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Historias de vida dentro de un campingSi hubiera que buscar un ejemplo mundano y común al concepto de realidad paralela, este no podría ser más que la realidad que se vive en los campings: pequeñas 'ciudades', conformadas por casitas, bungalows, caravanas, autocaravanas y tiendas de campaña, en las que los niños van a su aire, los padres se muestran visiblemente despreocupados y los ancianos disfrutan paseando por mitad de las carreteras sin miedo a ser atropellados.
Este mundo de los campings, que coexiste con el nuestro pero se aprecia sumamente alejado del mismo, pues está falto de delincuencia, tiene (o, más bien, parece tener) sus propios horarios y autonomía, y aboga por la sostenibilidad y el cuidado al medio ambiente, puede encontrarse alejándose un poco de las grandes ciudades. Generalmente donde lo rural cede a la presión de la naturaleza.
A pocos kilómetros al norte de Fuenmayor, conduciendo por una carretera dirección río Ebro, se puede leer a la derecha, en un llamativo cartel blanco de letras verdes, la señalización de acceso a uno de estos enclaves. Una vez dentro, «los niños se asalvajan», explica entre risas Juan José Pasín, encargado de mantenimiento del camping. Poco cuesta darle la razón al ver pasar, a lo lejos, a un grupo de críos montando libremente en bicicleta. Son ya las 12.00 horas de la mañana pero, más allá de algunos menores, el camping se muestra todavía en silencio.
Elisa Martínez
Campista bilbaína
Luis M. Marín
Campista guipuzcoano
Merche Contreras
Campista jienense
José Luis Sevilla
Administrador del camping
«Es la primera vez que vengo a un camping. También la primera de mi hija, mi yerno y mi nieta. La niña ya ha hecho amistad con otros chicos y se lo está pasando en grande. No me esperaba que esto fuese a ser tan tranquilo y que fuésemos a tener de todo. Es como un pueblo chiquitito», cuenta la bilbaína Elisa Martínez, sentada en el bonito porche de su 'casa'.
No muy lejos se encuentra Merche Contreras. Tiene una edad similar a la de Elisa, pero, al contrario que ella, lleva viniendo aquí unos 25 años. «Al principio veníamos con tienda de campaña. Ahora tenemos una caravana y somos fijos», explica. Correteando a su alrededor se encuentran sus nietos, que prestan especial atención a la conversación. «Hace años mi marido y yo éramos los padres de Sonia y Raúl. Ahora somos los abuelos de los hijos de mis hijos. Nos encanta estar aquí. Nos conocemos todos y los niños se lo pasan de maravilla», afirma con un deje de emoción y nostalgia en la voz.
Opinión compartida es la que tiene Luis M. Marín, originario de Andoain. Para él, «los campings son una manera de estar tranquilos y en contacto con la naturaleza». «Llevamos yendo a ellos toda la vida, aunque esta es la primera vez que venimos a este», asegura instantes antes de enseñar la nueva 'casa' que se acaba de comprar para disfrutar de los veranos junto a sus hijos y nietos.
Pero no todos se muestran tan preparados. Tan solo de paso vienen los catalanes Paula y Joar. «Estamos haciendo una ruta con la furgoneta y hemos decidido pasar la noche en un camping para tener más tranquilidad», señalan. Poco les falta para abandonar su parcela que, según hace saber José Luis Sevilla, administrador del camping, «no se tardará en ocupar. Este agosto estamos llenando casi todos los días. Entorno al 90%-95% de las parcelas están completas». Pero dado que no se puede reservar, resulta un misterio quién será la próxima persona que venga a disfrutar de la vida del campista.
Se empieza a acercar la hora de comer, pero todavía muchos disfrutan de la piscina, que ha empezado a llenarse poco antes del medio día y ahora está repleta de familias, parejas y niños que juegan a las cartas, se bañan y toman el sol. El calor cada vez es más y más insoportable. A pesar de ello, poca gente hace amago de irse de allí. Tratan de disfrutar al máximo del lugar. Y es que los campings, como las piscinas y las bicicletas (como ya decía Fernando Fernán Gómez), son para el verano.
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