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Logroño era una fiesta. Las calles del centro histórico de la ciudad, otrora vacías y poco transitadas, se convirtieron ayer en el escenario de la mejor película de época renacentista. El acto del encendido de las luminarias congregó el viernes a centenares de personas que ... disfrutaron de un espectáculo de luces y sombras. Y ayer, fueron muchos los que pasearon por las calles Sagasta, Barriocepo, Excuevas, Cofradía del Pez o la Merced, deteniéndose en los puestos del mercado renacentista. Joyas artesanales, jabones hechos a mano, embutidos caseros y puestos de comida hacían las delicias de los viandantes. En la Plaza de la Oca un grupo de turistas atendía divertido las explicaciones del Capitán Vélez de Guevara tratando de deshacerse del General Asparrot. «Es lo mejor de este San Bernabé, el teatro en la calle. Tenía ganas de ver la ciudad así, llena de gente», asegura un joven logroñés que acaba de aterrizar de Eslovaquia.
Para Patricia, de Guadalajara, este es su primer San Bernabé. Tiene un puesto de joyas realizadas al estilo tradicional cubano en la calle Cofradía del Pez y asegura que la gente está animada a comprar, «esperemos que el fin de semana vaya tan bien como hoy», apunta. Además, los juegos tradicionales hicieron las delicias de mayores y pequeños en la plaza del Mercado. Un ajedrez gigante, un dominó de madera y una noria medieval sirvieron de entretenimiento para niños y abuelos. Un inocente entretenimiento que compartía espacio con una recreación de las principales formas de tortura medievales.
Los más osados tuvieron la oportunidad de vivir una auténtica exhibición de fuerza y puntería en el Torneo de Justas Renacentistas, que tuvo lugar en la Plaza Ángel Bayo. Allí, los caballeros desafiaron las altas temperaturas e hicieron una exhibición de destreza con el arco y la flecha. Los espectadores recurrieron a cualquier cosa que les protegiese del imponente sol, desde periódicos hasta paragüas. Pese al calor, los integrantes de la Fragua de Vulcano demostraron su pericia en el arte del combate cuerpo a cuerpo. Una exhibición en la que, tal y como advirtieron, los golpes no están preparados y es por ello que los caballeros estaban protegidos por una coraza de metal de hasta cinco centímetros.
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