Logroño, estación de tren
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«La ciudad bajo el cielo del domingo / ofrece un horizonte de corbatas / (...) de familias varadas en los bancos / de ambulantes fotógrafos en guardia» RAFAEL AZCONA ('DOMINGO CIUDADANO')El 15 de junio fue un día memorable en el Ayuntamiento de Logroño. Sobre todo, para la nueva Corporación, el entrante Gobierno y el flamante alcalde, Pablo Hermoso de Mendoza. Que tomó la vara de mando de su antecesora, Cuca Gamarra, compitiendo ambos en sonrisas ... que parecían francas. Y que sorprendió poco después a su auditorio, formado en su mayoría por un público que casi lo desconocía todo sobre su nuevo primer munícipe, con un discurso espléndido. Alejado de los topicazos, Hermoso utilizó la palabra como un bisturí. Sentó las bases de su mandato mientras abría en canal el brillante porvenir contenido en su mensaje, donde auguraba para Logroño (la ciudad tratada como un paciente en la camilla esperando la intervención del alcalde cirujano) un futuro que le permitiría participar de cada conversación que se mantuviera en el universo mundo. Era el mensaje de alguien ajeno a la política, que ingresaba en ese territorio minado aportando un suplemento de entusiasmo. Contagioso, porque sonaba sincero.
El exministro socialista Javier Sáenz Cosculluela, histórico líder del PSOE riojano durante los primeros años de la Transición, figura entre los firmantes del manifiesto que reúne a personalidades de todo el arco político. Cosculluela se integra en ese grupo antiguos diputados que integraron las Cortes constituyentes que ven con malos ojos la coalición que el actual PSOE de Pedro Sánchez negocia con los secesionistas catalanes y reclama a los partidos constitucionales un acuerdo en favor de un Gobierno que no dependa del independentismo.
Mañana se cumplen seis meses de ese día. Mientras por el Palacete revisan sus primeros cien días al frente del Gobierno riojano, no consta que el alcalde logroñés y su equipo se vayan a entregar a un ejercicio semejante. Medio año no es gran cosa, pero representa una parte fetén del mandato municipal, teniendo en cuenta que para acometer los grandes planes que perfumaban el programa con que el PSOE ganó las elecciones resultaba conveniente no dilatar la espera y por lo tanto gruesas novedades distinguen esos seis meses. Porque el alcalde llegó a su despacho aquella mañana de junio bien aleccionado: sabía que las medidas más controvertidas debería tomarlas mientras durase la fase de idilio con su electorado.
Así que Hermoso hizo sus deberes, aunque debe anotarse que hurtando a algunas de las decisiones más impopulares la necesaria transparencia. Tanto la oposición como la opinión pública fueron enterándose de tapadillo de la paralización de las obras de Vara de Rey o la instalación de un semáforo en Los Lirios. Como quien no quiere la cosa, evitando la censura de quienes se vieran afectados por las rectificaciones respecto a la etapa anterior que iban allanando la trayectoria de su Gobierno, Hermoso se cargó los planes de sus predecesores para el parque Gallarza, eliminó tanto la ordenanza de movilidad como la de terrazas e impuso sus propias ideas para el solar de Maristas, que también se desveló antes en la prensa (este diario) que en el salón de plenos.
Hermoso tuvo incluso la ocurrencia propia de quien lleva poco tiempo en el cargo y se aprovecha de que al otro lado del salón de plenos prende un severo despiste para subir los impuestos en vísperas de visitar las urnas. Con éxito electoral. Porque su partido también ganó las generales de noviembre en Logroño y entonces la cúpula de Martínez Zaporta sonrió: «Hemos ganado a pesar de la subida fiscal». Aunque también se oyó la voz de algún veterano socialista, que hoy todavía se tira de los pelos. «A quién se le ocurre», se pregunta. Y concluye: «No sé quién hace política en el Ayuntamiento». Una duda sin despejar, aunque pudiera ser que se resolviera sola: que sí hiciera política, pero al nuevo estilo. Normal que sus hermanos mayores no entiendan nada. Como no se entiende que cunda en su equipo ese modelo de concejal tan extendido, reacio a la luz pública, que concede todo el protagonismo al ubicuo socio regionalista.
El calendario de sesiones del Parlamento regional había habilitado la semana entrante para que el jueves se celebrase el pleno habitual cada quince días, pero los trabajos parlamentarios en curso (con las comparecencias de los distintos consejeros en la comisión correspondiente para detallar las respectivas partidas presupuestarias) ha modificado esa previsión. En consecuencia, la Mesa y Junta de Portavoces acordó el viernes aplazar la próxima sesión plenaria, que apunta a celebrarse el día 23. Antes habrán desfilado por el Legislativo los consejeros que restan: Luis Cacho, Eva Hita, Sara Alba, Ana Santos y (la última) Raquel Romero.
En aquel discurso de toma de posesión, Hermoso iluminó el Ayuntamiento con una cuerda de promesas que, razonablemente, reclaman tiempo para cristalizar. Debe anotarse que ingresó en la Alcaldía con las ideas claras y prueba de su determinación son todas esas medidas acordadas en apenas seis meses. Aunque el balance admite inquietantes sombras. Ni se sabe aún cómo quedará el soterramiento, se carece de Presupuesto (¡A dos semanas del cierre del ejercicio!) y, máxima carencia y grave escándalo, se ignora qué acuerdo alcanzaron los socios de coalición que auparon al PSOE a la Alcaldía. Ninguno de los firmantes se ha dignado a compartir con la ciudadanía el contenido del programa. Tal vez porque no existe.
«Nada une más a la gente que aspirar a un proyecto de ciudad de la que sentirse orgullosos, de la que poder formar parte», sentenció aquel mediodía de junio el alcalde en el salón de plenos. Llevaba razón. Pero en el ejercicio del poder se le ha olvidado que, para sentirse orgullosa de algo, la ciudadanía debería saber antes de qué forma parte exactamente. Cuál es ese programa (el misterioso pacto) y con qué recursos cuenta para implantarlo (el misterioso Presupuesto). La política no es un acto de fe en sus representantes por parte del votante, a quien la falta de claridad condena a la grisura del blanco y negro, la pura melancolía. Y le hermana con quienes un día desertaron de su ciudad y prefieron huir, agobiados por la sensación de abismal monotonía. Amenazados por esa metafóra que hoy simboliza la estación de tren: un sitio espectacular donde no pasa nada. Lo contrario a la luz que brilló en el Ayuntamiento hace seis meses.
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