Rabia Talab | Madre de Salwa Zidan
«Que Dios le perdone, yo jamás podré. Él mató a mi niña, a mi flor, a mi alegría»Secciones
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Rabia Talab | Madre de Salwa Zidan
«Que Dios le perdone, yo jamás podré. Él mató a mi niña, a mi flor, a mi alegría»Dolor, incredulidad, incomprensión y un odio profundo para el que jamás habrá perdón posible. No hay cicatriz, la herida no se ha cerrado, tal vez nunca lo haga. Es el dolor inconsolable de una madre a la que la demencia machista arrebató a su única ... hija. Rabia Talab ni olvida ni perdona, quiere que el asesino de su pequeña, Salwa Zidan, pague por su crimen, mientras espera a sus nietos, a los que debe el abrazo que no pudo dar a su niña, «la flor de nuestra casa».
No se han cumplido todavía cinco meses desde que la barbarie machista arrasó sus vidas. El 8 de julio pasado S. A., el hombre que había jurado amar y proteger a Salwa Zidan, acabó con la vida de su esposa y madre de sus tres hijos, dos niñas de 11 y 9 años y un varón de 7, en la vivienda familiar, en la plaza Martínez Flamarique de Logroño.
Aquel día, apenas 20 semanas atrás, la sinrazón volvió a teñir de luto la comunidad, un drama que recorrió, con su descomunal carga de dolor, en apenas unos segundos, casi 2.000 kilómetros de distancia, para llegar hasta Alemania, a un hogar berlinés en el que desde entonces el tiempo parece haberse detenido.
Apenas tiene fuerzas, sus frases se ahogan en llanto, pero con el retrato de su hija entre sus manos, Rabia Talab, una madre rota y sin consuelo, acepta hablar con Diario LA RIOJA, para rogar que se haga justicia. «No ha cambiado nada. Parece que la acabamos de perder ahora mismo, estamos toda la familia triste, rota. No la voy a olvidar nunca, es como si me hubiesen arrancado un trozo de mi cuerpo», asegura a través de una videollamada desde el salón de su casa, en Berlín.
De riguroso luto, apenas puede articular dos frases seguidas sin que las lágrimas inunden sus ojos y su voz se apague bajo una losa de tormento. Una bola de pena imposible de digerir. «No hay nada que explique esto, no hay ningún motivo para haberla matado y para esa violencia», defiende Rabia, que, recuperada momentáneamente la firmeza, confiesa que desde julio pasado trata de encontrar en su fe las fuerzas que no tiene.
«Rezo cada día y leo el Corán a diario con todo el alma, con toda la fuerza que me queda», explica para admitir que no hay clemencia en su corazón. «Nunca, jamás podré perdonar a su asesino. De mis seis hijos, Salwa era mi única niña, la flor de la casa, mi alegría. Es un asesino, que Dios le perdone, pero yo nunca podré hacerlo».
Rabia muestra su confianza en la justicia de España y su corazón habla con fiereza indomable, pese a que sabe que su anhelo es imposible en este país. «Mi deseo es que los jueces españoles lo castiguen lo máximo, desearía que fuese ahorcado para que sea un ejemplo para todos los que están asesinando a sus mujeres. Quiero que al asesino lo castiguen con la máxima pena posible, no merece perdón porque mi niña no se merecía que la matase así».
Rabia trata de reponerse de nuevo. De hecho es la única que tiene fuerzas para hablar. Toda la familia, su marido, sus cinco hijos varones no pueden o prefieren callar. «Estamos rotos, tristes y desesperados y aguardando la decisión del juez», confiesa. Sus tres nietos siguen en Logroño, en su colegio y bajo la tutela del Gobierno de La Rioja.
Habla con ellos cada día por videollamada, pero sueña con tenerlos con ella y darles el cariño que su madre ya no podrá brindarles. «Ellos son parte de Salwa. Tenemos contratada a una abogada para tratar de lograr la reagrupación de los niños y estamos a la espera de que lo antes posible se pueda cambiar su custodia a mí. Quiero abrazarlos, darles cariño, que vuelvan a tener el calor de la familia y alejarlos del asesino de su madre y que puedan quitar el miedo que todavía tienen ahora», defiende la abuela, que insiste en trasladar su agradecimiento a las cuidadoras que se ocupan de los pequeños y al Gobierno de La Rioja, bajo cuya tutela siguen los tres hermanos.
Tampoco se olvida de lo que ha hecho por su familia la ciudad de Logroño, en cuyo suelo reposan los restos de su hija, quien, tras una espera que para la familia fue eterna, debido a las obligadas labores del Instituto de Medicina Legal de La Rioja, pudo ser sepultada el 14 de julio en el cementerio musulmán, un área reservada en el camposanto municipal de la capital riojana. Allí se celebró una ceremonia a la que Rabia, por una inoportuna rotura de cadera en los días previos, no pudo acudir y cuyo recuerdo también duele todavía: «Me quedé sin abrazarla antes de que la enterraran», se lamenta, antes de insistir en su gratitud hacia el Gobierno de La Rioja, los jueces, la prensa y «a todos los que están tratando de ayudarnos allí».
Prefiere no decir más. La hemorragia no cesa y la cicatriz, si algún día la herida deja de sangrar, será siempre demasiado profunda. Rabia sabía que su hija vivió un infierno que empeoró «desde que a Salwa le concedieron la nacionalidad española y en él creció el temor de que lo abandonase y se llevase a sus hijos». «Por eso la mató. Era un hombre rencoroso, egoísta y celoso», asevera, como ya denunció en estas mismas páginas el 11 de julio, tres días después del crimen. Entonces, en una entrevista con Diario LA RIOJA, Rabia desveló que «siempre la ha amenazado de muerte, le pegaba, la maltrataba...». «Ella me lo contaba y yo le decía que fuese a denunciarle, pero Salwa nunca ha querido por miedo a que le quitaran a los niños o la encontrara luego por la calle», explicaba su madre, quien aseguraba que «los malos tratos empezaron en 2013, menos de tres años después del matrimonio, en 2010».
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