Una avioneta sobrevuela ayer a última hora de la tarde ellugar del incendio de Posadas. JUSTO RODRÍGUEZ

Incendios forestales con nombre y apellidos

Nueve de cada diez. El monte riojano ha sufrido en los últimos diez años 424 siniestros intencionados y otros 165 provocados por negligencias

Pío García

Logroño

Domingo, 22 de agosto 2021, 02:00

La sierra de la Demanda ayer, las laderas del Yerga hace un mes... Donde antes había árboles apretados de color verde hoy quedan troncos mondos, ennegrecidos y esquemáticos, tendidos como cadáveres sobre un suelo ceniciento. El antecedente más inmediato del incendio que se ha declarado en las últimas horas en Posadas se vivió hace poco más de un mes, en el triángulo situado entre Autol, Villarroya y Grávalos. Un incendio furibundo, alentado por el viento y el calor estival, barrió una de las áreas con mayor riqueza ambiental de la comunidad autónoma. El monte ardió durante dos días, las llamas se desplegaron en un frente infernal de once kilómetros y aniquilaron unas 360 hectáreas: 190 de encinas y pinares y el resto de cultivos, matorral y monte bajo. Intervino incluso la Unidad Militar de Emergencias (UME).

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Si en Posadas se sospecha la posible intervención de alguna mano perversa, en Yerga las primeras investigaciones apuntan a una negligencia. Una pequeña chispa que de pronto se convirtió en una llamarada ingobernable y que provocó el peor incendio en La Rioja en los últimos quince años. Las condiciones ambientales de aquellos días favorecían la expansión de las llamas. Se cumplía la fatídica «regla del 30»: más de 30º de temperatura, viento superior a 30 kilómetros/hora, humedad inferior a 30%. Pero, por más que el tiempo ayudara, la carga de la responsabilidad recae sobre espaldas humanas: alguien cometió una imprudencia y abrió las puertas del infierno.

Casi todos los incendios forestales tienen en su origen nombre y apellidos. Sin contar los registrados en el año 2021, en la última década La Rioja ha sufrido 668 incendios forestales. El 71% fueron considerados simples «conatos» ya que fueron abortados antes de que llegaran a quemar más de una hectárea. Según los datos oficiales, en nueve de cada diez casos tuvieron uno o varios culpables: 165 sucedieron por causas accidentales o negligencias y 424 fueron intencionados. Aunque la frontera entre el despiste, la incuria y la intención no siempre resulta fácil de trazar, el hecho irrebatible es que las manos humanas resultan mucho más dañinas que los rayos, responsables de 30 incendios forestales en la última década. «Los datos nos indican que la prevención y la sensibilización de los ciudadanos son tareas esenciales, en las que debemos insistir», subraya el consejero de Sostenibilidad y Transición Ecológica, Álex Dorado. «Y no me refiero solo a la parte más activa, de dar aviso al 112 cuando se descubra humo o algún tipo de comportamiento sospechoso o negligente –añade–, sino a la necesidad de estar vigilante con los propios comportamientos, como cuando se tira una colilla mal apagada o se deja una botella en el monte. Este tipo de actitudes censurables, cada vez son más peligrosas por efecto del cambio climático, con sequías más prolongadas y olas de calor muy pronunciadas».

Los datos oficiales incorporan una valoración económica de los daños causados por los incendios forestales. Según estas cifras, en los últimos diez años, La Rioja ha sufrido pérdidas que rozan los 4 millones de euros. Las cantidades varían mucho de año en año y dos ejercicios resultaron especialmente onerosos: los de 2014 (1,002 millones) y 2017 (1,14 millones). En lo que llevamos de siglo, el año más negro fue el 2009, cuando se registraron los incendios sucesivos de Posadas y los técnicos evaluaron un coste superior a 1,3 millones de euros. Sin embargo, con el confinamiento llegó un respiro para el monte. Aunque el número total de incendios creció hasta los 46 (incluyendo seis conatos), la superficie afectada fue escasa y casi toda de pastos y matorral, con lo que los daños materiales apenas rozaron los 6.000 euros.

Aquella fue una circunstancia excepcional y los incendios de Yerga y de Posadas demuestran que tanto las imprudencias como las fechorías cuestan muy caras. Y no solo en términos económicos. «La regeneración dependerá del tipo de terreno afectado –explicaba a este periódico el pasado viernes el consejero de Sostenibilidad–. El matorral quemado es más fácil de regenerar; sin embargo, el bosque de encina tardará decenios en recuperarse. Además, si ahora vinieran episodios de lluvia fuerte en poco tiempo eso podría provocar una fuerte erosión de la zona que dificultaría mucho más la regeneración espontánea».

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