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Toda profecía a cuenta del 2020 entrante se distingue por tender al apocalipsis en la observación del confuso panorama político, a todos los niveles. Como los pronósticos son tan sombríos, pudiera suceder que una vez situado tan bajo el nivel de delirio, finalmente nada fuera ... para tanto. Y que la clase política española tendiera por el contrario a la deseable normalidad burocratizada en su desempeño a lo largo del año que viene. Pudiera ser. Pero se trata de un augurio con toda la pinta de incumplirse. A escala riojana tal vez sí resultará más sencillo dibujar un horizonte donde acaben materializadas las trayectorias que hasta ahora dibujan los protagonistas de la vida parlamentaria. De mayor a menor.
El PSOE hará bien en vigilar no sólo el contexto nacional, porque aunque Pedro Sánchez acabe reteniendo el banco azul su aproximación a esos socios tan peligrosos amenaza con hacer la vida muy difícil a quienes sostengan la bandera socialista en la España interior. La Rioja, por ejemplo. Donde se avecinan para el discurso del PSOE meses de plácida andadura: aprobado el Presupuesto, el primero de la era Andreu, toca gobernar con una oposición tan anestesiada como sus aliados, cuyo potencial como fuerzas rebeldes ha quedado mitigado una vez que las dos diputadas del Grupo Mixto se acogen a los beneficios de las derramas con cargo al contribuyente. El principal peligro vendrá, como siempre, de dentro: todo partido en el poder tiende a olvidarse de la militancia y de su organización interna. Con Francisco Ocón en el Palacete, la cocina de Martínez Zaporta queda en las solitarias manos de Raúl Díaz, también pluriempleado. Y suele ocurrir también a todo partido que el día en que toca abandonar el Gobierno, no hay sitio adonde regresar porque detrás sólo hay tierra quemada. Véase el ejemplo reciente del PP riojano.
El PP, en efecto, sufrirá durante el año entrante los problemas derivados de la mala digestión de su derrota electoral, agravada por la perfeccionable asunción de responsabilidades. Un disparate cuya cúspide se encarna en la peculiar disposición física en el Parlamento: esa intrigante anomalía según la cual el jefe de la oposición se sienta en la mesa del Legislativo, a la vera de su presidente. Incluso desde el PSOE se detecta en esa particularidad un elemento amenazante: la imposibilidad de confrontar el mensaje del Gobierno con una alternativa que suene creíble. En el sector crítico, facción desmoralizada, se confía en que sea posible alterar el curso natural de la vida interna que erosiona su estrategia, apuntando al mes de enero como la imprecisa fecha en que Génova suba por fin a la red, una vez resuelta la identidad del inquilino de Moncloa. Hasta entonces, el desgaste no cesará: tendrá que aguantar la respiración la dirección que pilota José Ignacio Ceniceros para ver cómo se resuelve en este próximo mismo mes el juicio contra el exconsejero Juan José Muñoz, a la espera de despejar otros dos flancos judiciales pendientes: los protagonizados por el alcalde de Ochánduri y la alcaldesa de Albelda. Una cifra que puede crecer si se enreda aún más el misterioso caso de la casa rural de Jalón, cuya alcaldesa forma parte de la cúpula popular.
Ciudadanos afronta por su parte un año particularmente largo. Lesionadas sus expectativas en todo el contexto político, de las Cortes Generales al mapa municipal, la actual correlación de fuerzas ha convertido su discurso en irrelevante. Se nota en el esfuerzo que tienen que hacer sus señorías para atender a Pablo Baena cuando sale al atril, acechado por el fantasma de UPyD, un recuerdo cada día más cercano. Con el agravante de que el resultado electoral de noviembre dejó sin ocupación a María Luisa Alonso, todopoderosa jefa de la sala de máquinas, cuya única responsabilidad ahora mismo es orgánica. Ocupa el puesto de secretaria de organización, el mismo cargo que a nivel nacional ejercía Fran Hervías, quien se marchó de su puesto detrás de Albert Rivera. Hubo quien pensó que con él se irían sus pares autonómicos, pero no es el propósito de Alonso, que sobrevive en la cocina naranja a la espera de que el temible horóscopo que para sus siglas anuncia el 2020 venidero se desinfle. Que Ciudadanos vuelva a ser lo que era. O un milagro menor: que con menos representación parlamentaria acabe siendo una fuerza más decisiva.
Unidas Podemos e Izquierda Unida pudieran ser el espejo donde se miren los dirigentes de Ciudadanos: el más acabado ejemplo de cómo la aritmética transforma un mal resultado electoral en una estupenda baza negociadora que otorga a sus representantes el derecho a veto en el Parlamento. Por el camino se pierde legitimidad en el discurso mientras empeoran las expectativas en materia de votos, pero una vez que la política se convierte en una cuestión de carácter personal (y en un oficio) a sus actores les importará poco cuál sea el destino que el año entrante reserve a sus siglas. Es el caso de UP; la diferencia con IU es que la dirigencia comunista está tan habituada al cuarto oscuro que regresar a las sombras le parece hasta aceptable si por el camino se despeña lo que quede de Podemos. Raquel y Henar, como Thelma y Louise: un triste augurio para el 2020.
Mientras prosigue la tramitación parlamentaria del Presupuesto, que incluye una subida fiscal a las rentas más altas, el Gobierno medita una bajada del impuesto de actos jurídicos documentados, como señala el consejero de Hacienda en respuesta a una pregunta del diputado Pablo Baena (Cs). No será en el 2020, pero Celso González acepta que estudiará bajar el tramo variable del impuesto «para facilitar que los riojanos puedan acceder a la financiación bancaria en condiciones equiparables a nuestros vecinos de los territorios forales».
El Gobierno aragonés aspira a crear en ese territorio vecino de La Rioja una zona franca, libre de impuestos, que conceda un suplemento de atractivo a posibles inversores. Así lo detalla una información del diario Heraldo, donde se explican la pretensión del Ejecutivo aragonés para convertirse en el eje de una gran región que agrupe no sólo a las autonomías españolas fronterizas sino también a las francesas Burdeos y Toulouse, y aproveche además las ventajas del corredor ferroviario que enlaza Zaragoza con Algeciras. Sería la octava zona franca en suelo peninsular, dos de ellas (Santander y Bilbao) también cercanas al suelo riojano.
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