Si introducimos en Google el término 'Innovación educativa' este nos presenta más de 100.000 resultados y entre ellos encontramos herramientas, recursos, ofertas de formación, desarrollo de metodologías, blogs... un tsunami de información que puede desbordarnos y provocar cierto desconcierto en aquellos docentes y miembros de la comunidad educativa que quieren acercarse a este concepto.
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Por ello, debemos acercarnos a él con la ilusión y las expectativas de mejora que implica todo concepto que, como ocurre con la palabra 'innovación' y más cuando se vincula la expresión 'educativa', lleve asociados términos como novedad, aprendizaje, evolución...
En un mundo en constante cambio, todos los aspectos de la sociedad deben tener una rápida capacidad de adaptación. La irrupción de la pandemia no ha hecho más que acrecentar esta necesidad. En el ámbito de la educación, las medidas de confinamiento y distancia social han convertido esta necesidad, esta búsqueda de innovación, prácticamente en una obligación para sobrevivir.
Pero ¿qué es innovar? ¿Quién debe innovar? ¿Cuándo y dónde hay que innovar? y ¿Por qué debemos innovar? Responder a las 5 W del periodismo nos ayudará a acercarnos a esta realidad.
Para resolver las dos primeras cuestiones, podemos observar que innovar implica introducir novedades que provoquen un cambio. Los artífices de este cambio en educación estarán representados por todos los miembros de la comunidad, que harán que el impacto de estas novedades sean una realidad en las aulas.
Las dos siguientes preguntas se deberían responder con un «siempre y donde se necesite». Observar lo que ha ocurrido con los códigos QR nos puede dar una pista. Estos códigos llevaban años siendo un recurso innovador, presente casi exclusivamente en los museos como recurso para ampliar la información de las obras. La pandemia (cuándo) ha hecho que pasen a ser un elemento fundamental en los restaurantes (dónde) para poder acceder a sus cartas.
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Pero sin duda es la última pregunta la que, al contrario de lo que ocurre en el periodismo, debería ser la primera a la que dar respuesta: ¿Por qué necesito incorporar una innovación en mi docencia? ¿Qué busco? ¿Qué me ofrecen los avances, no solo tecnológicos, para llevarlo a cabo?
Si innovar es estar atento y en búsqueda permanente de aquello que nos puede hacer mejorar algún aspecto del proceso de enseñanza–aprendizaje, hagámoslo. Volvamos a dar sentido a la palabra innovación y convirtámosla en la palanca de cambio necesaria para que la educación dé respuesta a la realidad del mundo en el que vivimos.
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