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Hace diez años, en plenas fiestas de San Mateo, aparecía en la página 40 de este diario una breve nota de un suceso que había ocurrido en Lérida, a más de 300 kilómetros de la capital riojana. Los Mossos d'Esquadra buscaban a un hombre de piel oscura con bermudas verdes y camisa azul a rayas como presunto autor de cinco apuñalamientos en la calle. Una mujer argelina, un ciudadano chino, un peruano, un español y un pakistaní. No hubo ningún ataque más porque a esta última víctima le dejó clavado el cuchillo en la espalda. El único nexo entre los agredidos es que eran extranjeros, salvo uno, un español que simplemente se cruzó en su camino. Lo que entonces no se sabía es que aquel suceso iba a extender sus tentáculos en La Rioja y de qué manera lo hizo, acaparando más de una veintena de titulares de portada.
El agresor resultó ser A. R. V., un joven logroñés de 21 años, alumno de tercero de Medicina en la Universitat de Lleida, que en su ciudad natal había fundado la asociación 'Nueva Época', vinculada ideológicamente a la extrema derecha. Era un estudiante brillante y un destacado jugador de fútbol que por entonces tenía una cuenta pendiente con la justicia riojana por una agresión con arma blanca de tintes xenófobos.
Aquel joven, que fue sentenciado a 33 años de prisión, que se convertirían en internamiento –como máximo 20 años– en un centro psiquiátrico, cumple condena en la cárcel de Zuera, Zaragoza, donde pasa las horas estudiando y jugando al ajedrez, y sigue escrupulosamente su tratamiento. A día de hoy ha disfrutado de varios permisos con total normalidad, explica su abogado, Jon Zabala. Un comportamiento que para la familia avalaría, una vez que ha cumplido la mitad de su condena, su salida del centro más pronto que tarde.
Pero ¿qué le ocurrió? ¿Por qué actuó así? La sentencia, dictada después de escuchar a todos los testigos que declararon durante el juicio celebrado en 2017 en la Audiencia Provincial de Lérida, concluyó que A. R. V. actuó «en plena orgía agresiva». El 22 de septiembre de 2014, fiel a su ideología, el joven decidió atentar contra la vida de ciudadanos extranjeros. En la mañana de ese día se dirigió primero a un supermercado donde compró cerillas, y luego, a una gasolinera para hacerse con cinco litros de combustible. Sobre las 17.00 horas prendió fuego a su piso, salió de su casa con un cuchillo en la mano y con su arma blanca fue atacando a varias personas, apuñalándolas a unas por la espalda y otras en el abdomen. A su última víctima, la quinta, le clavó el cuchillo en la parte superior de la espalda hasta tal profundidad que no pudo recuperar el arma y la dejó hundida en el cuerpo de este hombre, de nacionalidad pakistaní. Después de la agresión, el joven riojano emprendió la huida a pie hasta llegar a la localidad de Balaguer. Allí entró al bar Pere, llamó por teléfono a un taxi y regresó a su domicilio, en Lérida. Sobre las 19.50 horas, a escasos metros del portal de su vivienda, confesó a unos agentes de la guardia urbana que se encontraban en la zona que él y solo él había provocado aquella tarde de pánico en Lérida.
En aquel momento, precisó la sentencia, el acusado «se encontraba con sus facultades intelectivas y volitivas gravemente afectadas como consecuencia de un trastorno delirante derivado del trastorno paranoide de personalidad que sufre». En el fallo, el juez consideró a A. R. V. autor de un delito de incendio y cinco de asesinato en grado de tentativa, pero entendía que en este caso concurría la eximente incompleta de alteración o anomalía psíquica, la atenuante de confesión y en el caso de los asesinatos, la agravante de racismo.
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