Eduardo Mirpuri posa, en una imagen del viernes, ante una de las fachadas del Cibir. Justo Rodríguez

Eduardo Mirpuri | Director de Investigación del Cibir

«Nuestro gran reto es transferir el conocimiento y protegerlo para que sus efectos positivos puedan llegar al paciente»

El doctor defiende que el grado de Medicina reforzará en La Rioja el «círculo virtuoso» entre el área asistencial y la de investigación

Domingo, 2 de junio 2024, 20:08

Colgó la bata y salió del laboratorio hace años, pero su alma, su espíritu y su mente estan impregnadas del adn de la investigación científica. Eduardo Mirpuri Merino (Calahorra, 1976), casado y padre de dos hijos –una niña de 12 años y un niño de 5–, doctor en Biología por la Universidad de Navarra, MBA Executive por el IE Business School y emprendedor biotecnológico, salió de La Rioja para formarse y trabajar en Navarra, Madrid y País Vasco, pero en 2008 volvio a su tierra para asumir la dirección de Investigación Biomédica en el Cibir, un puesto en el que cumplirá en septiembre ya 16 años, siemre con el paciente en la diana.

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– El Cibir inició su actividad investigadora en 2008, aun no sería mayor de edad. ¿En qué se ha convertido el centro?

– Siempre solíamos decir que el Cibir era un centro de reciente creación, muy joven, pero ya no podemos decirlo con tanta alegría. En los primeros años nos centramos sobre todo en crear una estructura estable de investigación, equipamiento e instalaciones, pero sobre todo en cuanto a los equipos de investigación que buscábamos que se consolidaran su línea de investigación, que fuesen estables, y que nos permitiese establecer relaciones con las otras patas importantes de la comunidad autónoma, como son las universidades y el hospital, posteriormente los centros tecnológicos y ahora también la industria biotecnológica riojana, que es pequeñita, pero muy relevante y que queremos que sea más importante.

– ¿Saben realmente los riojanos, los ciudadanos, lo que tienen aquí? ¿Cómo se lo explicaría?

– Siempre nos suelen contar que esto no se conoce bien y cuando vienen de visita de colegios e institutos se llevan una muy grata sorpresa. El Cibir no es muy conocido para el ciudadano primero porque, generalmente, la gente se acerca al área asistencial por un problema de salud importante y obviamente tiene otras preocupaciones. Pero también porque la ciencia tiene sus problemas a la hora de comunicar, es un tema muy técnico en muchos casos que exige adaptar el lenguaje para trasladarlo a la sociedad que se entienda, algo en lo que también se está mejorando.

– De hecho, el ciudadano, el paciente, está en el eje de su diana, e incluso hay coordinación y cooperación con el vecino de enfrente, el Hospital San Pedro, y con la Universidad de La Rioja. ¿Qué más se podría hacer?

– – ¿Qué más? Mucho, de hecho podríamos decir que falta, no todo pero sí casi todo por hacer, aunque se han dado pasos importantes. Partíamos de un modelo en el que las condiciones eran realmente desfavorables porque no había una infraestructura en la comunidad autónoma ni había estudios de ciencias de la salud en la región. Ahora hay una Facultad de Ciencias, está Enfermería, además muy consolidada, y el futuro proyecto del Grado de Medicina. Tampoco había grupos dedicados a biomedicina estables y ahora sí los hay y con presencia no solo a nivel nacional, sino internacional, y nuestros grupos están reconocidos y colaboran con otros en las redes nacionales e internacionales. Y también ha cambiado que ese muro que existía entre la parte asistencial y la parte de investigación poco a poco va desapareciendo. Ese es un muro que es una constante en España, en Europa y en Estados Unidos y se partía de un enfoque muy asistencial en el que la investigación no tenía cabida y desde años se ha trabajado en intentar que los sanitarios incorporen la investigación en su día a día como una práctica más. A nosotros lo que mejor nos ha funcionado ha sido el contacto directo con los servicios asistenciales e identificar aquellos grupos que tienen interés y aquellos perfiles profesionales que más fácilmente se podían incorporar a la investigación porque al final se trata de los mismo, de mejorar la vida de las personas. El paciente está siempre en el eje, tanto en el del hospital como en el de un centro como el nuestro y en el de todos los proyectos que se financian a nivel del ministerio, a nivel regional y a nivel europeo… Es imposible sacar al paciente del eje de toda nuestra actividad. La diferencia está en el enfoque de cada una de las patas o cada uno de los actores: desde el hospital es asistencial; desde la universidad, más formativo; y el nuestro, investigación pura y dura, pero siempre aplicada, de manera que todos los resultados que obtengamos no simplemente satisfagan una curiosidad intelectual, sino que tengan una utilidad e impacto directo sobre el paciente.

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– ¿Qué va a suponer el futuro grado de Medicina, parece que inminente, en La Rioja?

– Si hablo del Cibir, para nosotros es muy importante porque nos permite seguir creando una red de la que nos vamos alimentando mutuamente y reforzar ese círculo virtuoso. Tendremos futuros profesionales a los que podremos inculcar la cultura de la investigación desde los primeros momentos y eso va a repercutir sobre nuestro propio centro de investigación y al final, obviamente, sobre el paciente. Todo positivo, desde luego.

– Ochenta científicos, trece unidades de investigación y referente en Enfermedades Infecciosas y Neurodegenerativas, Oncología, resistencia a antibióticos, Genómica, Bioética... Músculo hay. ¿Qué se ha conseguido en esos campos?

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– Pues hemos conseguido cosas importantes que muchas veces las damos por sentadas, pero no son nada sencillas, como es tener presencia en foros nacionales, no simplemente por ser una la comunidad autónoma más pequeña, sino que por nuestra actividad científica se nos considere como actores de prestigio y con presencia. Esto se ha ido logrando y viene avalado, por ejemplo, por los contratos conseguidos con el Ministerio, que avalan la excelencia de nuestros profesionales científicos. Lo mismo que algunos indicadores a los que a veces no sacamos demasiado brillo, pero que son importantes, como los servicios que prestamos a otros centros o a empresas biotecnológicas, que han venido incluso de Estados Unidos solicitando nuestros servicios. El de la fiabilidad es el primer ladrillo, porque es el que nos permite hacer ciencia y competir o colaborar con otro tipo de entidades o de investigadores que están ya consolidados en otros territorios.

Reconocimiento

«Los contratos conseguidos con el Ministerio avalan la excelencia de nuestros científicos»

Prestigio y retos

«La ciencia no tiene barreras y podemos hacer casi cualquier cosa, proyectos cada vez más ambiciosos»

Fondos

«La financiación siempre va a ser un problema, pero no el capital, debe hacerse con criterio»

Pandemia

«Ha habido cambios que nos harán más ágiles en situaciones similares, que llegarán»

– Búsqueda de nuevas técnicas de diagnóstico precoz, desarrollo de novedosas terapias, vacunas, curación. ¿Esperanza o realidad en Oncología, parkinson, alzheimer...?

– Pues siempre esperanza porque por la propia actividad al final la investigación no deja de ser una inversión para el futuro y en el tipo que realizamos y que, además, queremos potenciar, como es la investigación clínica, esto se ve con más claridad, ya que si no invertimos en la investigación de ahora no vamos a desarrollar medicamentos a futuro. En este sentido La Rioja y nuestros investigadores juegan un papel importante y durante todos estos años hemos tenido muy buenos resultados que nos permiten estar en posiciones de plantear y desarrollar proyectos mucho más ambiciosos y estar más cerca del paciente. Ahora tenemos la responsabilidad, que no es pequeña, de poner toda la carne en el asador en temas de transferencia del conocimiento, algo muy complicado para los científicos porque están preparados y formados para investigar, pero ahora hay que abrir otras vías de trabajo, como son la protección de los resultados y la negociación con empresas y organismos de todo tipo, públicos y privados, para que esos resultados no acaben olvidados en un cajón y que esa inversión pueda tener sus efectos beneficiosos sobre el paciente. Es un proyecto absolutamente ambicioso, pero necesario.

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– ¿Hablamos de patentes?

– Cuando hablamos de protección pensamos únicamente en patentes, pero el mundo de la transferencia de conocimientos es mucho más amplio y tiene cabida prácticamente todo: desde una patente, a un diseño industrial o la creación de una spin-off, una empresa que nos permita acercar estos resultados al paciente, de manera rápida y económica; pero también incluye la colaboración con la industria para codesarrollar nuevos productos o servicios e incluso la elaboración de guías de trabajo que puedan tener aplicación a nivel asistencial. El abanico de posibilidades es amplísimo.

– ¿Hay nuevos retos futuros? ¿Cuál es el anhelo de Eduardo Mirpuri para el Cibir?

– Pues son unos cuantos, jajajaja. Por resumirlos, uno de ellos es el de ser capaces de trabajar y trabajar bien todo lo relacionado con la transferencia, porque al final es sembrar la semilla de sostenibilidad del centro de cara al futuro. Otro de ellos es ser capaces de trabajar bien en investigación clínica para ser un referente tanto para nuestros profesionales como para los pacientes de nuestro entorno. El tercero sería consolidar nuestros grupos de investigación y trabajar mejor para ellos para que puedan dar el salto para hacer cosas más ambiciosas; y, a nivel interno, pues dotarnos de instrumentos de gestión que nos permitan ser cada vez más ágiles y más eficientes y aquí, pues incluiría todo lo relacionado con la carrera investigadora y la normativa para lograr un entorno atractivo para nuestros investigadores.

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– ¿Es un sueño hecho realidad que la comunidad más pequeña pueda disfrutar de un centro con prestigio científico nacional e internacional?

– Pues yo recuerdo que en 2010 organizamos un congreso y queríamos traer a científicos importantes y, de hecho, nos planteamos la posibilidad de que viniese algún premio Nobel, algo que mucha gente pensaba impensable para La Rioja. Pero lo trajimos, vino el estadounidense Martin Chalfie, cogalardonado en el año 2008 con el premio Nobel de Química. La ciencia no tiene barreras, lo importante es la gente que está detrás de ella y, desde luego, la planificación, que haya una estrategia en la que los investigadores se puedan apoyar para ser cada vez mejores. Si eso lo tenemos, y aquí lo tenemos, pues podemos hacer, no voy a decir cualquier cosa porque eso sería imprudente, pero sí proyectos cada vez más ambiciosos.

– Se puede investigar desde cualquier sitio hoy en día, ¿no?

– Sí, de hecho la globalización en ciencia es fundamental y trabajamos en red, porque realmente todo el mundo trabaja en red y en colaboraciones internacionales. Eso es parte de la ciencia en sí, la ciencia avanza determinando que las cosas son de una determinada manera hasta que viene otro, que puede estar en otra ciudad y en otro continente, a decir que las cosas son de otro modo.

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– El problema, como siempre que hablamos de Ciencia, suele ser la financiación, el dinero. ¿Qué ha cambiado en estos años?

– Bueno, desde la pandemia la verdad es que ha habido una inyección importante de financiación, pero tenemos que ser capaces de aterrizar toda esa financiación de manera responsable y con criterio para que sirva de apoyo y hacer cada vez mejores cosas y más ambiciosas. Dicho esto la financiación siempre va a ser un problema y más hablando de investigación biomédica, que es tremendamente cara. Siempre va a ser un problema, por lo tanto es una variable con la que siempre vamos a contar en cualquier cálculo que hagamos, por eso a mí no me gusta hablar de la financiación como el problema capital. Yo creo de verdad que tenemos otros problemas mucho más importantes, como son la necesidad de planificar todo lo que hagamos y medirlo todo. A veces, con esa percepción altruista, existe una tendencia a pensar que la investigación lo merece todo y que primero hay que dar y ya se verá lo que sucede, pero yo soy absolutamente contrario a esa forma de proceder. Yo creo que hay que financiar siempre con criterio, medir todo lo que hacemos con indicadores y con resultados y luego ser capaces de rendir cuentas.

– Investigar es extraordinariamente caro y, además, los resultados, si es que llegan, tardan años. Pero es el camino, ¿no?

– Desde luego, es el único camino, pero... Iniciar una actividad investigadora, dotarla de fondos y tener el resultado, que es el medicamento que se aplica sobre el paciente, supone muchísimos años de todo un proceso en el que hay muchísimos riesgos o fisuras por las que podemos perdernos, por eso yo defiendo que no podemos tener únicamente esos dos niveles de control, el inicio y el final. A lo largo de toda esa carrera hay muchos indicadores intermedios y muchas maneras de saber si lo que estamos haciendo es correcto o no; en ese intervalo de muchos años siempre podemos saber si lo que estamos haciendo tiene sentido y y vamos por el buen camino o no. Por poner un ejemplo, desde que se está trabajando con una molécula in vitro en el laboratorio hasta que llega en formato de fármaco al paciente, están todos los ensayos in vitro, en vivo en el laboratorio, toda la preclínica regulatoria, todos los ensayos de fases clínicas... Cada una de esas fases se puede individualizar y establecer indicadores de una estrategia para cada una de ellas.

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– Además de la escasez de fondos, el colectivo investigador se queja de precariedad laboral. ¿Es un problema global?

– Es a nivel global y por supuesto que hay mucho que mejorar en este sentido, pero hay que ver las cosas también con perspectiva y realmente en todos estos años se ha mejorado muchísimo, sobre todo a nivel de precariedad de todos aquellos científicos que inician su carrera investigadora, porque yo recuerdo que en mi época no había ni contratos, era impensable, y no había muchas veces ni becas; era una actividad autofinanciada. Todo eso ha cambiado a día de hoy y los profesionales están protegidos con todas sus coberturas sociales y están reconocidos con un contrato, aunque siempre podemos pedir que esté mejor dotado. Insisto, las cosas han mejorado aunque desde luego tenemos que pelear para que mejoren más.

– Formación, paciencia, ilusión, fortaleza mental, convicción… ¿Cuales deben ser las principales virtudes de un investigador biomédico?

– Bueno, lo que nosotros pedimos aquí a los investigadores del Cibir en primer lugar es la excelencia científica; en segundo que sean todoterrenos sin miedo a involucrarse en actividades más allá de su propia investigación y aquí incluyo colaboraciones exóticas con otros centros tecnológicos o con las propias universidades que les hagan salir de sus disciplinas, que sean todoterrenos para que, si se tiene la oportunidad, se lancen incluso a desarrollar como promotores un ensayo clínico en colaboración con los sanitarios, que no tengan miedo a relacionarse con otros centros de investigación y sobre todo con empresas empresas biotecnológicas para incrementar los fondos dedicados a la investigación y para aumentar las relaciones con otros sectores que pueden apoyarnos en la investigación que desarrollamos. Y el último criterio es el de que sean capaces de trabajar en equipo, algo común en casi cualquier actividad pero que en nuestro caso es fundamental. Y un añadido de este centro es el respeto, primero por los pacientes, que es nuestro destinatario último, por la propia institución y por los compañeros.

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– La pandemia del covid en 2020 demostró que nuestra sanidad no estaba preparada y que la investigación, que al final nos salvó, carecía de los apoyos adecuados. ¿Cómo estamos cuatro años después?

– Yo espero que no hayamos olvidado todo lo que aprendimos, pero me temo que tenemos la memoria muy corta. Creo que sí que ha habido cambios que se van a aprovechar y que se van a utilizar y que nos permitirán responder de manera más ágil en situaciones similares, que espero que tarden en llegar, aunque lamentablemente llegarán.

– Enemigos sigue teniendo la humanidad…

– Sí, los retos los tiene claros desde hace muchos años la Unión Europea y es cuestión de tiempo que lleguen, pero cuando lo hagan van a pillarnos por sorpresa por mucho que estemos preparados y que haya protocolos. Sí que es cierto que tras la pandemia, que era impensable, seremos capaces de desempolvar con más rapidez todos esos protocolos y procedimientos y responder de una manera más eficaz. A nivel de investigación nos desbordó, pero se pudo responder y además se dio la casualidad de que hubo un desarrollo tecnológico suficientemente maduro para poder aplicarlo ante una situación de emergencia y permitió todo el desarrollo de las vacunas en un tiempo récord.

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– La crisis pandémica contribuyó a que emergiese un problema latente en nuestra sociedad, los problemas de salud mental. El Cibir va a contar con un grupo de trabajo para su investigación en La Rioja. ¿Cuál es el objetivo?

– Es un proyecto de investigación que tiene un enfoque tan en el paciente que podría incluso entenderse como un proyecto asistencial más que como una investigación. Lo que se pretende es mejorar la salud de los ciudadanos y con un enfoque muy claro sobre perfiles juveniles sobre todo. Es un proyecto de investigación porque intentando mejorar la situación queremos medir para aplicar medidas correctoras. Este proyecto se hace de la mano de profesionales tanto a nivel de psicólogos como de psiquiatras.

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