Lograr la conciliación real, principal reivindicación del colectivo

Sin embargo, ya sea según una u otra clasificación, el problema de todas las familias monoparentales es el de la «conciliación». Un asunto que también preocupa a las familias biparentales pero que se agrava doblemente en el caso de que haya un solo progenitor en la unidad familiar. Comenta Silvia, madre de dos hijos de ocho y seis años, que «la necesidad fundamental es siempre la conciliación, el conseguir el mejor equilibrio posible en el cuidado de los niños».

Esta mamá señala que a las dificultades de conciliación se suma «la falacia» que está muy extendida de que su tipo de familia tiene más ventajas o facilidades. «Mucha gente cree que tenemos más ayuda, cuando nada más lejos de la realidad», apunta Silvia para la que «no es tanto la necesidad de que te apoyen económicamente, que nunca está de más, sino ese cambio en la percepción de que la conciliación no es sólo dinero». Lo justifica con el ejemplo de las ludotecas públicas que vivió en su día: «El pequeño no podía ir por edad y había que llevarlo a otro lado, eso sí tenías plaza para el mayor, que muchas veces, tampoco... Y estabas todo el día de aquí para allá, tú sola», apunta para reclamar más atención a estas dificultades.

Como madre trabajadora, Silvia sabe lo que necesita en su vida familiar: más apoyo externo. Esa sería, a su juicio, una buena herramienta para alcanzar una mejor conciliación, sin necesidad de acrobacias en el día a día. Ella lo propone como «algún mecanismo de apoyo fiable que facilite congeniar horarios laborales, escolares y familiares».

Tiene claro Silvia que su opción de maternidad escogida no pretende generar lástima ni condescendencia, aunque se da más de lo que le gustaría admitir: «A veces la gente te dice 'tú lo has elegido, te aguantas'. Lo entiendo, pero también es una elección propia la que hacen las familias numerosas y no se les achaca eso y cuentan con ciertas facilidades».

«Yo lo veo todo tan obvio..., –se lamenta Silvia–, pero, claro, algo falla porque esto no se entiende. Creo que estamos en la reclamación, en la exigencia pero también en educar un poco también a la sociedad sobre los nuevos modelos familiares. Ahí puede estar parte de la clave de esa especie de resistencia social o mental...».

Silvia pone de manifiesto que ha tenido que escuchar juicios de lo más variopintos: «Que si nos sentimos por encima de los hombres, que si los apartamos de nuestras vidas, que si rechazamos lo masculino, que si robamos la figura paternal a nuestros hijos... Unas bobadas tremendas», dice para señalar: «Y otras te dicen eso de 'bueno, todos hemos hecho las cosas mal alguna vez, no pasa nada'. ¿Cómo que he hecho las cosas mal? Es que yo no termino de ver qué he hecho mal», se cuestiona, enfadada, esta madre.

«Yo mantengo una postura bastante 'pasota' ante semejantes comentarios, pero a veces te dan ganas de responder que por qué no se ponen en tela de juicio determinadas formas cuestionables de ejercer la maternidad o la paternidad», apunta con un deje de indignación.