Una tarde de silencio
Homenaje y funeral ·
La Guardia Civil despide con honores a los dos miembros del GAR fallecidos en el atropello de SevillaSecciones
Servicios
Destacamos
Homenaje y funeral ·
La Guardia Civil despide con honores a los dos miembros del GAR fallecidos en el atropello de SevillaA media asta, la bandera de España de la casa cuartel de la Guardia Civil, en la calle Duques de Nájera, se mueve con el viento racheado. Hace una tarde rara, con un cielo casi negro y un calor opresivo, como de tormenta veraniega. De ... vez en cuando caen unos goterones tibios que no llegan a empapar el suelo. Las instalaciones de la Unidad de Acción Rural (UAR) están a la izquierda del recinto. Hay en el centro del patio un monolito con una bandera y una cruz. A las 17.45, los familiares y amigos de Eneko Lira y Juan Jesús López, los agentes del GAR fallecidos en el atropello de Sevilla, salen de la capilla ardiente y se dirigen hacia las sillas plegables colocadas en el patio. Caminan con pasos tristes. Avanzan abrazados, compungidos.
Diez minutos más tarde, llegan los féretros, cubiertos por la bandera de España. Los guardias que los portan los dejan frente al monolito. Por los altavoces suena el himno a los caídos: «Los demandó el honor y obedecieron, los requirió el deber y lo acataron. Como valientes vivieron, como héroes murieron».
El acto es breve, solemne, austero, de un silencio sólido. Además de los mandos de la GuardiaCivil y de las autoridades locales, asisten el secretario de Estado de Seguridad, Rafael Pérez, y el director general del Instituto Armado, Leonardo Marcos. Un cura se coloca entre los féretros y dice una oración lacónica, apenas unas palabras. Luego todos los agentes entonan el himno de la Guardia Civil. A las 18.07 los compañeros de Eneko y de Juan Jesús cargan de nuevo sus ataúdes al hombro mientras por los altavoces suena la marcha fúnebre de Chopìn. No hay discursos. Algunos familiares, sentados en primera fila, con gafas oscuras, no encuentran consuelo.
Veinte minutos después, en la plaza del Mercado, los dos coches fúnebres aguardan el comienzo de la misa funeral. Se ha congregado bastante gente. Los ciudadanos forman un semicírculo. Solo se oyen voces de niño. Poco antes de la siete, los guardias civiles sacan los féretros de los vehículos y los llevan en hombros hacia la puerta principal de La Redonda. El obispo de Calahorra y La Calzada-Logroño, Santos Montoya, los recibe. Suena el himno nacional. Hay aplausos entre la multitud y algunos ciudadanos gritan: «¡Viva la Guardia Civil!». Pasan los restos junto a la imagen de la Virgen. Un cartel tras la verja avisa de que esta tarde permanecerá cerrada al público la exposición del manto restaurado de La Soledad. Las autoridades y los familiares entran por la puerta principal; todos los demás lo hacen por la lateral de la calle Portales.
En el zaguán, sobre una pequeña mesa, reposan dos fotografías de mediano tamaño de los agentes fallecidos. Eneko y Juan Jesús sonríen. Hay, junto a ellos, sendos libritos de condolencias. Mucha gente firma y deja mensajes.
No cabe un alma en La Redonda. Los ataúdes están junto al altar, al lado de una bandera de España. La lectura es del evangelio de Juan (14:6-17): «Yo soy el camino, la verdad y la vida». Suena con voz límpida el Stabat Mater y la gravedad terrible de la música de órgano resuena con infinita tristeza entre los muros de piedra de La Redonda. Cuando acaba el funeral, el público abandona en silencio el templo. Quedan en las primeras filas, lacerados por la ausencia, incrédulos todavía, los familiares.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.