![El hallazgo que dividió a Santo Domingo](https://s1.ppllstatics.com/larioja/www/multimedia/201907/21/media/cortadas/2-kg6H-U80806552323C8E-624x450@La%20Rioja.jpg)
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La catedral de Santo Domingo de la Calzada es muchas veces noticia, de forma positiva. Sin embargo, en 1994 se convirtió en el centro de una polémica que dividió a parte de la población en relación con el cambio de ubicación de su ... retablo mayor, ello a raíz de los hallazgos románicos que aparecieron detrás de él al desmontarlo para su restauración.
A mediados de febrero del citado año la prensa escrita daba cuenta de que estaban a punto de terminar los trabajos de desmontaje de la gran obra de Damian Forment, aquejada de los males y el polvo acumulados durante casi cinco siglos en el lugar más privilegiado del templo calceatense.
La noticia saltó al papel el día 18. Detrás del retablo, en su girola, habían aparecido cuatro pilastras, decoradas con motivos vegetales y figuras, entre ellas, una Trinidad y el rey David, coronado y músico. Los hallazgos presentan fisuras y roturas, que al parecer se produjeron, no cuando se instaló el retablo de Forment sino otro anterior de cuya existencia se sabía al aparecer mencionado en el libro de cuentas de la catedral. Los descubrimientos parecen ser muy valiosos, histórica y artísticamente.
El debate no tardó en llegar. ¿Que hacer con lo aparecido?. ¿Volver a tapar los restos románicos o, por el contrario, que puedan verse ambas obras de arte? El entonces consejero de Cultura, Miguel Ángel Ropero, se hizo esa misma pregunta durante una visita al templo. «Una catedral es la historia de una superposición de hechos artísticos y de iniciativas. Que el descubrimiento de algo de otra época suponga la devaluación automática de aquello que en una época posterior lo cubrió es una bonita forma de desnaturalizar la propia historia, el ritmo y el orden litúrgico de la catedral», dijo.
Como él, había muchas personas partidarias de devolver el retablo donde estaba, como habían decidido los calceatenses de quinientos años atrás. Incluso se recogieron firmas para ello. Era una de las tres opciones que se barajaban. Las otras dos eran cambiar el retablo a otra ubicación en la catedral, o dejar un pasillo entre éste y lo descubierto, de forma que se pudieran ver ambas cosas.
La catedral, a la vista del debate, publicó un artículo en su boletín, titulado «¿Quién manda en la catedral?». En él venía a decir que más allá de las decisiones de las administraciones y de quienes velan por el patrimonio, «hay un dictamen más importante, que es el sentir de nuestra ciudad». Y la ciudad seguía enfrascada en ello. Las visitas a la catedral se sucedían. Todo el mundo quería ver de qué se hablaba y tener su propia opinión. «Vería muy mal que se volviera a cubrir esa joya que ha aparecido», señalaba el entonces cuidador del gallo y la gallina, Florentino Pozo. El fotógrafo calceatense, Ramiro Varona, opinaba que «la catedral ganaría mucho más dejando a la vista lo descubierto». Mari Carmen Arenas tenía dudas: «Sería una pena tapar lo que ha aparecido, aunque a mí me gusta más el retablo, me parece más elegante y estamos acostumbrados a verlo ahí».
Ese era el 'quid' de la cuestión. Pedro Miguel Rojas, guía de la catedral, afirma que «la gente se opuso por un criterio puramente emocional, ya que toda la vida habían visto el retablo ahí y argumentaban que se construyó para estar ubicado en ese lugar». No les faltaba razón, pero también es cierto que la aparición de los restos románicos introdujo una variable inédita que no se podía ignorar. Treinta y cinco años después opina que «el tiempo ha dado la razón a quienes tomaron aquella decisión difícil pero meditada» y que «el 99% de la gente» aplaude en la actualidad el cambio.
Volviendo a marzo de 1994, el semanario 'Pueblo de Dios', adelantaba que «parece perfilarse el acuerdo» de que se restaure la girola mientras se busca un nuevo emplazamiento al retablo.
La polémica, poco a poco, se iba diluyendo, al tiempo que la catedral se preparaba para acoger una exposición con las figuras del retablo, en la que los calceatenses pudieran comparar el antes y el después de su restauración, desde una cercanía nunca antes posible. Para ella se utilizaron elementos de la magna exposición 'Vida y peregrinación' y a los visitantes se les cobraba una entrada de 300 pesetas. Entre todo lo exhibido, una vitrina llamaba especialmente la atención del visitante, aquella que albergaba algunos objetos aparecidos tras el retablo mayor: un currículum, cuernos, un gorro, un cráneo, una antigua sandalia... La muestra también itineró a algunas capitales españolas.
Así las cosas, poco a poco las aguas fueron volviendo a su cauce. El tiempo se encargó de difuminar la polémica y el 17 de octubre de 1995 se hizo oficial lo que todo el mundo ya sabía: el retablo de Damián Forment se trasladaría a la capilla del Cristo y la girola sería restaurada. «El derecho que nos asiste ahora para intervenir resulta ser el mismo que se ejercitó por aquellas generaciones del siglo XVI, con la diferencia de que la actuación que ahora se hace facilita que el visitante de la catedral pueda ver ambas obras: la girola y el retablo», justificó el entonces director de Cultura, Domingo Rivera. «Es un gran acierto», respaldaba el párroco, Tomás Ramírez, convencido de «la satisfacción que va a dar hasta a los más remisos a esta propuesta».
La solución dada ponía el punto final a una cuestión que, por otra parte, no era nueva. Décadas antes, los responsables de la catedral ya se habían planteado la posibilidad de trasladar el retablo para dejar al descubierto la cabecera de la catedral, que, se vislumbraba tendría que ser magnífica, aunque nada sabían de los elementos decorativos que, además, incluía, algunos de ellos únicos en el Románico español. Sin embargo, como escribió en un informe el arquitecto Gerardo Cuadra, «toda iniciativa de cambio era frenada, en principio, por el peso de la situación heredada, con la imagen del retablo en la cabecera, gravada en la memoria popular, pero, también, porque las mismas condiciones materiales del retablo, en nada parecido a un mueble que se pueda desplazar con facilidad, impedían la realización de pruebas y tanteos previos a una toma de decisión».
José Antonio Saavedra vivió aquel debate desde muy cerca, puesto que entonces era director del Taller Diocesano de Restauración. Ahora opina que «desde el punto de vista artístico, la catedral ha ganado, aunque el retablo no luce ni la mitad donde está ahora, porque Damián Forment lo concibió para donde lo puso». El experto alude a la idea de conjunto que el genial artista tuvo al colocarlo en su anterior ubicación, junto con las vidrieras, la parte curva para adaptarse a la girola. Era un todo. Pero la decisión fue acertada, afirma. «La cabecera es una maravilla», opina. Lo cierto es que hoy, con las dos obras a la vista, cuesta pensar en la opción de que una tapara a la otra.
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