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PÍO GARCÍA
Domingo, 4 de abril 2021, 02:00
En marzo del año pasado, pocos días antes de que se decretara el estado de alarma, la Policía Nacional detuvo en un piso de Logroño ... a una mujer (43 años, natural de Colombia) como presunta autora de un delito de trata de seres humanos con fines de explotación sexual. La investigación había comenzado cuatro meses antes. Durante una inspección rutinaria en un club de alterne de Erandio (Vizcaya), una de las chicas explicó a los agentes cómo había entrado en España. Dijo que esa mujer le había ofrecido trabajar en un bar de Logroño y que incluso le prestó dinero para el viaje. Cuando llegó, se dio cuenta de que la oferta de trabajo era mentira, pero la proxeneta le exigió satisfacer la presunta deuda trabajando como prostituta en un piso situado en el centro de la capital riojana. «La trata de seres humanos es un delito muy complicado de perseguir. Especialmente cuando se ejerce en pisos, por la inviolabilidad de los domicilios», explica el inspector jefe Alfonso Petrirena, dirigente de la sección operativa de la brigada provincial de Extranjería y Fronteras de la Jefatura Superior de Policía de La Rioja.
La prostitución es una realidad cotidiana que forma parte del paisaje riojano: basta recorrer en coche la N-232 para encontrar el infierno decorado con luces de neón. Según un informe elaborado por Médicos del Mundo para el Observatorio de Derechos Humanos de La Rioja, en la comunidad autónoma unas 200 mujeres ejercen la prostitución. No son estimaciones sencillas porque existe una extrema movilidad: «Eso lo hemos detectado tanto en Navarra como en La Rioja. Encontramos mujeres que ahora están en Pamplona y al cabo de un tiempo pasan a Rincón o a Logroño o al País Vasco. Rotan mucho. Pero en La Rioja hay una concentración llamativa, desproporcionada, en Rincón de Soto», aclara Miguel Elorz, de Médicos del Mundo. Aunque en teoría están cerrados por las restricciones sanitarias, en la comunidad autónoma funcionan doce clubes de alterne y cerca de una treintena de pisos, aunque ese último censo es casi imposible de cuadrar. «Desmantelar una casa de citas es complicadísimo -advierte el inspector jefe Petrirena-. Todo suele empezar porque los vecinos alertan del follón o de peleas o porque llegan clientes borrachos... Pero si hablamos de la prostitución de 'alto standing', con escorts, de esa es casi imposible enterarse. Nosotros patrullamos no solo las calles, sino las redes, y podemos intuir que algunas chicas se dedican a ese tipo de prostitución en Logroño..., pero eso es dificilísimo de probar».
La última gran encuesta sobre salud sexual del Centro de Investigaciones Sociológicas data del año 2009. En ella se indicaba que tres de cada diez varones españoles mayores de 16 años habían pagado por tener relaciones sexuales. Trasladados esos porcentajes a nuestra comunidad autónoma, eso supondría que unos 39.500 riojanos han requerido alguna vez los servicios de una prostituta (26.000 de ellos en más de una ocasión). Son cifras apabullantes y la tendencia no parece ir a la baja. El último Informe de la Juventud en España, que acaba de salir del horno, revela que más del 10% de los jóvenes entre 15 y 29 años han pagado por sexo. «El problema es que en España no tenemos educación sexual», sentencia Andrea Gutiérrez, doctora en Psicología y profesora de la UR, que ha dedicado su tesis doctoral y otros trabajos académicos a la prostitución. «Existe una gran aceptación social que, además, no entiende ni de clases urbanas ni rurales... Hemos nacido con los puticlubs en la carretera, los tenemos normalizados. Y eso no es solo cosa de gente mayor. Se le sigue pagando una prostituta al amigo que es aún virgen; aún se cierran negocios en el prostíbulo; muchas despedidas de soltero acaban en el prostíbulo...».
El informe de Médicos del Mundo, elaborado ya durante la pandemia por la antropóloga Vega de Hoyos, incluye once testimonios de mujeres que ejercen o han ejercido la prostitución en La Rioja, algunos de los cuales reproducimos en estas páginas. Son relatos durísimos, que hablan de miseria y de violencia. Pero no se suelen traducir en denuncias. Muchas de las víctimas están en situación irregular y temen ser deportadas. Otras están acostumbradas a un cierto nivel de ingresos y les asusta verse de nuevo en la miseria. Viven en un oscuro laberinto sin salidas. «Muchas chicas piensan que el proxeneta es a veces un mal menor. Saben que está abusando de ellas, pero tienen tanto miedo de que las manden otra vez a su país... Ese miedo se lo meten ellos. Y no es solo miedo a la deportación o a la policía, sino miedo a que les hagan algo a sus familiares en sus países de origen o a que les practiquen algún tipo de vudú... Es un miedo atroz a todo», apostilla el inspector Petrirena.
El Gobierno central prepara una nueva ley para abolir la prostitución, aunque aún se desconocen los detalles. La legislación europea bascula entre el abolicionismo estricto (Suecia) y la regulación (Holanda). «Para Médicos del Mundo, la prostitución es una forma de violencia de género y no es admisible bajo ningún punto de vista», zanja Miguel Elorz. Una visión compartida por el Ejecutivo riojano: «Tenemos que trabajar para abolir el sistema prostituyente; un sistema que genera que millones de personas, sobre todo mujeres y niñas, sean explotadas sexualmente», apostilla la consejera de Igualdad, Raquel Romero.
Los más reticentes temen que la abolición provoque efectos secundarios indeseables, como un incremento de las mafias que operan en las zonas oscuras del sistema. Incluso hay asociaciones de prostitutas, como el colectivo sevillano, que abogan por la regulación. La profesora de la UR, Andrea Gutiérrez, sin embargo, se inclina por el abolicionismo: «Todo sistema tiene su pros y sus contras, pero habría que poner la mirada en los prostituidores, que son los que mantienen la prostitución, y proteger a las víctimas, que son las mujeres prostituidas. Yo he vivido en Holanda, donde a priori todo es transparente, y seguían operando mafias. La prostitución es un negocio con bajos costes y alto rendimiento, y eso termina atrayendo a las mafias».
Mientras se van perfilando las aristas de la nueva normativa, Miguel Elorz, de Médicos del Mundo, coincide con Andrea Gutiérrez en que habría que poner el ojo «no solo en los proxenetas, sino en las personas que consumen prostitución». «Es fundamental que, más allá de las leyes, haya una labor educativa -añade Gutiérrez-. Una ley sin medidas educativas y de sensibilización no vale para nada: puede estar en el papel, pero si no se cambia la mentalidad de los hombres que consumen prostitución, todo se va a mantener igual».
Para completar la mirada, el inspector Alfonso Petrirena introduce la variable socioeconómica: «Hay muchas chicas que, después de haberse apartado de ese mundo, vuelven a ejercer la prostitución al verse sin trabajo ni ayudas ni medios de sustento». Y Andrea Gutiérrez aporta otro dato: «Según un estudio llevado a cabo en Baleares, casi nueve de cada diez mujeres dejarían la prostitución si encontraran un trabajo y pudieran regularizar su situación».
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