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Pablo y Rumen durante su jornada de trabajo. Suleyman Evrán / Sadé Visual
A ellos tampoco se les caen los anillos
Los 'kellys'

A ellos tampoco se les caen los anillos

Si hay un oficio abrumadoramente femenino ese es el de camareras de piso, pero también aquí hay excepciones: Pablo y Rumen

Carmen Nevot

Logroño

Sábado, 8 de marzo 2025, 13:32

Pablo y Rumen son la excepción, el verso suelto en un oficio en el que localizar a un hombre que lo ejerza es casi más difícil que encontrar una aguja en un pajar. Pero haberlos haylos, como las meigas. En La Rioja sobran los dedos de una mano para contarlos y los tres que hay trabajan en el Hotel Balneario de Arnedillo. Inmersos en un terreno que siempre ha sido profundamente femenino, se mueven entre sábanas, lejía, polvo, escobillas, limpiacristales, plumeros, fregonas... y empujando el carrito de habitación en habitación, de la 302 a la 301 y de ahí a la 300. Así hasta acabar una jornada que arranca a las 08.30 horas y finaliza a las 16.30.

Rumen HristovIvanov, Pablo Gracia Vicente y su hermano gemelo –aunque éste último no aparece en estas líneas– son los 'kellys'. Se podría decir que son los intrusos en un mundo de mujeres si no fuera porque entre los dos llevan 38 años como camareros de piso, más que algunas de sus catorce compañeras de faena.

Rumen nació en Bulgaria, tiene 52 años y lleva en el oficio desde 2009. Entró en agosto de aquel año y vino rebotado de la construcción. La profunda crisis económica de 2008 que se desencadenó tras pinchar la burbuja inmobiliaria le dejó en la calle, en paro y con un futuro en la cuerda floja. José Miguel Guzmán, director del balneario «me dio esta oportunidad, me gustó y me quedé». Han pasado 16 años de aquello y allí sigue sin diferencia entre hombres y mujeres, son todos compañeros.

Los clientes también están acostumbrados a ellos. Son muchos años ya y hay «personas que vienen varias veces al año». Es contundente al afirmar que «es un trabajo que también lo pueden hacer los hombres». Antes de ejercer como 'kelly' cuenta que limpiaba en su casa. «No se puede decir que sólo la mujer puede hacer las tareas de casa, un hombre también, no hay ningún problema».

Pablo Gracia Vicente tiene 54 años y en verano cumplirá 22 en el oficio. El tiempo desde que comenzó ha pasado sin darse cuenta. «Se pasan los meses y los días que no te enteras. Siempre estás corriendo y para cuando te percatas ya ha pasado la mañana».

Como Rumen, acabó de camarero de piso de rebote, tras trabajar como pintor y en una conservera. Pero todo terminó. Como no encontraba trabajo, preguntó en el paro, allí le ofrecieron su puesto actual y no se lo pensó. A los tres meses le hicieron fijo. «Era 2003 y por entonces te hacían fijo enseguida, no es como ahora, que es más complicado».

Su trabajo, dice, «es como todos, a veces bien y otras, mal. Hay días que tienes mucho trabajo y lo pasas mal, pero otros estás mejor». Los hospedados han normalizado su presencia entre una plantilla que sigue siendo abrumadoramente femenina. Muchos de sus clientes les conocen desde hace años, «incluso preguntan por nosotros», quizá porque ellos son de los pocos a los que no se les caen los anillos.

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