Desde hace décadas, la mala fama ha perseguido al glifosato, un herbicida de amplio espectro enormemente popular en la agricultura y también empleado en el tratamiento de parques y jardines, carreteras o instalaciones industriales. Pese a ser un producto autorizado, sus detractores señalan estudios que apuntan a posibles riesgos para la salud y el medio ambiente. En La Rioja, la Ley de Biodiversidad de la pasada legislatura prohibía su uso en actividades no agrícolas, sin embargo, el Gobierno autonómico anunció la pasada semana una reforma que elimina esa restricción, algo que ha renovado el debate en la región y levantado la voz de grupos ecologistas.
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Desde la Consejería de Agricultura, Ganadería, Mundo Rural y Medio Ambiente aluden a un dictamen del Consejo Consultivo de 2022 y que concluye que «si bien, la Administración pública de La Rioja, como norma interna puede excluir el glifosato en sus actuaciones, no podrá prohibir su uso más allá, ni a otras Administraciones Públicas ni a que las empresas se les pueda limitar adquirir productos que están en el mercado y que cumplen los controles para su comercialización». Precisamente, la ley prohibía su empleo en «infraestructura verde urbana o mantenimiento del dominio público de infraestructuras, en líneas de transporte y distribución y en instalaciones de producción de energía».
La animadversión hacia el herbicida viene de lejos, pero se recrudece en 2015, cuando la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC) lo cataloga como «probablemente cancerígeno», después de probar que provocaba tumores en animales de experimentación. Sin embargo, encontraba una «evidencia limitada» de cáncer en humanos.
Héctor Busto, catedrático de Química Orgánica de la Universidad de La Rioja, explica que «la IARC saca informes sobre muchos compuestos, mezclas, circunstancias de exposición, formas de trabajo... y cataloga en función de evidencias si pueden llegar a ser compuestos cancerígenos». En el caso del glifosato, «lo sitúa en el grupo 2A donde existe una probabilidad, no una evidencia demostrada y contrastada, por lo que entramos en un terreno más complejo», señala Héctor Busto. En esa misma categoría se incluye, por ejemplo, la glicidamida (que aparece en frituras), el trabajo en una peluquería o el consumo de carne roja.
«La cuestión es comprobar si existe carcinogénesis en animales y en qué concentraciones y si es extrapolable a humanos y en qué concentraciones», expone el químico, que subraya además que «la ciencia siempre debe buscar alternativas, investigar nuevos productos o metodologías con menor riesgo y más eficaces para mejorar la relación entre el riesgo y el beneficio. Lo importante es analizar si estamos utilizándolo bien, si existe un abuso, es lo que habría que regular».
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Héctor Busto
Catedrático de Química Orgánica de la UR
David Ijalba
Asociación de Ambientólogos de La Rioja
Koldo Hernández
Ecologistas en Acción
Pese a las dudas generadas, en 2023, la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) concluyó después de una evaluación «de muchos miles de estudios y artículos científicos» que no existían «áreas de preocupación críticas» sobre el uso de este producto. La Comisión Europea, pese a la falta de acuerdo en el Parlamento, prorrogó diez años más la autorización al glifosato.
Los grupos ecologistas se han posicionado siempre contra este herbicida y vuelven a significarse contra la decisión del Gobierno de La Rioja de levantar el veto. «No está basado en ninguna obligación legal, es una medida política e ideológica», valora Koldo Hernández, de Ecologistas en Acción, que añade que «es un retroceso, cuando todos tenemos que hacer un esfuerzo por reducir el uso de pesticidas, es incoherente que una Administración lo defienda». Alude Hernández a la directiva europea de uso sostenible de plaguicidas, «con un mandato puro para que las autoridades velen por minimizar y prohibir su uso en zonas más vulnerables como parques o jardines».
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Por su parte, David Ijalba, presidente de la Asociación de Ambientólogos de La Rioja (Adalar), apela a «aplicar el principio de precaución en base a esos estudios que lo califican como probable cancerígeno y dejar de utilizarlo o restringirlo solo a esas circunstancias en las que no exista alternativa». OpinaIjalba que «tenemos que ser más ambiciosos en la protección del medio ambiente, ser conscientes del volumen de sustancias que generamos» e incide en que «el glifosato es muy potente y no es selectivo, con lo que termina con cualquier especie vegetal que encuentra, afectando a las zonas de refugio y alimento de insectos y polinizadores».
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