Imagine que tiene contratada una hipoteca a largo plazo. Pongamos 30 años. Pero en lugar de ladrillos, los objetos de la fianza son el clima, la fauna y la flora. Esto es, viñedos y huertas que han dado prestigio internacional a su tierra, bosques grandiosos, ... paisajes asombrosos, diversidad de especies animales. Aunque cumpla las condiciones de ese préstamo, siempre lo verá gravado por los intereses. Pues lo mismo ocurre con la naturaleza: aun siguiendo a rajatabla las condiciones de los protocolos de Naciones Unidas sobre el cambio climático para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero (declaraciones de Montreal, Kioto y París), usted ya afronta una servidumbre más ruinosa (desastres ecológicos y recurrencia de fenómenos climáticos extremos) que beneficio obtenido (desarrollo industrial y consumo).
Publicidad
El cambio climático es una realidad que contratamos alocadamente hace décadas, sin tener en cuenta que las hechuras de nuestro planeta son delicadamente estrechas. Y ahora ya estamos pagando aquella inconsciencia: la ola de calor que estamos padeciendo estos días es uno más de los acuses de recibo del préstamo que le tomamos al planeta.
Esto va en serio. Y la región debe actuar por partida doble: por un lado, adaptándose a la magnitud del impacto que ya registra el territorio por el calentamiento global, un activo irrecuperable; y, por otro, mitigando en el presente lo que las proyecciones indican que será un futuro severo y agresivo. A modo de unos intereses usureros que la ambición desarrollista nos cegó. Lo peor es que no hay mucho tiempo para reaccionar. Las representaciones climatológicas se hacen con una amplitud de miras complejas de gestionar para la opinión pública. Los ciclos se miden en 20, 30, 40 o más años. Por eso vale para comprenderlo el ejemplo de la contratación de hipotecas, la única variable en la que los ciudadanos pronostican su porvenir a largo plazo. Sometidos a ese ejercicio se puede entender lo que la comunidad científica augura en términos climáticos. Y las predicciones no pueden ser más comprometidas: la temperatura media en La Rioja crecerá 2,5 grados, las olas de calor serán más recurrentes, habrá muchos más días sofocantes y noches tropicales, las heladas serán cada vez más un vago recuerdo y lloverá de forma irregular y, en mayor medida torrencial, lo que augura más avenidas de ríos e inundaciones que asolen las plantaciones agrícolas.
Este es el escenario que anticipa AdapteCCa, una plataforma de la Oficina Española de Cambio Climático y la Fundación Biodiversidad, ambas del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, que permite consultar e intercambiar información en materia de impactos, vulnerabilidad y adaptación al cambio climático. Las proyecciones para La Rioja se pueden consultar en las gráficas que ilustran esta información. Según estas previsiones, el impacto se dejará sentir de forma evidente en nuestro medio natural a medio plazo. Salvo el olivo, que ante estas circunstancias podría sobrevivir, el resto de los cultivos, especialmente el viñedo, buscará tierras más altas y amables en las que germinar. Y también lo hará la ganadería extensiva, conquistando latitudes desconocidas hasta ahora en las sierras riojanas.
Publicidad
El objetivo final de AdapteCCa es reforzar las capacidades de la sociedad y de las administraciones públicas en sus acciones de adaptación, de acuerdo con los objetivos y principios del Plan Nacional de Adaptación al Cambio Climático (PNACC). Y en ello está la Dirección General de Transición Energética y Cambio Climático del Gobierno de La Rioja, que trabaja ante los dos escenarios verosímiles: el de la adaptación a lo que hay y el de la mitigación de lo que está por venir. Al frente del departamento se encuentra Iván Moya, quien explica que la Comunidad tiene previsto sacar a contratación la redacción de un plan regional de adaptación al cambio climático que actualizará el de 2008, y que servirá para identificar las necesidades (algunas urgentes) urbanas y agrícolas de La Rioja (refuerzo de puentes o recrecer motas, por ejemplo) para hacer frente al cambio climático. De lo que no duda es de que «este fenómeno será especialmente sentido en La Rioja Baja».
Pero no basta con eso. Además, la región debe anticiparse a un futuro árido y tórrido, más propio de la mitad sur peninsular, para lo cual debe preparar una batería de acciones (evitar la emisión de gases de efecto invernadero y la quema de combustibles fósiles, e impulsar la energía renovable, así como el uso del coche eléctrico desplegando una red de puntos de recarga) con las que mitigar en lo posible el impacto del calentamiento global provocado por el progreso de la humanidad. «Porque lo que está claro –subraya Moya– es que el camino emprendido es irreversible y el único posible».
Publicidad
Noticia Relacionada
Pero, claro. Más allá de los parámetros de temperaturas, precipitaciones u olas de calor que conllevan los indicadores propiamente climatológicos no se debe obviar que la emergencia tiene «otra importante» variable «que se soslaya»: la del medio ambiente. Así lo advierte José Calvo, experto en meteorología y gestor del canal web Meteosojuela, quien apunta que las proyecciones actuales «dejan al margen muchas variables como las corrientes en los océanos, los vertidos a los ríos, los plásticos en el mar, el uso de fitosanitarios, etcétera».
No obstante, y atendiendo a la evolución prevista, Calvo subraya que «el ser humano, como especie, se adaptará» (menos calefacción y mayor uso de la refrigeración) y «la supervivencia de los cultivos se logrará buscando parcelas mucho altas, algo en lo que ya están trabajando las bodegas». Y pone como ejemplo el municipio en el que reside: Sojuela, que está a 669 metros de altitud sobre el nivel del mar. «Cuando vinimos a vivir aquí no había un solo viñedo y ahora todo el cultivo es viña», asegura.
Publicidad
Así que el experto riojano atisba que en el futuro «la región será mucho más seca y cálida» y, además, «sentirá de forma habitual e intensa fenómenos extremos que apenas hoy notamos». Por ejemplo, «este invierno ha sido superhúmedo y la península se puede tropicalizar, notando las consecuencias de los huracanes del Caribe, pero eso no lo contemplan los modelos que se manejan». «Es decir –insiste–, creo que hay muchas 'patas' sueltas y tendencias que siguen sin ser investigadas».
Por último, Calvo incide en la importancia de «la educación porque las generaciones actuales son generaciones perdidas». Y pone dos ejemplos para sostener su afirmación: la polémica generada por el plan 'calles abiertas' de Logroño, y la renuncia a la energía nuclear apostando por renovables, «cuando quizás sería mejor rehabilitar y modernizar Garoña en lugar de instalar megaparques eólicos que destruyen la biodiversidad». En definitiva, aún hay «muchos hilos sueltos» en relación a un cambio climático innegable, pero que, a su juicio, exige mayor amplitud de miras.
Publicidad
El Sistema Español de Inventario (SEI) proporciona para cada año de la serie que analiza (arranca en 1990) el flujo anual de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) y de otros contaminantes de la atmósfera. Esta información se emplea para cumplir con los acuerdos internacionales que comprometen a España y, por ende, a las comunidades autónomas. Según la estadística, La Rioja registró el pico de emisiones en 2006, con cuatro toneladas, el 1,3% del total nacional. El mínimo histórico se registró en 2014 (últimos coletazos de la crisis financiera), con 1,96 toneladas. En 2019, última cifra facilitada por el SEI, fueron 2,4 toneladas.
¡Oferta 136 Aniversario!
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Te puede interesar
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.