna en los humedales de La Rioja
Gráfico: J.A. Salazar
Fuente: Elaboración propia
Aguilucho lagunero
Avefría europea
Garcilla bueyera
Garza real
Chorlito dorado
Focha común
Agachadilla
común
Martín pescador
Cormorán
Grande
Ánade
azulón
Sapo
partero
Somormujo Lavanco
Lución
Gráfico: J.A. Salazar
Fuente: Elaboración
propia
La fauna en los humedales de La Rioja
Gráfico: J.A. Salazar
Fuente: Elaboración propia
Aguilucho lagunero
Garcilla bueyera
Agachadiza común
Chorlito
dorado
Martín pescador
Garza real
Cigüeña
blanca
Cormorán
Grande
Avefría
europea
Ánade
azulón
Focha
común
Somormujo
Lavanco
Cuchara común
Lución
La fauna en los humedales de La Rioja
Gráfico: J.A. Salazar
Fuente: Elaboración propia
Aguilucho lagunero
Circus aeruginosus
Garcilla bueyera
Ardea Ibis
Agachadiza común
Gallinago gallinago
Martín pescador
Chorlito dorado
Alcedo atthis
Pluvialis apricaria
Cigüeña blanca
Garza real
Cormorán Grande
Ardea cinérea
Ciconia ciconia
Phalacrocorax carbo
Sapo partero
Avefría europea
Alytes
obstetricans
Ánade azulón
Focha común
Vanellus vanellus
Anas platyrhynchos
Fulica atra
Rana común
Pelophylax
perezi
Lución
Cuchara común
Tritón jaspeado
Somormujo Lavanco
Anguis fragilis
Spatula clypeata
Triturus marmoratus
Podiceps cristatus
Más atención reciben las aves, que se reparten de forma variada, si bien algunas zonas como La Grajera, las de Calahorra y los sotos del Ebro concentran la mayor variedad. Según confirman los censos, el más común es el ánade azulón, aunque también muy repartida está la focha común, la cerceta o algunas limícolas –que se alimentan fundamentalmente de invertebrados en las orillas– como el chorlito dorado, el andarríos, el avefría europea o la agachadiza común.
Los principales focos, sin embargo, se detienen en las aves de mayor envergadura, las más majestuosas, esas garzas reales o imperiales, la garcilla bueyera o el cormorán grande. Sus rutas de migración pasan por aquí y nuestros humedales sirven como apreciadas estaciones de servicio. Además, acogen a algunas especies en peligro de extinción en La Rioja como el avetoro, el porrón pardo o el galápago europeo
«Las zonas húmedas multiplican la flora y fauna, son ecosistemas muy completos. Desde el punto de vista científico, lugares únicos para trabajar, y para el ciudadano común, espacios espectaculares en los que conocer muchas especies», comenta David Ijalba, presidente de la Asociación de Ambientólogos de La Rioja (Adalar), que destaca especialmente la repercusión de aquellos humedales de carácter natural, «que van a regular mejor los servicios ecosistémicos, la asimilación de carbono, el ciclo del agua... Debe ser prioritario mantenerlos y potenciarlos».
La concienciación sobre estos entornos apunta en la línea de la conservación –con figuras de protección y planes de gestión– después de décadas en los que eran consumidos, principalmente para actividades agrícolas, hasta desecarlos. «Existe especial sensibilidad hacia los entornos de agua, es difícil pensar que se permita realizar ahí una acción contaminante o que perjudique al paisaje», aprecia Ijalba.
Nuevas amenazas se ciernen ahora en estas zonas, que siguen en claro retroceso a nivel mundial. «Una de ellas es el cambio climático, con más sequías y temperaturas más altas, que provoca su desecación. También la invasión de especies exóticas que está acabando con algunas autóctonas y, en el caso de las vegetales, provocando afecciones en la vida en las aguas al expandirse y acaparar oxígeno», subraya Carlos Muro, que alude a un próximo objetivo: la recuperación de las turberas de la sierra.
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Abel Verano, Lidia Carvajal y Lidia Carvajal
Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
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