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Yuriy Yanovskyy y su mujer Larysa han hecho todo lo posible para acercar a varios de sus familiares, teniendo en casa a su cuñada Oksana Zasimenko y su hija Kristina. E. P.
Llegan los primeros refugiados a La Rioja

Llegan los primeros refugiados a La Rioja

Arnedo ·

La comunidad ucraniana en la ciudad se moviliza y acoge a familiares de diversas edades que huyen de la invasión rusa

Jueves, 10 de marzo 2022, 01:00

Hace solo dos semanas, Oksana Zasimenko ejercía de médico en su ciudad de Vinnitsa, al sur de Ucrania, y su hija Kristina acudía a su colegio. Tras dos semanas de la invasión decretada por Putin, duermen a 3.200 kilómetros de su hogar. Oksana guarda su tristeza en silencio, intentando comprender lo que sucede; Kristina, a sus 6 años, hoy acudirá a un nuevo colegio en Arnedo... mientras, su padre defenderá su patria en una guerra.

Son dos de la decena de primeros ucranianos que han llegado a Arnedo huyendo de la muerte dictada por Putin. «Están lejos de casa, tristes, pero a salvo... vivos», se resigna su cuñada, Larysa Yanovskyy.

Ante el inicio de la destrucción, hace apenas dos semanas, huyeron a la frontera polaca. Algunas bolsas y poco más. Desde Arnedo, su cuñada Larysa y su marido Yuriy buscaron el modo de que parte de su familia pisara tierra en paz. Encontraron un autobús hasta Bayona. Yuriy y su hija fueron a buscarles. A Oksana, Kristina, a la hermana de Yuriy y a otra familiar con dos niños de 6 y 13 años. «El viaje ha sido duro. Mi hermana está muy triste. Si la guerra se acabara y pudiera, volvería ya a Ucrania», suspira Yuriy, camionero de profesión.

Hasta este martes estuvieron los seis en casa del matrimonio afincado en Arnedo desde hace dos décadas. La disposición de un conocido ha permitido albergar a cuatro de ellos en un piso de Calahorra. «Su hijo nos recibió con la bandera ucraniana pintada en la pared con la palabra 'Bienvenidos' en nuestro idioma. Nos emocionó», agradece Yuriy.

Antes del inicio de la invasión, 107 ucranianos estaban censados en 43 familias de la ciudad del calzado, un tercio de la comunidad en La Rioja. Con ese arraigo, varias han abierto sus hogares desde ya, como también la de Iury Kobzar.

En los próximos días está previsto que lleguen dos matrimonios con dos hijos cada uno y otra familia de nueve integrantes. Además, otra familiar de los Yanovskyy, embarazada, junto a su hija.

Para todos los que lleguen, Arnedo constituyó el lunes un centro de coordinación conformado por Ayuntamiento, representantes ucranianos y Cruz Roja y Cáritas. Se han repartido las labores: Cruz Roja es la puerta de entrada para regularizar los papeles con Extranjería y el Consistorio, en comunicación con el Gobierno de La Rioja, favorece la escolarización inmediata de los niños. «Han venido muy tristes y asustados. La mejor terapia es que acudan al colegio con otros niños ucranianos que les ayuden a integrarse como iguales entre todos nuestros hijos», asiente el alcalde arnedano, Javier García.

Y para las necesidades más perentorias, Cáritas reparte comida y ropa y les permite incorporarse ya a las clases de guarnecido y de castellano en colaboración con el IES Virgen de Vico; y la Fundación Francisca Bretón y los Servicios Sociales, con ayuda del grupo de emergencia del Colegio de Psicólogos, les ofrecerán atención psicológica ante el impacto del cambio radical y doloroso que han sufrido sus vidas.

Además, con el estatus de ciudadano comunitario prometido por la Unión Europea podrán buscar empleo. «Nuestro temor es que no sabemos cuánto va a durar la guerra. Podemos acoger a seis personas por un mes, dos meses... ¿Pero cuánto tiempo más podremos estar así? Vamos a ayudar en todo lo que podemos, pero necesitaremos oportunidades de trabajo para todos», insta Larysa. Como primer tema pendiente, necesitan transporte para llevar a los dos niños acogidos en Calahorra al colegio en Arnedo.

Porque los ucranianos residentes en Arnedo tienen claro que la guerra se va a alargar en el tiempo. «Ante la amenaza nuclear de Putin, los otros países no van a entrar en guerra. Estamos solos, pero nos vamos a defender. Ya no nos vamos a rendir. Han levantado sangre y destruido todo, ya no nos rendimos», aprieta los dientes Yuriy. «Si entra Putin a gobernar, será peor para nosotros, seríamos esclavos para toda la vida. Quiere Ucrania sin sangre de ucranianos», advierte Larysa.

Ni pan, ni agua de Rusia

Las tropas rusas entraron el pasado martes en la zona de Jerson, al sur de Ucrania, en la frontera con Crimea. Hasta el viernes, la población sufrió un drástico sitio. Quedó sin alimentos, sin medicamentos. El agua, la electricidad, la calefacción, cortados en este frío invierno. El viernes llegaron los furgones rusos acompañados de la televisión oficial para mostrarse salvadores del, desde su relato, ataque de los ucranianos contra Jerson. Nadie salió a recoger la ayuda. Se quedaron en sus hogares blandiendo la bandera ucraniana desde las ventanas. «La gente tiene hambre, pero no coge nada de parte de Rusia, ni pan ni agua», cuenta Petro Manuilenko, ucraniano asentado en Arnedo.

«Somos muy trabajadores: que nos dejen trabajar, será la gran ayuda para los que lleguen», afirma su hija Alina Manuilenko. Ella llegó a Arnedo con sus padres hace siete años, a los 16. Seguía el camino de muchos compatriotas. Hace dos décadas, huyendo de otro gobierno con tintes dictatoriales y buscando oportunidades, los primeros ucranianos llegaron a la ciudad del calzado. Entre ellos, Tatiana Cherkasova, desde la ciudad de Vinnitsa, como Yuriy y Larysa. «Entonces, vivíamos en Ucrania la misma situación que Rusia hoy, donde no contaban con nuestra opinión y encarcelaban si estabas en contra del gobierno –describe–. Al llegar a Arnedo, vimos que había un buen nivel de vida, libertad y que nos trataban muy bien. Boca a boca, la gente fue viniendo». El sector del calzado da oportunidades sin necesidad de una formación especializada o profundo conocimiento del idioma, lo que atrajo a más personas de esa zona sur de Ucrania. «Además de vivir bien, puedes ayudar a tu familia enviando algo de dinero», apunta Tatiana. «Pero mi corazón es ucraniano», se emociona. Hoy, una de sus hijas, médico de profesión, colabora en la defensa del país, como su marido.

Desde Arnedo, están pendientes en cada momento de la situación de sus familias, que no salen a la calle de una ciudad tomada para evitar riesgos. Quedan a la espera del devenir ruso en los próximos días. «Los medios de Rusia están diciendo que son los ucranianos los que meten los tanques, los que atacan las escuelas, guarderías, hospitales...», lamenta Petro. «Los ucranianos de allí sí son conscientes y están informando de lo que está pasando a través de las redes sociales. Pero la sociedad rusa está muy engañada, convencida por la propaganda de Putin de que la invasión está bien».

Desde la ciudad partía ayer el primero de dos camiones trailers con ayuda para la frontera polaca. La primera tonelada de ropa térmica, sacos de dormir, medicamentos, termos... «Todo lo que están haciendo es mucho más de lo que esperábamos. Más no se puede hacer», sonríe Alina. «Pedimos decir la verdad, que esta situación es culpa de Putin, que quiere dominar el territorio de Ucrania y quiere engañar a la gente», reclama Tatiana.

Y dado que ya no se pide más producto en especie, se recogen donativos. La comunidad ucraniana lo remite a sus familias telemáticamente. «Los niños están naciendo en los sótanos, sin médicos especializados; hay grupos organizados llevando comida a las casas... Por eso necesitan dinero», invita Alina.

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