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Las convulsiones registradas en el seno de Podemos en los meses de verano prolongaban en realidad las tempestades que la formación ha vivido durante la legislatura recién moribunda, muy pródiga en líos internos con derivadas en sus representantes públicos. Valga un ejemplo. Sara Carreño, que ... se convirtió en diputada en el Congreso aprovechando la ola buena que desde el 2016 hasta las elecciones de abril empujaba las siglas moradas, regresó a La Rioja cuando perdió su escaño. Se convirtió entonces en una de tantas voces críticas con la deriva de su partido, gestionado por la dirección provisional que hasta la semana pasada capitaneaba el grupo afín a su rival interno, Kiko Garrido.
Dejó constancia de su malestar con la estrategia negociadora que lideró Raquel Romero en la formación del nuevo Gobierno de izquierda y se hizo ver por el Parlamento en compañía de miembros del sector crítico con el equipo negociador. Hoy, sin embargo, está a punto de completar un largo viaje desde el antiguo Podemos hasta el actual, que acaba de ingresar en el Palacete: Carreño apunta a convertirse en estrecha colaboradora de Romero, olvidadas de repente sus diferencias.
Unas desavenencias que cristalizaron allí donde suelen en la nueva política: en las redes sociales. En unos cuantos mensajes, Carreño se despachó a gusto con la nueva consejera a cuenta de su negativa a firmar el pacto de coalición con PSOE e IU: «He pasado vergüenza escuchando a Raquel Romero en la investidura», denunció. En el mismo mensaje, añadía: «Ni una sola propuesta política, ningún respeto a los resultados electorales y una más que desafortunada fábula en la que parecía asignar el papel de 'la zorra' a Concha Andreu».
Se refería Carreño con estas palabras a la incendiaria intervención de Romero en la primera sesión del debate parlamentario, aquel fallido primer intento de Andreu por convertirse en presidenta. Cuando la diputada morada afeó a su futura jefa su talante negociador y se ganó el abucheo de buena parte del público asistente, donde se encontraba quien hoy, luego del nuevo ajuste de fuerzas en el interior de Podemos, se perfila como futura alto cargo de la Consejería de Participación.
Fue la cartera con que su formación se dio por satisfecha en el tramo final de las negociaciones, una concesión del PSOE decisiva para que se firmara el acuerdo de Gobierno. En ese departamento, Romero se acompañará de una serie de colaboradores cuya identidad se dará a conocer en las próximas horas y que incluye organismos de nueva creación, como el Observatorio de Derechos Humanos o la dirección que gestionará lo relativo a la memoria histórica, adonde apunta Carreño. Así culminaría ese paradójico trayecto que le llevaría desde el espíritu fundacional de Podemos hasta las instituciones. Para el que siempre podrá alegar que ella está donde estaba. Que son otros los que se han movido.
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