'El beso de Judas', obra de Lucas Giordano, propiedad del Museo del Prado.

El PP, lo importante y lo urgente

La Crónica ·

«Pacientemente espera / que las cosas encuentren su lugar / a pesar del enredo de los días» (Juan Manuel González Zapatero, 'El pasajero')

Jorge Alacid

Logroño

Domingo, 1 de noviembre 2020, 09:41

Hace seis años, cuando nació Vox como una escisión del PP, por Duquesa de la Victoria nadie se inmutó. Cierto dirigente recuerda que en alguna reunión de su cúpula osó una vez mencionar el temor, aún precoz, a que como consecuencia de la irrupción ... de ese competidor neonato su partido empezara a perder votos por su derecha y recibió esa mezcla de incomprensión y menosprecio que se suele dedicar al Pepito Grillo de cada organización. Era la misma respuesta que antes suscitó en su partido toda mención a Ciudadanos, como si negar la existencia de un peligro contribuyera a disolverlo. Suele ocurrir lo contrario, como prueba la Historia. Ciudadanos creció, en el 2015 se convirtió en decisivo ante los sorprendidos ojos de quienes en el PP le habían ninguneado, y poco después Vox derivó en otro dolor de muelas para sus antiguos compañeros de viaje. Solo entonces reaccionó el PP: envió a unos cuantos emisarios a tomar el pulso a los recién llegados, se reunieron en ese tipo de citas clandestinas que tardan un parpadeo en ser divulgadas por toda la región e impusieron desde esos días una relación parecida a la del padre benevolente que acepta las travesuras de su retoño seguro de que acabará volviendo a casa.

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Pero esos dirigentes del PP que se acercaron a Vox acabaron contaminados por el agente tóxico que resultó ser para los fines de Génova la estrategia de Santiago Abascal. A los ojos de otros miembros de la cúpula riojana de su partido, se habían convertido en algo parecido a unos apestados. Culpables de coquetear con el lado oscuro del PP, sentían sin embargo que la razón estaba de su parte: sujetar a Vox equivalía a garantizar un apoyo similar al recabado en Murcia, Andalucía o Castilla y León para que un candidato del PP superase la investidura si la formación ultraderechista franqueaba la barrera del 5% e ingresaba en el Parlamento. No hubo tal: en el 2019, Vox ni siquiera rebasó al PR+. Se conformó con un porcentaje cercano al 4%, fruto de más de seis mil votos que le hubieran venido muy bien a la candidatura de Ceniceros. Fue el abrazo del oso: Vox no encontró su sitio y de paso abrió la puerta a un Gobierno de izquierdas.

De entonces data una profunda desconfianza entre unos y otros miembros del PP, los más proclives a Vox y los menos afines. Una sensación que convive con una evidente comodidad ideológica en una amplia franja de mandatarios populares, cuyo discurso resulta difícil de distinguir a veces del preconizado por los fans de Abascal. Lo cual acabó por desairar al sector más templado del PP, todos esos dirigentes que renuncian a interferir en los designios de Ceniceros pero que poseen un relato propio, un modo de estar en el mundo que les instala tal vez mejor que al resto de sus compañeros en las inquietudes de La Rioja del 2020 y una propensión a conectar de manera natural con los aires que soplan en Génova desde que Pablo Casado tomó el mando. Y, sobre todo, desde que la semana pasada hizo lo que tantos de estos dirigentes exigía en voz baja: apartarse de Vox. Lo cual equivale, desde una lectura riojana, a avalar a quienes reclaman de su partido en La Rioja una maniobra similar, que acabe con quienes desde su ala derecha radicalizaron su discurso cuando la estrategia pasaba por crecer hacia esa franja electoral. Los que renunciaron a ocupar el centro político de La Rioja.

Pero se trata de un giro táctico complicado. Casado, para buena parte de los dirigentes del PP riojano que solo se subieron a su carro cuando semejante movimiento no entrañaba riesgos (es decir, cuando ya olía a ganador en las primarias del 2018), fue un intruso durante largo tiempo. Solo dos altos cargos se atrevieron entonces a airear que era su favorito: Javier Merino, concejal en Logroño y persona de confianza de la alcaldesa Cuca Gamarra, y Alfonso Domínguez, titular de Hacienda en el Gobierno de Ceniceros. El consejero que se saltó esa norma interna de no desvelar sus predilecciones, para sorpresa de los periodistas apostados en la sede del PP durante las votaciones que vieron la derrota de Sáenz de Santamaría y de Cospedal, y aceptó desvelar con naturalidad que había votado por Casado. El resto de sus pares (incluido su jefe) solo apoyó a su actual líder arrastrando los pies y con ese semblante anonadado propio de quien no entiende lo que ven sus ojos; con una excepción: Conrado Escobar. Que contaba con una estrecha relación personal con Casado, la cual no le sirvió de mucho cuando perdió el pulso con Gamarra en Logroño, cuya lista solo lideró en segunda instancia.

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Hoy, el PP mira a Génova conteniendo el aliento. La norma es la de siempre: esperar. Pero hay quien confía en alguna señal que signifique que sus líderes regionales han entendido el mensaje lanzado durante la moción de censura y que promuevan cambios, aunque sean cosméticos. Hay quien por el contrario se reconoce escéptico: piensa que el partido no saldrá de su inmovilismo, aguardando a que dentro de un año se mueva el banquillo. Y quien opina que la coyuntura ha cambiado y favorece que se agite el árbol, a ver si empiezan a caer nueces. No solo porque el nuevo mensaje que ofrece Casado, vinculado a recuperar los votos fugados por el flanco centrista hacia Ciudadanos, obliga a disimular a quienes simpatizaban con Vox para que no se note dónde habían depositado sus preferencias. También porque el contexto regional, con un Gobierno cuestionado por su propio partido, mete prisa a quienes ya saben qué quieren ser de mayores y dudan entre elegir lo urgente o lo importante. Y lo importante en España siempre puede esperar. Lo urgente reside en acertar con un discurso que ilusione a alguien más que a los palmeros de rigor. Para lo cual será igual de urgente aceptar que se abre la veda a nuevas deslealtades y traiciones y sobre todo atinar con la voz que sepa transmitir mejor ese mensaje renovado.

Se busca un Pablo Casado a la riojana.

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