Que en pleno año 2024 pasar una aspiradora sea un acontecimiento parece algo extraño, un anacronismo, pero así ha sucedido en Luezas, aldea de Soto en Cameros a la que recientemente ha regresado la electricidad. «Ahora ya se puede conectar un aspirador para hacer una ... limpieza, que nos hizo hasta ilusión, o algo tan sencillo como un microondas, que no había posibilidad. Y lo próximo, un frigorífico, porque hasta ahora utilizábamos neveras de butano. Y a nivel de calor ya podemos tener radiadores eléctricos, porque la mayoría no tienen calefacción», explica Charo Rodrigo, vecina y presidenta de la Asociación de Amigos de Luezas.
Publicidad
Esta ha sido la última comunidad energética que se ha puesto en marcha en La Rioja. La primera fue la de otra aldea de Soto, Treguajantes. Después se materializaron las de Larriba (Ajamil), San Martín y Santa Marina (Santa Engracia del Jubera) en una primera fase. En la segunda, ya en marcha, se ha licitado la de El Collado (Santa Engracia) y se contemplan las de Turza (Ezcaray), Zenzano (Lagunilla), Ambas Aguas (Muro de Aguas), San Vicente de Munilla (Munilla) y Carbonera (Bergasa). Todas se rigen por el mismo sistema de financiación, el Gobierno de La Rioja sufraga el 80%, el Ayuntamiento correspondiente un 10% y el resto, entre los vecinos que deseen ser socios de lo que es un 'huerto solar', de manera que, cuantos más vecinos, más barato es.
«Se hace realidad lo que veníamos pidiendo hace más de 30 años. Nosotros tenemos placas solares pero no es lo ideal porque ante días sin sol las baterías se agotan», explicaba días atrás a Diario LA RIOJA Marcos Moya, vecino de El Collado, si bien allí, en el Alto Jubera, aún necesitan suministro de agua y carretera de acceso. Aunque la mayoría de los que poseen una casa en estos pueblos ya contaban con electricidad gracias a generadores o placas solares básicas, esto suponía un uso y una potencia muy limitada. La comunidad energética ofrece un salto de siglo. «Se va a poder disfrutar de la casa más tiempo al año. Es bienestar, las cosas que en la ciudad damos por supuestas y poder comprar electrodomésticos normales, que además son más económicos. Es calidad de vida... un lujo», afirma Charo Rodrigo.
El lujo de lo básico. Porque allí, a 1.150 metros de altitud, salvo naturaleza y montaña, que no es poco, no hay nada más. Si bien coronando la cima más cercana, Serrezuela, se contempla todo el Bajo Iregua. Realmente Luezas, que no está muy lejos de Nalda o Viguera, llegó a tener tendido eléctrico, pero al despoblarse a comienzos de los 70 se desmanteló la infraestructura. «Hasta los 80 no se arreglan las primeras casas. Nuestros padres han peleado por tener electricidad, aunque como el pueblo está tan alejado no resultaba asequible, pero era vital porque es parte del desarrollo», cuenta Charo Rodrigo, quien recuerda que se empezaron a rehabilitar las casas con linternas y agradece tanto al alcalde de Soto como al Ejecutivo regional el impulso brindado al pueblo.
Al otro lado de la LR-250, ascendiendo por una carretera igual de exigente y sinuosa se encuentra Treguajantes, que estrenó su energía solar a finales de 2022. «Sobre todo da tranquilidad porque en verano había que cuidar mucho el consumo. En la sede de la asociación, por ejemplo, que también funciona como bar, no podíamos tener una cámara frigorífica encendida todo el tiempo y ahora sí, incluso microondas», expone Lucía Olivas, presidenta de la Asociación Virgen de Serrias de Treguajantes.
Publicidad
Charo Rodrigo
Asociación Amigos de Luezas
Lucía Olivas
AsocIación Virgen de Serrias
Javier Monterrubio
Vecino de Larriba (Ajamil)
Ahora la comodidad asumida como normal y anodina en la ciudad se ha traspasado a la aldea. «Aunque al final siempre subimos los mismos, sí que en invierno pasamos más tiempo y sin medir tanto lo que gastamos de electricidad. Sobre todo lo notan quienes usan herramientas, porque antes andábamos con generadores enormes y muy ruidosos», señala Lucía Olivas.
Larriba, perteneciente a Ajamil, tal vez la población más recóndita del Camero Viejo y que ha perdido en un siglo más de 300 habitantes, estrenó su comunidad energética en diciembre de 2022. «Tener una línea eléctrica que no dependa de tus placas, con más potencia, supone ganar en confort porque podemos poner prácticamente todos los electrodomésticos», reconoce Javier Monterrubio, vecino de Larriba. «Antes tenías que estar jugando con la suma y resta de potencia y ahora eso se ha olvidado. La luz proporciona comodidad», confiesa Monterrubio. El de Larriba es un caso parecido al de Luezas. Tuvo tendido eléctrico hasta los 70, por la masiva despoblación se desmanteló y ha pasado medio siglo hasta recuperar el suministro, si bien ahora con energía renovable. Situado a 57 kilómetros de Logroño, su municipio vecino más cercano no es Ajamil, del que depende, sino Zarzosa, que ya pertenece al valle del Cidacos.
Publicidad
1 /
«En Larriba somos como diez vecinos y casas. Lo demás, incluida la iglesia, está en ruina. Esto supone un avance tremendo y la posibilidad de hacer casas, teletrabajar o, incluso, abrir negocios», advierte Monterrubio, si bien señala que todavía falta la conectividad y el arreglo del acceso a la aldea, situada a 1.250 metros de altitud. El mismo problema que sufre Zenzano.
«En Luezas esto ha sido un punto de inflexión para que la aldea pueda sobrevivir. Aldeas tan chiquitas como esta están abocadas a la despoblación sin servicios básicos», advierte Charo Rodrigo. «Ahora entras en casa y enciendes la luz», cuenta Javier Monterrubio. Las comunidades energéticas puede que no salven de la despoblación a pueblos ya heridos de muerte, pero apuntalará el trabajo que realizan sus descendientes para mantenerlos vivos unas décadas más para que no suceda lo que a Oteruelo, Villanueva de San Prudencio, Reinares, Bucesta, Avellaneda, Santa María, Montalbo, Cilbarrena, Anguta, Amunartia, Bonicaparra, Turruncún...
Publicidad
«Aunque todas son segundas residencias, es un lujo poder estar en plena naturaleza y desconectar, y ahora con las comodidades de la gran ciudad. Y no solo a nivel particular, también comunitario, porque organizamos muchas actividades con la asociación y así podemos disfrutar de un concierto sin generadores, que hacen mucho ruido y huelen a gasoil», apunta Rodrigo.
«Ha sido un gran avance el huerto solar. Nos ha puesto un poquito más en el mapa a núcleos casi despoblados. Ahora esperamos, por el bien de estas zonas, seguridad y posibilidades, poner 4G y wifi. Sería rematar la faena, un complemento a la energía eléctrica», expone Monterrubio.
¡Oferta 136 Aniversario!
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Te puede interesar
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.