La descripción de lo que encontraron en la habitación 404 del hotel Los Bracos ocupó buena parte de la sesión de juicio de este viernes. Otro de los agentes del Cuerpo Nacional de Policía describió que al llegar a la habitación la procesada les abrió ... la puerta. Le vio unos cortes en las muñecas y le invitó a que se sentara para evitar que se marease. «En ese momento ella me dijo: Mi hija se ha ido y señaló hacia atrás. No nos habíamos percatado. Al ver un bulto en la tercera cama, les dije que fueran a ver qué era y el compañero me dijo que había una niña aparentemente fallecida», detalló.
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Con el fin de despejar la escena, trasladó a Adriana a la habitación 402, que estaba vacía, y cuando le preguntaron qué le había pasado a la niña, la procesada respondió que la pequeña «lo había pasado muy mal durante sus cinco años de vida». «Luego empezó a echar la culpa de la enfermedad que sufría la pequeña al padre y a decir que él la maltrataba». Se relato era «racional pero contradictorio», señaló, porque lo mismo decía que no había tenido contacto con el padre desde hacía cinco años, como que la niña no quería estar con él.
La procesada también les comentó que lo único que había notado era que el día anterior, sobre las 21 horas, vio que la menor «tenía las manitas moradas y como que le costaba respirar». Le preguntaron por qué no había llamado a un médico y ella respondió que «no le había dado importancia porque creía que tenía frío».
Cuando este agente tuvo claro que había dudas respecto a lo que le podía haber pasado a la pequeña, «le pregunté directamente: ¿Le has hecho algo a la niña? Después de un minuto de silencio ella contestó como si hablase con Carolina y dijo: No te preocupes, y se quedó callada».
Adriana les confesó que estaba tranquila, que «solo» había tomado ocho gotas de Noctamid, el fármaco que le suministraron a la menor antes de asfixiarla, y que aparte de los de las muñecas, tenía más cortes en muslos y cuello. La sangre ya estaba seca. «Comentó que se lo había hecho con una cuchilla de afeitar que tenía en el bolso de la habitación». Y que la abuela de la niña, Olga Febles, se había ido la noche anterior del hotel. «Pensaba que estaba en casa de una hermana que tenía en Logroño».
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Su móvil, según les comentó, lo había dejado en Haro porque estaba sin batería y no lo iba a necesitar en todo el fin de semana. Le indicó, además, «que tenía vídeos de Carolina despidiéndose».
Otro de los policías recordó que llegó hasta el final de la habitación 404, se asomó al lado de la ventana y «vi unas zapatillas pequeñas y un bulto tapado con la colcha, al levantarla me encontré a una niña pequeña que llevaba un chupete, estaba tapada y abrigada y la almohada tapándole la frente». La menor llevaba puesta la parte de abajo del pijama y arriba una cazadora. Comprobó que no tenía pulso y aunque estaba fría, iniciaron la reanimación «para aguantarla hasta que vinieran los servicios sanitarios».
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