Dos años de la invasión a Ucrania

Una guerra que desató la solidaridad de los riojanos

La guerra estalló un 24 de febrero y dos años después continúa sin visualizarse un final, al menos en el corto plazo. Un conflicto que ha supuesto un cambio de 180 grados para muchos ciudadanos ucranianos, que han tenido que buscar acomodo en otros rincones del mundo. Muchas fueron las muestras de solidaridad que se sucedieron durante los primeros días del conflicto, también en territorio riojano.

Tres días después del inicio de la invasión, un grupo de aproximadamente mil personas se reunió en la plaza del Mercado de Logroño con un rotundo mensaje para los vecinos tanto de la ciudad como de la región. «No nos dejéis solos. Rezad por Ucrania», pidieron en la manifestación. Y la respuesta de los riojanos a ese ruego no se hizo esperar.

Tanto fue así que llegó un momento en el que el 'Colectivo Ucrania-Rioja' tuvo que pausar la campaña de ayuda por el inabarcable volumen de donaciones que habían recibido por parte de los vecinos de La Rioja. Una clara muestra de un espíritu solidario que se dejó ver en numerosas localidades de la región: Arnedillo, Calahorra, Santo Domingo de la Calzada, Arnedo, Alfaro, Nájera, Santurde de Rioja... En prácticamente todos los municipios riojanos se llevaron a cabo iniciativas con el objetivo de ayudar, de un modo o de otro, a los ucranianos que estaban sufriendo, bien dentro de las fronteras de su país o bien en un exilio forzado.

Pasaron los días y La Rioja se fue preparando para el siguiente paso: recibir a los refugiados. Mientras tanto, se fueron conociendo testimonios muy reveladores como el que ofreció Carlos Molina, ex del Ciudad de Logroño, quien tuvo que huir de Ucrania, país en donde estaba jugando al balonmano. «He visto cosas que no se las deseo a nadie», aseguró en una rueda de prensa ofrecida en la capital riojana.

Hubo que esperar a que marzo quemara sus primeros días del calendario para que La Rioja recibiera a los primeros refugiados ucranianos. La familia de Svitlana Klevets fue la primera a la que Cruz Roja atendió y a ella le siguieron muchas más. Así, por ejemplo, Oksana y Kristina llegaron a Arnedo y un grupo de catorce compatriotas aterrizó en Ábalos después de recorrer media Europa con sus propios vehículos. Encontraron un nuevo hogar a más de 3.000 kilómetros de distancia del suyo, lo mismo que les ocurrió a Tania, Olena y sus tres hijas en Nalda.

Todos ellos se cruzaron de frente con la solidaridad del pueblo riojano. Fueron días en los que este periódico relataba sin descanso las historias de los acogidos y también iniciativas como la que puso en marcha Félix Revuelta, quien fletó a autobuses para trasladar a las mujeres y los niños que huían de la guerra; o la de Roberto Narro y Jesús María Curiel, quienes participaron en un convoy de diez trailers que llevó más de 300 toneladas de material de diverso tipo a campos de refugiados de Polonia. La Rioja sacó a relucir, una vez más, su parte más solidaria.

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