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El entonces ministro de Obras Públicas, Julián Sancho, inauguró la Autopista Vasco Aragonesa, la A-68, (luego AP-68) el 10 de noviembre de 1980. El acto formal se celebró junto a los riscos de Bilibio (Haro), ya que el tramo cuatro (Zambrana-Haro) de 13 kilómetros y que cruza el río Ebro con un viaducto doble de 342 metros, fue el último en abrir al tráfico.
La autopista del Ebro supuso un extraordinario impulso para la joven Comunidad Autónoma de La Rioja. Conectaba la región, cuando aún viajar era casi una calvario en España, con los dos polos industriales más pujantes del país como Bilbao y Barcelona: «En 1980, cuando se inauguró, yo era diputado en el Congreso –recuerda Luis Javier Rodríguez Moroy– y, más que cómo se fraguó porque eso sucedió bastantes años antes, lo que sí recuerdo es que fue un impulso brutal para la región».
Rodríguez Moroy, que fue el primer presidente de la Comunidad Autónoma entre 1982 y 1983, explica que «las carreteras entonces en La Rioja eran infames, por supuesto mucho mejores en Navarra e incluso en Soria, cuando pasabas Piqueras, y la A-68 fue clave para el desarrollo de El Sequero y de otros polígonos con la llegada de grandes empresas que ayudaron mucho al desarrollo de la región». Ahora bien, Rodríguez Moroy, regionalista del entonces PRP, lamenta que «luego hemos sido los únicos que nos quedamos con una única vía de alta capacidad durante muchos años que seguía siendo de pago».
309 kilómetros
de longitud tiene la AP-68, de los que 294,5 eran de pago. Fue un hito para la conexión de Bilbao con Zaragoza, por Logroño, y, por extensión, con otra autopista hasta Barcelona.
En este sentido, cuestiona el «error histórico» que prorrogó la concesión durante 15 años y critica asimismo el desplazamiento del eje ferroviario y natural del Ebro hacia el norte «para satisfacer a las tres capitales vascas y a Navarra»: «No tenemos peso político y los diputados de los dos grandes partidos obedecen las consignas nacionales y es una pena porque, hasta que no se produce casi una especie de revuelta social y política, no se atienden las necesidades de La Rioja como hemos visto ahora mismo con la demanda de más trenes».
Volviendo a la historia, la A-68 fue una autopista diseñada en el programa franquista de Autopistas de Peaje y fue adjudicada a la sociedad Vasco Aragonesa en febrero de 1974, con 309 kilómetros de longitud, 294,5 de concesión, mientras que los 14,5 restantes correspondían a la Ronda Norte de Zaragoza.
La Rioja podría tener liberada la autopista desde hace mucho tiempo. La primera adjudicación de la explotación se acordó que caducaría en el año 1995, pero, mucho antes, en 1982, se acordó ampliarla hasta el año 2011.
En cualquier caso, la contestación social en La Rioja empezó a hacerse notoria a partir del año 1999, reclamándose al menos la liberación del tramo entre Agoncillo y Navarrete, cuando se estaban realizando las obras del Nudo de la Estrella. Sin embargo, a principios de 2000, el Gobierno de la Nación aprobó quince años más de concesión a Avasa, una medida que pese a que fue muy criticada por las Administraciones aragonesa y vasca, contó con el beneplácito del Gobierno regional de Pedro Sanz.
A aquel cambio de estrategia del PP de La Rioja –que inicialmente estaba a favor del rescate de la autopista– le siguieron promesas incumplidas, tanto de los populares como del PSOE, de liberaciones de peajes parciales de tramos que nunca se produjeron.
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