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Los expertos coinciden: móvil sí, pero también control y aprendizaje L. R.
Cuando llega el día de tener móvil
El análisis | Los menores y el móvil

Cuando llega el día de tener móvil

Expertos de UNIR coinciden en rechazar la prohibición de los teléfonos, pero también en la necesidad de condiciones (y control) claros

Domingo, 3 de diciembre 2023

Miles de padres y madres en toda España se están uniendo en torno a plataformas para prohibir el uso del móvil entre los adolescentes o retrasar al máximo la edad a la que puedan tenerlos. Entre los progenitores aumenta la preocupación, sobre todo, a raíz de las últimas noticias en las que se hecho público el contenido no adecuado, de extrema violencia y alto contenido sexual, al que grupos de estudiantes han tenido acceso. Inquieta, asimismo, el creciente acoso escolar que se ejerce a través de él.

El Instituto Nacional de Estadística ha publicado recientemente una encuesta en la que se recoge que los menores tienen su primer móvil a una edad cada vez más temprana. Siete de cada diez niños de entre 10 y 15 años posee un 'smartphone' y según un estudio realizado por el Grupo de Ciberpsicología de UNIR, un 16% de los adolescentes hace un uso problemático de las redes sociales –o está en riesgo de hacerlo–.

Por ello, que haya surgido ese movimiento para tratar de frenar que los adolescentes tengan móvil «me parece una reacción lógica, razonable y necesaria ante una situación que durante la última década ha ido evolucionando de una manera incontrolable», admite Joaquín González-Cabrera, investigador principal del Grupo de Ciberpsicología e investigador principal del Instituto de Transferencia e Investigación de UNIR. No obstante, matiza que para él no se trata de prohibir la tenencia del móvil antes de los 16 años, porque «es un instrumento y como tal no genera el problema», sino que lo provoca el uso que se hace de él; «sería un error, porque al final lo prohibido se hace más atractivo y tiende a venerarse de una manera social»; ahora bien, «limitar, sí, aunque no tanto el uso, sino ciertos elementos, como las redes sociales, a través de los proveedores de servicios».

«El móvil no puede ser del niño, sino de los padres que se lo prestan»

Víctor Renobell

Coordinador grado UNIR

En una sociedad en la que la mayoría de los padres no son nativos digitales se hace urgente trabajar el componente educativo con respecto al uso del móvil. «Lo comparo con la propia socialización del niño; cuando va por la calle le decimos que si se le acerca un extraño que cruce de acera o nos lo cuente. Lo que hacemos con él en el mundo real para que tenga más seguridad, también lo tenemos que trasladar al mundo tecnológico. Es decir, que nos cuente si le envían mensajes personas que no conoce o que el niño entienda que ahí hay un peligro», explica Víctor Renobell, doctor en Sociología y Coordinador del Grado en Ciencias Políticas y Gestión Pública de UNIR.

Ambos expertos coinciden en la necesidad de control y supervisión por parte de los progenitores del uso que hacen del móvil sus hijos, además de reafirmarse en que «el móvil no puede ser un objeto del niño, sino un objeto de los padres que se lo prestan. No es una buena práctica regalar un móvil, porque pierdo peso para poder supervisarlo», apunta Renobell.

Asimismo, abrir un debate respecto a la edad mínima recomendable para tener un móvil impediría focalizarse en la madurez psicológica de cada niño. Es decir, si con 13 años «es capaz de gestionar su tiempo de manera razonable, de decir no a ciertas situaciones o ha interiorizado ciertas normas familiares de uso y de límites, que es algo fundamental, ¿por qué no darle un teléfono móvil», se plantea González-Cabrera.

En esta misma línea, Renobell, consciente de la dificultad que tienen los padres de ir contracorriente a la hora de evitar que sus hijos tengan móvil, apunta a que hay que abogar por «sancionar los malos usos e instaurar normativas básicas, un reglamento para saber qué se puede y qué no se puede hacer».

Un contrato que fije unas consecuencias si se incumple

Joaquín González-Cabrera

¿Y si firmamos un contrato? Joaquín González-Cabrera sugiere que a la hora de establecer las condiciones con las que un adolescente puede usar un móvil estas se pongan en negro sobre banco: en un documento negociado entre las partes que recoja sus usos, límites y las consecuencias de incumplir lo firmado. Y no es necesario partir de cero porque existen modelos, como los que ofrecen la Fundación ANAR (Ayuda a Niños y Adolescentes en Riesgo) o Internet Security for Kids, y a partir de ahí ajustarlo a cada situación y necesidades «y al conocimiento que cada uno tenga de su hijo».

Partiendo de la base de que el teléfono móvil es una cesión de la familia, de los padres y madres, al hijo, el dispositivo tiene que disfrutarse respetando unas normas de tiempo –es decir, durante cuánto tiempo–, de horario –no es lo mismo de seis a ocho de la tarde que de diez a doce de la noche– y también qué se va a hacer con el móvil y cuánto tiempo se va a estar en cada aplicación. «Hay monitorizaciones que nos pueden ayudar». Igualmente el limitar su presencia en determinadas redes sociales, así como establecer las normas de privacidad en ellas. «Los perfiles de los menores tienen que estar capados y solo aceptar a aquellas personas con las que se tiene contacto», señala Gonzalez-Cabrera. Todo esto tiene que estar en el contrato y el menor debe aceptarlo y, si no, acatar una consecuencias que también quedarán recogidas, como retirada de móvil o menos tiempo de uso. En todo momento se debe controlar y supervisar el teléfono. Critica que en el contexto 'on line' «se dejan hacer cosas que en el tradicional serían aberraciones en muchas ocasiones».

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