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Los componentes del Orfeón Logroñés salen al escenario entre el aplauso de los asistentes a la entrega de premios.

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Los componentes del Orfeón Logroñés salen al escenario entre el aplauso de los asistentes a la entrega de premios. JUSTO RODRÍGUEZ

La huella de una noche imborrable

La velada tuvo dos partes: una institucional, con los premiados y los discursos, y otra dulcemente festiva, en las naves de la bodega, entre barricas de madera, vinos blancos y tintos y muchas conversaciones cruzadas

Pío García

Logroño

Domingo, 24 de noviembre 2024, 08:50

Hay que acudir al diccionario siempre, pero más todavía cuando se premia a un filólogo y en su discurso aflora el amor por la lengua, ese misterio, ese hermoso don. Una impronta es –leemos en el de la Real Academia– una huella de orden moral, una impresión que moldea el carácter. En los tres afilados dedos del dinosaurio carnívoro –ágil, veloz, peligroso– que campean en el trofeo diseñado por Olarte hay algo más que el antiguo rastro de una especie extinguida. Aquella icnita de tiempos remotos es en realidad la metáfora de un impacto decisivo, resistente al paso del tiempo, quizá indestructible. Los tres premiados pueden enorgullecerse de haber dejado en la sociedad riojana esa huella indeleble. Ni San Millán de la Cogolla ni la Universidad de La Rioja serían lo que son hoy sin el magisterio sostenido de Claudio García Turza, experto buceador en las aguas –turbias pero maravillosas– de los orígenes del idioma. La pasión filológica se le coló entre los pliegues de un agradecimiento emocionado, que se quebró cuando recordó a su mujer, Ana Rosa Andreva. Del castellano incierto y balbuciente del siglo X al fútbol del año 2024 la distancia se mide en años luz; pero el viernes por la noche, en Bodegas Franco-Españolas, ambos universos convergieron y resultaron tener varias cosas en común: la vocación, el respeto, la educación, la maestría. Luis de la Fuente, seleccionador nacional, campeón europeo, no pudo acudir –el viernes era el sorteo de la fase final de la Nations League–, pero en su videomensaje recordó algunas de las virtudes que lo han llevado al triunfo, algunas insólitas en el deporte de alta competición.

Si hubiera estado De la Fuente tal vez podría haber dado unos toquecitos de balón en el escenario y es un pena que don Claudio no pudiera sacar una pizarra para brindarnos una nueva clase magistral sobre el protorromance hispánico, pero al menos el tercer premiado –el Orfeón Logroñés– sí pudo demostrar el porqué de su premio, concedido por los lectores de Diario LA RIOJA. Sopranos, contraltos, tenores y bajos abandonaron sus asientos, subieron disciplinadamente al estrado y a las órdenes de su director, Ion Batrescu, atacaron dos alegres composiciones verdianas: 'La zingarella' de Il Trovatore y el brindis de La Traviata. Como invitados por los últimos versos («disfrutemos la copa y el canto, la noche bonita y las risas»), los asistentes, más de 400, bajaron luego a las naves de las bodegas. Eran las nueve de la noche.

Al lado de unas solemnes tinajas de madera de dimensiones catedralicias, con la temperatura clemente del subsuelo, los invitados se dispusieron a disfrutar de los vinos de Franco-Españolas (Talla de Diamante, Bordón Blanco y Bordón Crianza) y del catering servido por Singularis. Al ritmo de los quesos, de la ensaladilla, de las setas y de las gyozas de pollo en salsa thai, las conversaciones fueron variando de corrillo en corrillo. Hubo en la noche políticos de todos signos –el presidente Capellán, la presidenta del Parlamento, Marta Fernández, el alcalde Escobar, la diputada Cuca Gamarra, la expresidenta y senadora Concha Andreu, el diputado Carlos Ollero– formando coaliciones ocasionales con otros asistentes a la fiesta. Cuando el periódico está a punto de superar su 135 aniversario, la velada congregó a sus cuatro últimos directores (Paco Martín Losa, José María Esteban, José Luis Prusén y Teresa Cobo), cuyas trayectorias cubren el vertiginoso trayecto de las máquinas de escribir y del venerable periódico en papel al torbellino cotidiano de la web, de las redes sociales, del minuto a minuto.

La fiesta congregó a los últimos cuatro directores de un periódico a punto de cumplir 136 años

La familia García Turza y la familia De la Fuente celebraban el premio en uno de los calados de la bodega, entre parabienes y abrazos de los demás invitados, amenizados todos de vez en cuando por las voces del Orfeón Logroñés, que fueron desgranando sin protocolos la parte más festiva de su repertorio. Por un momento pareció que, si aquello duraba un poco y el vino seguía corriendo, iba a hacerse realidad la novena y extravagante acepción de la palabra huella («baile campero de pareja suelta y paso suave y cadencioso»), pero a eso de las once de la noche la fiesta fue suavemente apagándose y los corrillos perdiendo poco a poco integrantes, aunque a esas horas no apetecía demasiado regresar al frío contundente de una noche de noviembre.

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