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Me he tomado la molestia de leer por encima el documento 'España 2050'. Estas cosas las digo en voz alta para darme un poco de pisto y para que sepan ustedes lo duro que es el oficio de periodista y lo mal pagado que está. ... Mi problema con la ciencia ficción es que estas utopías que tratan de imaginarse el futuro a largo plazo siempre acaban pasándose de frenada. Según 'Blade Runner', a estas alturas íbamos a estar llenos de replicantes y, salvo el probable caso de Miguel Bosé, no conozco todavía a ningún androide lloroso que vaya y venga de Orión como quien coge el Metropolitano para irse a Alberite. Tampoco Kubrick estuvo muy atinado al suponernos en el año 2001 viajando en naves espaciales asépticas camino de Júpiter mientras suenan a todo trapo los valses de Strauss y sigue existiendo la Unión de República Socialistas Soviéticas (URSS), con sus científicos ortodoxos de rígida militancia comunista. En el año 1968, cuando se estrenó '2001, odisea del espacio' , parecía mucho más probable que treinta años después nos fuéramos de excursión a los anillos de Saturno que la caída del muro de Berlín. Si repasamos 'Regreso al Futuro II', en el año 2015 iba a haber monopatines flotantes, coches voladores y zapatillas cuyos cordones se ataran solos. Han pasado cinco años de aquella fecha y todavía hay que explicarles a los críos cómo se hacen los lacitos. Al menos su director, Robert Zemeckis, al contrario que Iván Redondo, no iba por la vida de profeta: «En lugar de hacer una predicción científica en la que probablemente nos íbamos a equivocar de todos modos, preferimos hacerlo gracioso». Dense cuenta, en cualquier caso, de la persistente obsesión de los futurólogos por que vayamos volando a cualquier sitio mientras que las verdaderas revoluciones (el ordenador personal, internet, las redes sociales) ni las huelen.
A la espera de que hagan la película sobre el documento 'España 2050', les avanzo que Cataluña no ha conseguido aún su independencia y que la Unión Europea sigue existiendo. No hay noticias de Vox y de su pin parental, así que es muy probable que en los colegios se les siga enseñando a los chavales el aparato reproductor, el sistema excretor y todas esas cochinadas progresistas. Ha llamado mucho la atención un párrafo que aparece en la página 302, en el que pronostica la aparición de nuevos oficios basados en el «metaverso» (sic) y en la realidad virtual: «Así –dice–, serán cada vez más frecuentes empleos como jardinero de Minecraft, entrenador de avatares o jugador profesional de e-sports». Debo confesar que no sé muy bien de qué van estas cosas, aunque me atrae especialmente la posibilidad de acabar siendo entrenador de avatares. Me imagino vestido de chándal, en plan Luis Aragonés, pegándole gritos a un holograma sin espíritu ni ideas propias para que actúe en cada momento como yo le vaya diciendo, un poco como hace Iván Redondo con Pedro Sánchez.
El caso es que unos días después de que Moncloa presentara con sus habituales fanfarrias la 'Estrategia España 2050', sacó el Banco de España sus previsiones para esa misma fecha, que ya son ganas de chafarle el metaverso al presidente, con lo bonito que le había quedado. Cuando estábamos todos relamiéndonos ante la posibilidad de un futuro en el que las fuentes por fin manaran ríos de leche y miel, llega el Banco de España, que es como Nostradamus, a decirnos que el apocalipsis se acerca y que nos arrepintamos de nuestros pecados.
Haciendo un resumen apresurado de ambos documentos, podríamos concluir que, en el año 2050, cada jardinero de Minecraft va a tener que arreglárselas para pagar él solito dos pensiones.
Menos mal que para entonces ya podremos pillar la nave espacial y marcharnos a Júpiter con viento fresco.
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