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Inocentes y culpables
EL REPASO ·
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EL REPASO ·
De cómo el juicio de Johnny Depp es a la vez peligroso e importanteY en esas estábamos (o sea, en la cosa de la crisis, el lobo, la guerra de Ucrania y esos quehaceres habituales) cuando llegó el ... miércoles y un juicio en los Estados Unidos nos quitó por un rato todas esas cosas de la cabeza. Suele pasar en los juicios con famoso, pero en este caso además había una cuantas connotaciones de lo más jugoso. Uno, era un actor (Johnny Depp) que había perdido su carrera casi al completo por ser acusado (que no condenado, ojo) de maltrato machista. Y dos, que lo que estaba intentando Depp con ese juicio era el mundo al revés. Porque lo normal es que uno entre en la sala como inocente y alguien tenga que demostrar que es culpable. Pero en este caso el pirata del Caribe pisaba la sala como culpable (al menos para la industria del cine) y quería salir de allí como inocente.
Depp lo logró, recordando algo que se nos olvida: que llamar maltratador a alguien que no lo es constituye un delito. Que en España le hubieran dado a Depp 900 euros y en los USA 10 millones es un poco lo de menos.
Quizá esto deba hacernos reflexionar un poco sobre los límites de la furia acusadora. Ojo, porque el «yo sí te creo» sin más prueba que el género es un proceso mental peligro, por el que se cuelan mentirosas condenadas como Amber Heard o extravagantes peligrosas como la (increíblemente) indultada señora que se llevó a su hijo dos años a un caserío decorado con citas evangélicas para que no viera a su padre. Otro acusado de violencia sin pruebas, por cierto.
Ojo con los excesos del 'Me Too', pues, pero ojo también con usar a Depp y Heard como la excusa perfecta de otra mentira lamentable: esa que gustan de sacar los que creen que la violencia machista es puro bulo.
Las estadísticas son bastante tozudas en el tiempo. Más o menos el 40% de las denuncias de violencia de género acaba en nada, la mayoría por falta de pruebas suficientes contra el acusado. Lo cual es una buena cifra pero que, tomada al revés, significa que el 60% sí termina en algo. Y solo eso, sin siquiera necesidad de acudir a la infernal estadística de cruces en el cementerio, debería bastar para que todo quisque admitiera que un problema, hay.
Lo malo es que las dos imbecilidades se alimentan: por un lado, la tontuna de las que creen por sistema que toda mujer es buena por serlo, cosa que, ay, la historia no soporta. Y por otro lado, el que cree que el sufrimiento de miles de mujeres es una mentira de feminazis. El ruido de unos y otros tira de los legisladores, pero más de la calle: corremos el riesgo de asentar, en fin, que la violencia machista es una cosa de izquierdas y derechas.
Miércoles | Lobo
Y otra semana a vueltas con el lobo. No es de extrañar; en este asunto hay de fondo un debate que no tiene solución intermedia posible: o matamos lobos, o no los matamos. Y como hemos decidido no hacerlo (lo han decidido todas las comunidades sin lobo menos La Rioja, que teme más quedar mal con Sánchez que al lobo feroz) pues habrá que atenerse a las consecuencias.
Esas consecuencias son las que ya conocemos. Es decir, que cada año alrededor de cuatro centenares de cabezas de ganado serán víctimas del depredador. Porque los lobos no van a ir a cazar venados, que saltan más y corren que se las pelan, cuando hay ovejas a mano.
Dicen los ganaderos que los lobos de ahora son peores que los de antes, aunque las cifras se mantienen. Si lo dicen será porque es verdad: ellos lidian con esa amenaza cada día.
Y si la cosa se demuestra cierta, habrá que, al final, tomar la decisión inevitable: o controlamos la población de un depredador del que antes nos habíamos cargado su ecosistema, o aceptamos que los ganaderos de la sierra (y con ellos los pueblos) lo llevan crudo. Decidamos.
Jueves | Paro
Qué pocas veces se puede dar una buena noticia con el paro tan pura como la de esta semana. Una cifra perfecta, sin sombra ni doble vuelta: menos parados, más trabajadores, más contratos fijos, la mejor situación desde antes de la burbuja inmobiliaria. Una cosa para felicitarse y para, al menos de momento, ir diciendo que la reforma laboral no ha ido mal.
La cosa es el futuro, claro. Tener un dato histórico del paro en medio de los nubarrones que nos pinta el alrededor (y sobre todo la inflación) hace pensar que los cohetes que tiramos hoy serán mañana solo olor a pólvora.
Pero mientras, tirémoslos. Qué buena noticia.
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