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«Si actuamos ahora, aún es posible garantizar un futuro sostenible y habitable para todos», auguraba Hoesung Lee, Presidente del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), en una cumbre celebrada en Suiza hace poco más de un mes. Con esta aserción, el economista surcoreano especializado en economía del calentamiento global arrojaba un poco de luz a algunos de los ojos de los más escépticos: aquellos que -no sin motivo- consideran que ya no se puede hacer nada al respecto.
Sin embargo, dicha afirmación la hacía envuelta en cifras alarmantes, ya que, según el último informe del IPCC, «el ritmo y la escala de las medidas adoptadas hasta el momento, así como sus planes actuales, son insuficientes para hacer frente al cambio climático» y, si no se incorpora una acción climática eficaz y equitativa, «en las próximas décadas de 800 a 3.000 millones de personas en todo el mundo sufrirán escasez de agua crónica». Unas cifras que irán en aumento si no se implementan acciones concretas contra el calentamiento global.
Por eso son muchas las voces que abogan por trabajar juntos en la lucha contra el cambio climático; apelando no sólo a políticos e instituciones, sino también a ciudadanos. Una de ellas proviene de José Ignacio López Sánchez, docente en la Escuela Superior de Ingeniería y Tecnología e Investigador del grupo en Química Orgánica en UNIR quien, en sus últimos años, ha estado estudiando los diferentes efectos del cambio climático en la salud de las personas y los beneficios de la Inteligencia Artificial aplicada a las labores de trabajo en la agricultura y en el campo.
«El cambio climático es un concepto bastante amplio. Cuando hablamos de él, hablamos de una serie de fenómenos que incluyen el calentamiento global, el aumento del nivel del mar, la deforestación, la pérdida de la capa de ozono o la extinción masiva de especies», explica López. «Todo ello había pasado siempre, sin embargo, nunca antes lo había provocado el hombre».
Cuando se le pregunta por los efectos del cambio climático en la salud física y mental de las personas, responde tajante. «La relación entre nuestro estado mental y fisiológico con el cambio climático está súper demostrada. Cuando empiezan a escasear recursos y las poblaciones tienen que emigrar por falta de agua y otras materias primas, esas migraciones traen conflictos, traen guerras. Esto introduce un factor de estrés muy elevado». Además, añade, «todos estos cambios para los que no estamos preparados se traducen en multitud de daños al organismo: golpes de calor, incrementos de cánceres de piel, pérdida de visión, dificultad para concentrarnos...».
Tradicionalmente, el enfoque que se había tenido en la lucha contra el cambio climático era el de frenarlo mediante la reducción prácticamente total de los gases de efecto invernadero. Ahora, tal y como afirma López, se está empezando a hablar de otro enfoque: el de la adaptación al cambio climático. «El calentamiento global y el cambio climático van a seguir avanzando aunque implementemos acciones drásticas e inmediatas. Por ello, debemos empezar a desarrollar medidas de resiliencia que nos permitan estar preparados. Si no somos capaces de frenarlo, al menos hagámonos fuertes adaptándonos».
Aquí es donde entra la Inteligencia Artificial. «Necesitamos modelos computacionales que nos permitan saber hacia dónde nos dirigimos. En este sentido, la IA puede ayudarnos a hacer mejores predicciones, monitorizar campos enteros y ahorrar en recursos como el agua». Ya que, para López «este bien cada vez más escaso en unos años va a estar muy cotizado».
No obstante, como muchos otros expertos, considera que la responsabilidad última la tiene el ciudadano, que debe comenzar a tomar consciencia a través de la educación. «Al final somos muchos, y una mínima decisión, tomada por millones de personas, puede lograr cambiar el rumbo de la historia».
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Hoy en día vivimos en un sistema global. Los alimentos se producen en un lugar y se consumen en la otra punta del planeta. Esto -que para nosotros es lo más normal- tiene un importante coste a nivel medioambiental, resultado del transporte, los sistemas de refrigeración, los envases o los conservantes.
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El reciclaje nos permite ahorrar recursos naturales, reducir la cantidad de residuos que producimos y disminuir la contaminación que generamos al desechar materiales que podrían ser reutilizados. Es una manera efectiva y sencilla de contribuir a un futuro más sostenible y responsable con el medio ambiente.
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Es recomendable utilizar electrodomésticos eficientes con programas adecuados, limpiarlos regularmente, desenchufarlos cuando no se usen y reciclar los viejos correctamente. De esta manera, se reducirá el consumo de energía y agua y se evitará que se conviertan en residuos peligrosos para el medio ambiente.
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Evitar los vehículos particulares adaptándonos a métodos de transporte más sostenibles como los autobuses, el metro o las bicicletas -en la medida de lo posible- es esencial para mejorar la excesiva contaminación que hay en las ciudades.
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La calefacción o el aire acondicionado deben regularse en unos intervalos razonables. Para ello, se deben utilizar tecnologías eficientes tecnológicamente, establecer temperaturas adecuadas (no más de 23 grados en verano), utilizar sistemas de control específicos y reducir el uso innecesario de energía.
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El plástico es uno de los materiales más contaminantes que existen. Para reducir su uso de forma eficaz se puede comprar productos con menos embalaje, dar preferencia a las bolsas de tela en lugar de a las de plástico, utilizar botellas de agua reciclables, así como evitar productos que contengan microplásticos, como puede ser la ropa hecha con poliéster.
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Estela López y Sergio Martínez | Logroño
Melchor Sáiz-Pardo
Julio Arrieta, Gonzalo de las Heras (gráficos) e Isabel Toledo (gráficos)
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