Una historia pasada por agua

Pío García

Logroño

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Domingo, 17 de noviembre 2024, 08:20

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Aunque la gota fría es un fenómeno típicamente levantino, causado por el choque de temperaturas entre un Mediterráneo caliente y una borrasca fría, La Rioja también es una tierra tormentosa, especialmente en los meses veraniegos. Sin embargo, en los últimos años, según los datos estadísticos de la Aemet, los avisos naranjas o rojos han estado sobre todo motivados por las altas temperaturas (se llegaron a contabilizar doce en 2022). Hay municipios (Alfaro, Huércanos) que parecen condenados a sufrir avenidas periódicas. En la capital, Logroño, el Ebro discurre por un cauce amplio, con un generoso soto inundable, lo que rebaja su peligro, más acuciante en la orilla izquierda que en la derecha. En la retina de los ciudadanos más veteranos, sin embargo, perviven las imágenes de las calles anegadas en 1961.

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En aquel año, la capital sufrió cuatro inundaciones, aunque la más grave se produjo en noviembre, cuando a las lluvias se unió un fallo en los colectores de las vías del ferrocarril. Casi toda la ciudad, desde Avenida de Colón a Las Gaunas, desde Murrieta al casco antiguo, se convirtió en una gigantesca piscina. Las riadas del Ebro, enriquecidas con las aportaciones de sus afluentes, se han cebado con los municipios situados en las zonas más bajas de La Rioja: Rincón, Alfaro... Desde 2018, el proyecto Ebro Resilience busca mitigar los efectos de las crecidas en el tramo medio de su recorrido (Logroño-Zaragoza). «Ese proyecto permite que el río disponga de su zona de expansión. Es cierto que el costo de todas estas obras es muy elevado, pero ya vemos que cuando llegan las avenidas el costo de los daños es mucho mayor», explica Rubén Esteban, geólogo y exdirector general de recursos hídricos de La Rioja.