Un monstruo de 7 años destrozó a su niña, a la que hoy trata de curar en La Rioja, y a toda la familia. Tras 16 años en Sevilla, Carmen (un nombre supuesto para proteger a su hija, a la que llamaremos Ruth) ha vuelto ... con su marido y sus cuatro hijos a su tierra natal para intentar despertar de una cruel pesadilla de acoso escolar que les sepultó hace dos años en el sufrimiento.
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Se han sentido solos y desamparados y por eso, ayer, Día Mundial contra el Acoso Escolar, quiso narrar su drama a Diario LA RIOJA. Aunque la familia no supo nada hasta mucho después, la pesadilla de Ruth empezó al poco de llegar, con casi seis años, a un colegio privado religioso del Aljarafe sevillano. «El primer año no fue bueno, pero lo peor llegó en el curso siguiente, porque mi hija, de 7 años, se convirtió en una obsesión para una niña acosadora de su edad que le pegaba, manipulaba al resto de la clase para que nadie se arrimara a ella y que la obligaba a ir la última de la fila. Un día que un profesor se dio cuenta y la puso la primera, la otra la adelantó y, cuando no miraba nadie, la tiró escaleras abajo y convenció a todos de que se había caído. Mi hija aprendió que era más conveniente callarse, guardarse todo y aguantarse con un miedo atroz», arranca Carmen su doloroso relato.
La familia vio que algo pasaba, pero ni se le pasó por la cabeza el martirio que su pequeña vivía cada día. «No te imaginas que tu hija puede callarse tantas cosas por el pánico y te parece incomprensible que ningún profesor notase nada. Yo, sin saberlo, estaba mandando a mi hija al infierno cada mañana», rememora triste.
En diciembre del 2015 Ruth empezó con los primeros episodios de ansiedad y a hablar de la muerte. «Yo creía que, como todos los niños, hablaba del miedo al futuro, de la muerte de los padres, pero cuando le pregunté me dijo: «No, no pienso en la tuya o en la de papá, pienso en la mía. No paro de pensar en tirarme por la ventana porque no soporto esta vida de sufrimiento», prosigue el desgarrador relato de unas «navidades horribles en las que se escondía bajo la cama, temblando en posición fetal».
La empezó a ver una psicóloga recomendada por el equipo orientador del centro y ésta le dio credibilidad a las ideas de suicidio, diagnóstico que la madre trasladó al colegio para que la niña no estuviese sola. «No hicieron nada y un día mi hija me confesó: 'Mamá, hoy he abierto la ventana y me he subido a la silla, pero ha llegado otra niña y me he bajado. Ayúdame porque otro día no sé si voy a poder evitarlo'», relata dolida.
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-Cómo detectar el acoso
Prestar atención a los cambios en la conducta del niño, especialmente si se muestra triste, irritable, más violento, tiene rabietas...
Síntomas psicosomáticos como dolores de estómago o de cabeza sin causa médica real.
Se resiste a ir a clase y tiene verdadero miedo a volver al colegio tras los periodos vacacionales.
Nunca quiere hablar sobre su vida escolar.
Tiene un bajón repentino en su rendimiento escolar.
Han dejado de invitarle a las fiestas de cumpleaños y se niega a ir a las excursiones del colegio.
Su material escolar y objetos personales desaparecen o sufren daños y deterioros de forma habitual.
-Para contactar con ACAE Rioja
Sede: Casa de las Asociaciones
Atenciones con cita previa: por las mañanas en un centro médico en la calle Belchite y por las tardes en la sede.
Contactos: A través del teléfono y WhatsApp en el 611 469 819 y en el correo electrónico acaerioja@gmail.com.
Acabado el curso, la familia se fue a Irlanda para pasar dos meses. «Fue la primera vez que la volvimos a verla reír y fue cuando rompió a hablar; un día una cosa, otro día otra... Nos confesó las humillaciones, los golpes y los insultos a los que había sido sometida. Nos destrozó a toda la familia oír aquello y no haber sido capaces de detectar nada», se lamenta Carmen, que aún tiene grabada a fuego otra frase: «Jamás se me olvidará lo que me dijo: 'Mamá, durante un año he preferido estar muerta a vivir ese sufrimiento'».
De vuelta a España hablaron con el colegio para exigir que se pusiera en marcha el protocolo por acoso escolar. «No hicieron nada porque nos dijeron que no había pruebas pese a los informes de psiquiatras y psicólogos, tanto privados como de la Seguridad Social, que certificaban que mi hija tenía un comportamiento compatible con acoso». La niña empezó a ir al colegio otra vez, pero a ratos. Nada se arregló. «Uno de los días, al recogerla, me dijo: 'Mamá, hoy he vuelto a pensar en la ventana' y cuando le contesto que esa no es la solución ella me dice 'sí mamá, para mí es ya la única solución'».
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Carmen
Ruth
Ruth
Carmen
Todas las puertas cerradas
Ahí la familia decidió dejar Sevilla e instalarse en Irlanda. «Aunque a los dos meses me dijo 'Mamá, yo no podía pensar que existiese la felicidad y que tus amigas no te hagan todo el rato cosas malas', poco a poco la cosa empeoró y se reanudaron las crisis de ansiedad», recuerda Carmen.
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En Irlanda, el servicio de Psiquiatría le diagnosticó síndrome de estrés postraumático y empezaron a tratarla con terapia, pero no funcionó. Esta pasada Semana Santa, la familia optó por regresar a España, pero no a Sevilla, sino a La Rioja, la tierra natal de la madre. «Ruth lleva casi un mes en un colegio rural y empezó fuerte, pero ya se está viniendo abajo, se derrumba por bromas o cosas sin importancia porque la destrozaron durante dos años. Aquí ha empezado también con apoyo psicológico y psiquiátrico, porque continúa con la depresión, la ansiedad, las ideas suicidas, las autolesiones...», explica una destrozada madre, que confiesa que «esto es una pesadilla terrible que ha destrozado a toda la familia. No he dormido ni un solo día más de tres horas seguidas porque me da miedo que va cumpliendo años y va teniendo más recursos y no sé qué puede pasar si no supera esos malos pensamientos y las ideas de suicidio».
Carmen, que es abogada, además de los escritos al colegio, a la Inspección de Educación de la Junta de Andalucía, al Defensor del Pueblo andaluz, al Obispado y al Teléfono de Acoso Escolar, denunció el caso ante la Guardia Civil, recurrió ante la Fiscalía de Menores y llevó el asunto a los tribunales. «Fue desestimado, pero no en sentencia, sino mediante autos y providencias sin entrar a conocer el asunto y sin investigar nada. No hemos tenido derecho a una investigación ni a un juicio, a nada, Me reenvían una y otra vez a la vía civil porque no quieren abrir la penal», critica a la espera de que el Constitucional resuelva su recurso, , aunque no espero nada más allá de que nos sirva como vía de acceso al Tribunal Europeo de Derechos Humanos, aunque no espera nada más allá de que le sirva como vía de acceso al Tribunal Europeo de Derechos Humanos.
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«Nadie ha hecho nada y mi hija, de 9 años, sigue destrozada», denuncia indignada contra un «sistema que es perverso para la víctima. Te exigen pruebas de algo que ha ocurrido en un colegio que es la parte hasta ahora civilmente responsable, y debería serlo penalmente, que nunca te va a facilitar esas pruebas y que como mucho emite un informe que es utilizado por el juez y el fiscal como informe pericial y lo que dice ahí va a misa cuando es la otra parte del proceso; es como pedirle a un violador que emita un informe y lo que diga él es lo que dicta sentencia.. Se juzga a la víctima, no al acosador y desde los servicios sociales y la Fiscalía se machaca a la víctima».
Y prosigue: «A mi hija la han tratado peor que a un perro, los perros han tenido más derechos que mi hija y hablo del colegio y de los juzgados que ahora están dictando sentencias por casos de animales maltratados. A nosotros nos niegan la vía penal con argumentos que jurídicamente son una aberración y nos ofrecen la civil, pero hemos conocido el caso de una familia de Madrid, que su hija estuvo ingresada ocho meses en una unidad de psiquiatría porque se intentó suicidar seis veces por acoso escolar, y no han podido probarlo y les han condenado a pagar las costas porque no tenían pruebas. ¿Qué pruebas? Te va a dar las pruebas el colegio al que acusas, que es el responsable de que esto no pase?».
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No se olvida tampoco de la otra parte al destacar que «la niña acosadora es una psicópata que necesita tratamiento, pero al revés, sus padres, el colegio y todos están protegiéndola y cristalizando su comportamiento psicopático. Son los que más ayuda necesitan y antes de la adolescencia se puede conseguir, pero luego no. Han creado un monstruo que están, además, alimentando».
Y antes de acabar una confesión dolorosa: «Yo he intentado siempre ser perfecta en todos mis comportamientos, sin una mala mirada a la niña ni a su familia, he recurrido a todas las puertas en busca de apoyo y protección, pero me las han cerrado todas. Hoy, sabiendo lo que sé y viendo el sufrimiento de mi hija, mi actuación sería totalmente distinta; las víctimas estamos solas y lo que no te soluciones tú, no te lo va a solucionar nadie», remacha.
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