Nevadas intensas, meses de sequía, una pesada ola de calor, granizadas, inundaciones... El año 2021 que dejamos atrás se ha comportado de una manera atípica en lo que a registros extremos se refiere, tanto en temperaturas como en precipitaciones. Porque desde que comenzó, La Rioja ... ha pasado, y además en varias ocasiones, de unas temperaturas bastante frías a unas muy elevadas, y de periodos de sequía a una abundancia de precipitaciones.
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Aunque el conjunto del año presentó un perfil cálido, con una temperatura media de 14,3 grados, según los datos registrados en la estación meteorológica que la Aemet posee en Logroño-Agoncillo, sí que se han producido numerosos contrastes y fenómenos adversos. Y todo porque, como explica José Antonio Pellitero, delegado de la Aemet en La Rioja, «las temperaturas tienden a subir por el cambio climático, pero también nos vemos influidos por las lluvias o efectos climatológicos que se dan en la vertiente cantábrica y mediterránea».
De todos ellos, destacó, durante la primera quincena del año, la borrasca Filomena, que dejó una nevada histórica en toda la región y cuantiosos desperfectos por el frío. Por citar algunos datos, solo en el puerto de Sancho Leza, Torrecilla, San Román o Agoncillo se registraron 40, 26, 25 y 10 centímetros de nieve, respectivamente. Tras esta nevada llegó una potente ola de frío.
Si en invierno hubo nieve en exceso, la entrada de la primavera fue, sin embargo, muy seca, con un 42% de precipitaciones en el mes de marzo con respecto a los valores normales de referencia. Tampoco se llegó a la media en abril, con un 77%, y en mayo, conun 73%.
La borrasca Filomena dejó en la primera quincena del año una nevada histórica y numerosos desperfectos por el frío.
La capital riojana (el día 3) y otras localidades de alrededor (el 16) recibieron la visita del granizo.
En plena ola de calor, la estación meteorológica de Logroño-Agoncillo alcanzó, con 40,8 grados, la temperatura máxima de la serie histórica.
Arnedo y Quel registraron episodios de granizo, que alcanzaron en la estación de la ciudad del calzado 37,8 litros por metro cuadrado.
La borrasca Arwen provocó que la Ibérica riojana alcanzase el mayor número de avisos por nevadas y espesores de entre 30 y 95 centímetros.
En junio, no obstante, se rompió esta tendencia y fue un mes muy húmedo, con un 174% de precipitaciones sobre valores medios del mes y se produjeron las primeras granizadas reseñables. Solo el día 3, se llegaron a registrar cerca de 40 litros por metro cuadrado en Fuenmayor, en donde volvió a descargar el día 16, provocando importantes daños e inundaciones, así como en la comarca de Santo Domingo.
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En cambio, en julio y agosto se pasó al extremo contrario: fueron meses muy secos, con un 14 y 66% de precipitaciones, respectivamente, y se convirtieron en los dos más secos de la última década en La Rioja. De hecho, el 14 de agosto, en plena ola de calor, se alcanzó, con 40,8 grados, la máxima de toda la serie histórica de la estación de Logroño-Agoncillo. Los episodios de granizo se volvieron a repetir el 2 de septiembre en Arnedo y Quel, fecha en la que la estación de la ciudad del calzado registró 37,8 litros por metro cuadrado.
El fin del verano dio paso a un otoño húmedo, con abundantes precipitaciones. Y en noviembre, en plena borrasca Arwen, la Ibérica riojana registró el mayor número de avisos por nevadas, que se saldaron los días 27, 28, 29 y 30 con elevados espesores de nieve (75, 85, 95 y 85 centímetros, respectivamente) para las fechas.
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Y ya el último mes del año, cálido y seco en precipitaciones –registró una media de 7,1 grados cuando lo normal son 6,4–, trajo un nuevo fenómeno meteorológico extremo, ya que el 11 de diciembre se produjo la mayor crecida del Ebro desde 2015. Una riada que, aunque en Logroño no ocasionó graves incidencias, sí que provocó cuantiosos daños en cultivos de Alfaro, Haro, Arrúbal, Fuenmayor y Calahorra, dándose las afecciones más desastrosas en La Rioja Baja, zona que fue declarada zona catastrófica.
Un fenómeno que, según Pellitero, «se debe no solo a las precipitaciones que tuvimos en el norte por la borrasca Barra, sino también al deshielo que se estaba produciendo en la cordillera cantábrica y en los Pirineos». Unas intensas lluvias que, después, dieron paso a una niebla muy persistente, que permaneció en la región del 16 al 25. Un episodio que, durante 11 días impidió que los riojanos del valle del Ebro viesen el sol.
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