«Doy la llave con todo el corazón»
Carmen Rodríguez Ramírez | Guardiana de la Ermita de San Esteban, en Viguera ·
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Carmen Rodríguez Ramírez | Guardiana de la Ermita de San Esteban, en Viguera ·
Asegura Carmen Rodríguez Ramírez, a sus 83 años, que ha nacido, se ha criado y casado en el puente del empalme de Viguera. Allí, donde antiguamente regentaba el restaurante Venta La Paula, a pie de la carretera N-111, reside Carmen, guardiana de la ... llave de la Ermita de San Esteban, una pequeña joya medieval, muy desconocida, quizá porque fue rehabilitada a mediados del siglo XX y porque para acceder a ella hay que ascender un empinado sendero. Carmen guarda la llave y ofrece bastones para que los turistas tengan más fácil el ascenso y linterna para contemplar mejor las pinturas del interior.
Casada con Rufino y madre de dos hijos (Eduardo y Begoña), Carmen es historia viva de la carretera. Pasa una ambulancia como un cohete y saluda a los sanitarios como si fueran vecinos. Buena parte del tiempo está en la terraza, embellecida con geranios y begonias, en compañía de su hermano Félix, que es quien talla los bastones. «Carmen es una señora de garra y carácter», describe el alcalde de Viguera, Álvaro Manzanos, quien recomienda charlar un rato con ella porque «forma parte de la visita a la ermita».
El coqueto templo, refugiado en una oquedad de la montaña, junto a lo que parecen refugios de buitres, fue puesto en valor por una familia de Castañares de las Cuevas y estos entregaron la llave de la ermita a Carmen, quien la custodia, dice, «por humanidad». «Me la dejaron porque soy la que más cerca vive y porque soy guapa», bromea. No se acuerda de los años que lleva prestando el llavero; ella contabiliza el tiempo en base a los libros de firmas: «Llevo ya cuatro o cinco gastados, la gente pone que les ha gustado mucho». Y, cuando le devuelven el préstamo, «si no dejan propina, yo la pido y todo el mundo me da: unos mucho, otros poco...».
cARMEN RODRÍGUEZ RAMÍREZ
Asegura que solo en una ocasión no le devolvieron la llave. «Una vez se olvidaron y se marcharon con ella, pero en cuanto se dieron cuenta volvieron con ella. ¡Hasta de América han venido a visitar la ermita! Es increíble», cuenta Carmen, quien, eso sí, confiesa que hace tiempo que no visita el templo. «Antes subía, pero ya no, que tengo muchos años», se justifica, y es que el desnivel del sendero provoca que haya que estar en forma o no tener prisa para visitar la ermita de San Esteban, donde casi es tan hermoso el interior como el exterior, por las extraordinarias vistas que ofrece.
Admite Carmen, además, que tiene mucha fe: «Aunque no soy beata, todo lo que pido me lo han dado: salud. ¿Para qué más?». Y anuncia que guardará la llave «mientras viva, y luego será mi hijo quien la tenga, o quien viva aquí» porque, declara, «doy la llave con todo el corazón del mundo».
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