El hermano fossor pasea por el cementerio que acogió, durante el confinamiento, funerales de tres personas. S.TERCERO

Los guardianes del camposanto

Fray Alberto Agustín es uno de los tres Hermanos Fossores que habitan el cementerio de la capital dando apoyo y esperanza a los miles de riojanos que no han podido despedir a sus familiares durante la pandemia.

Domingo, 31 de enero 2021, 08:52

Abrazar el dolor y acompañar hasta el último suspiro de la vida. Este ha sido el cometido esencial de los Hermanos Fossores durante más de medio siglo. Una labor que ha resultado esencial durante los meses más duros de la pandemia en la que los ... entierros se redujeron a los más allegados, en la que miles de riojanos no pudieron dar el último adiós a sus seres queridos.

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Con los primeros rayos de sol, la puerta del camposanto de la capital se abre a la espera de las visitas a las tumbas de familiares y amigos. Después de recorrer su arteria principal, se vislumbra una pequeña casa donde Fray Alberto Agustín, el fossor más veterano, nos da la bienvenida. Sus dependencias dentro del cementerio son austeras, pero acogedoras, y las imágenes religiosas se disponen por todas sus salas. En una de ellas, el religioso, natural de Santo Domingo de la Calzada, hace memoria sobre sus más de cincuenta años dentro de la congregación, calificando el pasado 2020 como «el año más duro de mi vida sin lugar a dudas».

El primer confinamiento provocó que el número de asistentes a entierros y velatorios dentro de la comunidad se redujeran a tres personas. «La estampa era muy inusual, desgarradora. La gente ha muerto sola, muchos entierros no pudieron realizarse, los ataúdes iban con una protección especial y no se podían llevar a hombros», recuerda el hermano fossor. «Hubo un caso que me marcó demasiado. Cinco hermanos tuvieron que decidir quién podía entrar al entierro de su madre y quién no. Dos de ellos se quedaron en la puerta despidiéndola desde la distancia. Me dio mucha pena», describe Fray Alberto con la voz entrecortada.

Con la desescalada, se permitió la presencia de hasta 15 personas por sepelio, lo que ayudó a mitigar el drama de los enterramientos casi solitarios. Aunque se mantuvieron las normas de higiene y seguridad de los meses más duros, el cementerio pudo aparentar una «cierta normalidad», rememora el religioso de Santo Domingo de la Calzada.

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Y, posteriormente, llegó la segunda ola con el Día de Todos los Santos a la vuelta de la esquina. Aforos, tomas de temperatura y muchas mascarillas acompañaron a las flores que los vecinos y vecinas de Logroño dispusieron sobre las tumbas de sus seres queridos. Si bien es cierto que «notamos una menor afluencia de gente, las visitas se repartieron los días anteriores y posteriores al 1 de noviembre», destaca el hermano fossor.

En medio de la tercera ola y después de un año duro, donde el coronavirus irrumpió de la noche a la mañana, Fray Alberto Agustín solo pide una cosa al nuevo 2021: «Que llegue cuanto antes la vacuna y acabe esta pesadilla que está matando a tanta gente».

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Medalla de Honor

La congregación religiosa, que mantiene únicamente su presencia en el cementerio de Guadix (Granada) y en el de Logroño, donde residen sus tres hermanos –Fray Alberto, Fray Juan y Fray José–, acaba de recibir La Medalla de Honor de La Cofradía de La Virgen de La Esperanza por su misión con la población riojana, su apoyo y su oración. Con este reconocimiento, la Cofradía quiere agradecer «sus más de 50 años de labor callada en el acompañamiento en el último adiós a nuestros seres queridos». Los Hermanos Fossores recogieron la medalla con ilusión, declarando entre risas que «a nadie le amarga un dulce. Es un auténtico honor».

Ante un futuro incierto, hay algo que perdurará de manera inviolable en el tiempo: la esperanza y la compañía de los Hermanos Fossores en el último suspiro de la vida.

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