Un futuro eléctrico...
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China impone a sus fabricantes una cuota del 10% de coches eléctricosLogroño tendrá en un par de meses (enero o febrero, asegura el ayuntamiento) su primer punto público de recarga de vehículos eléctricos. Estará en la Avenida de España y será un proyecto piloto. El ayuntamiento está, en realidad, poniéndose la venda para una herida que no parece aún que sangre mucho, pero que lo hará. Porque el consistorio prevé un crecimiento «exponencial» de los vehículos enchufables en los próximos años.
¿Será así? Todo parece indicarlo. Pero la creciente apetencia de los conductores por los coches eléctricos (o eso dicen las encuestas) se topan con una realidad distinta. Que la industria, al menos la europea, no parece demasiado deseosa de sustituir a corto plazo unas tecnologías que tiene más que amortizadas, como el diesel.
Lo cual tiene un peligro: que en otras partes del mundo se están moviendo, y moviendo rápido. Así, el gobierno chino acaba de aprobar que los fabricantes o importadores de vehículos que quieran operar en su país deben hacer que el 10% de todo lo que salga de sus plantas en el 2019 sea eléctrico. Y ese porcentaje irá creciendo.
Es evidente que el mero hecho de tener un stock de vehículos eléctricos obliga a encontrar maneras de venderlos. Y esa misma urgencia puede bien obrar el milagro, en forma de abaratamiento de costes y precios y por tanto de una implantación mucho más rápida del vehículo enchufable en el país asiático.
El peligro para Europa es evidente. Si unimos unos consumidores cada vez más conscientes de la huella contaminante de sus actividades y unos fabricantes (chinos) más que incentivados para investigar en un producto que deben producir sí o sí, el resultado en pocos años va a ser la llegada de más automóviles del gigante asiático al mercado europeo.
Lo advertía la semana pasada la comisaria de industria de la UE, Elzvbieta Bienkowska, en unas declaraciones citadas por el diario El País. «Si no somos lo suficientemente rápidos ahora, los coches de cero emisiones y eléctricos los producirá alguien de fuera de Europa. Quien no se adapte desaparecerá del mercado». Porque, advierte, «queremos mantener la producción en Europa, y no comprar en 2030 los coches eléctricos en China». ¿Alarmismo? Este 2017 invita a no confiar en los gigantes industriales aparentemente intocables. Se cumplen ahora 10 años desde que Apple sacó al mercado su iPhone.
Entonces, empresas como la fabricante de los Blackberry (RIM) o la finlandesa Nokia parecían inamovibles. Pero la marca de la manzana sacó un producto que hizo dos cosas: fagocitar sus propios iPod (ahora residuales, pero entonces una fuente inagotable de millones) y destrozar totalmente a la competencia. Blackberry y Nokia fueron borradas del mapa simplemente por su resistencia a seguir lo que el mercado demandaba y sus competidores hacían.
¿Le pasará lo mismos a la industria automovilística europea? La comisaria Bienkowska espera que no, pero evidentemente teme que sí: «Es igual que haya fabricantes y consumidores alemanes a los que les encante: el diésel desaparecerá. Y lo hará más temprano de lo que pensamos. Es tecnología del pasado».
Países como Reino unido y Francia ya han expresado su intención de que el 2040 desaparezcan los vehículos de combustión interna de sus carreteras. Pero mientras, los consumidores se enfrentan a un doble problema: la oferta es escasa, y los puntos de recarga por ahora lo son más. Pero todo llegará. Y la pregunta a la que debe enfrentarse la industria europea es si quiere que ese futuro siga siendo europeo… o chino. Sí, todo el mundo prefiere ahora un Renault o un Citroen a un coche chino de marca (aún) desconocida. Pero quien crea que eso es para siempre, haría bien en recordar Nokia. Ningún gigante resiste a la fuerza combinada del mercado y de la innovación.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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